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"Una novela debe mostrar el mundo tal como es. Como piensan los personajes, como suceden los hechos... Una novela debería de algún modo revelar el origen de nuestros actos" Jane Austen.

sábado, 26 de abril de 2014

Capítulo 6



<<-Señora Evans, tiene algo en el vestido-Dijo la enfermera con una sonrisa. Julieta bajó la mirada para examinar su vestido de novia, mojado y lleno de sangre.

Levantó la vista y observó el desierto pasillo del hospital, en el que sólo había sillas vacías. Al final de él, un cuerpo sin vida descansaba en el suelo de un ascensor.

El instinto le hizo correr con desesperación hacia él, mientras las puertas se cerraban poco a poco, y ella las observaba con impotencia, incapaz de hacer nada para pararlas. Cuando llego al ascensor, ya era tarde. Presionó el botón con urgencia, esperando que volviera. Lloraba impotente... ahogada por una presión constante en el centro del pecho. Si no podía ayudarle, todo acabaría allí mismo.

Pero entontes, se oyó un delicado timbrazo y las puertas se abrieron de par en par. 


El cuerpo que llacía en el ascensor había desaparecido. En su lugar estaba Elliot, de pie, apoyado en la pared, mirándola con gesto vacío.

Su expresión cambió y la tranquilidad dio paso al horror. La cogió de los hombros y la escudriñó con lágrimas en los ojos.

                -¿Qué has hecho?-Preguntó, bajando la cabeza.

Todo era confuso y doloroso. No sabía de qué estaba hablando, pero bajó la mirada de nuevo a su vestido.
Lleno de sangre.

Ahí estaba, un cuchillo, clavado en su abdomen. La sangre no era de nadie más que de ella misma.

                -Elliot…-Murmuró, jadeante.

Él apretó más su agarre en torno a ella y se acercó para susurrar en su oído:

                -Te dije que no lo hicieras. >>


Despertó de un sobresalto, jadeante y confusa. Su corazón bombeaba con tanta intensidad que parecía que había sido real. Estaba en el sofá de su apartamento, al lado de Isaac, que dormía como un tronco. Su mano fue hasta su abdomen inconscientemente y se levantó con lentitud, intentando recuperar el aliento.

Acarició el pelo rubio del niño y lo miró unos segundos antes de preguntarse que hora era. Cuando echó un vistazo al reloj, cerró los ojos y suspiró. Tarde. Lo trasladó al cuarto de Mathilde con cuidado y fue hasta la cocina. Se sirvió un vaso de agua, intentando aguantar las ganas de llorar, sin olvidar esa visión agónica, sintiendo que Elliot iba a agarrarla en cualquier momento. Entonces, se oyó el ascensor y el ruido de unas llaves cayendo sobre el cristal de la mesa.

                -¿Jul? Acabo de terminar el turno… ¡Adivina! Son las siete y llegas tarde-Dijo la voz entusiasta de Mathilde, acercándose a la cocina.

Julieta se limpió las lágrimas y se aclaró la garganta, antes de formar una sonrisa y darse la vuelta. Mathilde estaba apoyada en el marco de la puerta, cruzada de brazos. Aún llevaba la parte de arriba del pijama de cirujana. 

                -Buenos días-Murmuró sin mirarla-Si, llegó tarde… resulta que no me ha sonado el despertador, ya que lo apagué a las cuatro, cuando mi querido hijo empezó a berrear. Pensé en que podía dormir media hora más, pero en vez de atrasarlo lo apagué… lo apagué y ahora llego tarde. Aunque mi jefa soy yo así que supongo que no pasa nada…-Hizo una pausa, tragando saliva, percatándose de lo desquiciada que parecía-Necesito un café.

                -¿Eh, estás…?-Pregunto Mathilde, cogiéndole el brazo.

                -Muy bi…-Empezó a decir, dejando la taza con violencia sobre la piedra. La frase quedó en el aire cuando sus miradas se encontraron. No podía ocultar que la reciente pesadilla le había afectado hasta el punto de sentir que la angustia estaba allí, en aquella cocina-Estoy cansada. He tenido un sueño horrible.

Los labios de Mathilde se elevaron hacia arriba, formando una sonrisa tierna.

                -¿Quieres que lo hablemos?

Negó varias veces, pero finalmente aquella cuerda usada y maltrecha, acabó por ceder y liberarse. Se apretó el oyente de la nariz y suspiró.

                -Echan unas películas aterradoras de madrugada y supongo que no debí verla, dados mis antecedentes.

                -No, no debiste…-Reconoció con una sonrisa-Llevas una semana maratoniana, ni siquiera he visto a Andrew por aquí.


Su nombre hizo que se espabilara completamente. Llevaban varias semanas saliendo juntos, pasando los días libres entre su ático del Upper East Hyde y la casa de Brooklyn, cenando en sitios caros, conociéndose y divirtiéndose mientras empezaban algo que sabía mejor que bien. Pero esa última semana, sólo habían quedado para comer un par de veces. El resto del día, jugaban a ignorarse dentro del bufete.

Aunque el trabajo no era la única razón para que las cosas se enfriarán, por mucho que Julieta se esforzara en que así fuera.

                -Llevo unos días muy liada. Además hoy tengo el reportaje para Vogue.

                -No me pongas excusas. Sé en qué día vivo-Dijo Mathilde, frunciendo el ceño-Pesadillas… te vuelcas en el trabajo, estás de un humor de perros. Es normal que lo pases mal en el aniversario… de lo que pasó aquel día.

Acababa de dar en el clavo. De nuevo recordó la imagen de la pesadilla y lo doloroso que era, tanto como aquel día. Miró a su amiga y se encogió de hombros, dándole un sorbo al café. No quería hablar de eso. Nunca, a ser posible.

                -Da igual-Contestó con un suspiro-¿Hoy te quedas tú con Isaac hasta la hora de comer?

                -Sí… y después viene tu madre a por él. Está todo controlado por aquí.

Se quedaron en silencio, saboreando el café, como si fuera la única cosa que podía consolar el sueño del prematuro día.

                -Tienes unas ojeras horribles, no te ofendas-Bromeó Julieta.

                -Seguro que no peor que las tuyas. No te asustes al mirarte al espejo.

                -¡Oh vaya! Estás muy ingeniosa por las mañanas-Exclamó con ironía-Intenta dormir algo antes de que ese niño llorón no te deje. Puede ser muy convincente.

Mathilde bufó, levantándose de la silla. Se acercó y le dio un beso en la mejilla.

                -Me lo llevo a mi habitación. Intenta bajar el ritmo, anda-Le dijo, acariciando su pelo despeinado-Buenas noches.

                -Buenas noches.


Cuando llegó al bufete, pasó por los pasillos con la cabeza gacha, evitando conversaciones innecesarias que le acentuarán la jaqueca que tenía. Saludó a su secretaria con un movimiento rápido de la mano y se metió en su despacho con rapidez. Respiró hondo y miró abatida la mesa llena de papeles, antes de dejar el maletín encima. En unos segundos, llamaron a la puerta.

                -Julieta, te has dejado el café-Le dijo Lydia, asomándose con prudencia.

                -Ah, sí. Lo siento, pasa-Contestó Jul-¿Sabes si han llamado de la revista?

                -No, no han llamado, supongo que mantienen la cita… ¿No estás ilusionada? ¡Es Vogue!-Exclamó con entusiasmo-Y llevarás un alucinante vestido de Prada. Será tan elegante… ¿Cómo dijiste que se llamaría el artículo?

                -Los márgenes del éxito en la veintena.

                -Madre mía ¿De verdad que no estás nerviosa? Es una portada. De Vogue-Repitió pausadamente, moviendo la cabeza con cada frase.

Estaba empezando a cansarle tanta expectación. No es que no se sintiera afortunada, era un sueño salir en la revista de moda más prestigiosa del mundo… pero era incapaz de ponerse a saltar con la mañana que llevaba.

                -Lo sé…-Murmuró, con una sonrisa demasiado entusiasta-¡Es genial!

                -Bueno, tengo trabajo. Ahora te traigo los informes que me pediste.

                -Gracias Lydia.

Antes de que se cerrara la puerta, se oyó de nuevo el sonido de los nudillos en la madera. Volvió a suspirar con cansancio, poniendo los ojos en blanco.

                -Pasa…

                -Tu entusiasmo tan temprano es admirable-Murmuró Andrew, cerrando la puerta.

Julieta pegó un salto, dirigiendo la mirada hacia él. Sonrió, está vez con gusto y observó cómo se acercaba con pasos elegantes. Tenía ese aspecto fresco de todas las mañanas, esa vitalidad infinita que conseguía agotarla. Se inclinó y la beso con rapidez sobre los labios, apoyando sus brazos en la silla.

                -Buenos días-Susurró Julieta en su oído-No deberías estar tan cerca, señor Baker.

                -Ah, cierto. Secretos…-Reconoció él, retrocediendo. Se sentó enfrente de ella, separados por la enorme mesa del despacho-¿Cómo estás? Anoche no me cogiste el teléfono.

                -¿Anoche?-Repitió y se quedó pensativa-¡Ah! El móvil… Soy un desastre. Anoche lo dejé en el bolso. Murió… y no me he dado cuenta hasta esta mañana, que no aparecía. Lo siento.

                -¿Otra noche de juerga?-Preguntó él, con gesto cómplice.

Asintió, apoyando la cabeza sobre su mano.

                -Ya van unas cuentas. Hoy mi madre llevará a Isaac al pediatra… espero que me digan que han legalizado los sedantes para bebés y que puedo darle uno esta noche-Bromeó Julieta.

                -Crucemos los dedos-Añadió Andrew. Permaneció un rato en silencio, antes de hablar otra vez-En realidad quería invitarte a cenar… o a dormir. Míralo como quieras.

No pudo evitar reírse ante esa invitación. Andrew le hacía reír con facilidad y esa era una de las maravillas de él.

                -Esta semana Mathilde trabaja por la noche… y mi madre tiene que estar agotada también. Así que…

                -¿Y si hacemos un trato?-La cortó- Yo preparo la cena y cuido a Isaac esta noche, mientras tú duermes. Tengo sobrinos y dotes de niñera profesional.

El plan sonaba a música celestial en los oídos de Julieta.

                -¿Y qué te llevas tú?

                -Verte con mejor cara. Te confundirían con un doble de The Walking Dead.

Julieta abrió mucho los ojos y le lanzó un boli con fuerza, que fue interceptado antes del impacto.

                -No te pases-Murmuró ella con enfado. Después bajó la mirada a su agenda, meditando sus posibilidades- Puede que sea una buena oportunidad para que os conozcáis.

Las mejillas de Andrew se encendieron. Sonrió con plenitud y se acercó con rapidez besarla.

                -¡Eh! Lydia puede venir en cualquier…-Murmuró Julieta, intentando que sus labios le dejaran terminar la frase.

                -Calla. Estamos repasando cuentas. Tengo que concentrarme-La cortó él, poniéndole el dedo índice sobre la boca.

                -Andrew…

                -Julieta.

                -Para-Sentenció, apartándose de su lado con un giro de la silla-Soy tu jefa…

                -Uh, golpe bajo.

                -Tienes que dejarme terminar esto. Después soy toda tuya, podemos ir a comer a esa cafetería que hace “las mejoras hamburguesas de la manzana.”-Exclamó, imitando su tono orgulloso- Según tú.

                -No te atrevas a jugar conmigo, Pope. Nos vemos a las doce y media.

Después de comer, Andrew insistió en acompañarla a Vogue para el reportaje. Se presentó como su asistente personal, un puesto creíble, dado el aspecto físico que presentaba con ese traje gris.

La revista estaba abarrotada de gente que corría de un lado para otro por los pasillos blancos, llenos de retratos que algún día habían ocupado una portada. Julieta sintió por primera vez que estaba nerviosa. Era Vogue, un lugar que desde niña había visto tan lejano y maravilloso. Ahora, ese mismo lugar la quería a ella como imagen y eso empezaba a hacerle cosquillas en el estómago.

Mary Cole, una asistente de aspecto muy del sitio donde trabajaba, los recibió con una gran sonrisa. Una mujer joven y muy, muy delgada, de aspecto sofisticado que se paseaba como si tal cosa con unos zapatos que le otorgaban varios centímetros de altura. Llevaba un impecable traje negro que hizo que Julieta cuestionara lo que había elegido para llevar aquel día.

                -Hola, señorita Pope. La estábamos esperando-Dijo con entusiasmo, después se fijó en Andrew, como si su presencia hubiera pasado desapercibida hasta ese momento- Y usted es…

                -Andrew Baker, asistente personal de la señorita Pope-Se presentó, estrechando su mano.

                -No habíamos hablado nada de asistentes, espero que no nos dé mucho la lata-Bromeó, mirando a ambos-Pasen por aquí, tienen que conocer al equipo.

Cuando acabaron las presentaciones pertinentes, todo se transformó en idas y venidas de expertos maquilladores, peluqueros y asesores pegados a sus teléfonos. Todo parecía perfectamente milimetrado para que nada se les escapara. Después de la sesión de maquillaje, a Julieta le costó reconocerse en el espejo. Habían eliminado todo rastro de cansancio de su rostro e intensificado sus facciones hasta el punto de ser misteriosamente dramáticas. Su pelo no había cambiado mucho. Quizá algo más despeinado de lo que ella acostumbraba.

                -Dios mío…-Susurró, algo mareada y abrumada.

                -Lo sé, muchas tienen esa reacción cuando acabamos con ellas-Contestó William, uno de los maquilladores-Tienes que esperar aquí hasta que te traigan el vestuario.

                -Vale.

No tardó mucho en llegar. Un perchero hasta arriba de prendas de alta costura que haría que cualquier mujer se replanteara su integridad para conseguirlas. Lo llevaban dos chicas un poco despistas que sonrieron tímidamente y salieron deprisa de la habitación. De nuevo estaba sola. Se permitió echar un vistazo a la ropa, pero justo cuando sus manos rozaban el metal, entró el director de imagen. Un tipo cuya imagen, lograba llamar la atención de cualquiera. Calvo y bajito, asombraba con sus pantalones verdes, camisa estampada y pajarita roja.

                -Hola querida, estás fabulosa. Déjame que te diga que he hablado con Mary y no debes preocuparte por eso-Murmuró muy cerca de su oído.

Julieta no tenía ni idea de lo que hablaba, pero luego recordó la conversación a la que se refería y le sonrió, asintiendo varias veces.

                -Sí, claro… No estaba segura del vestido tan… abierto. Ya sabes, se me ve un poco la cicatriz y…

El hombrecillo de pantalones verdes la cortó con un ligero movimiento de su mano.

                -Una palabra, querida; Photoshop-Exclamó, con acento marcado, abriendo la funda del alucinante Prada. Largo y de escote simétrico en V, de color plateado.

                -Madre mía, es alucinante-Exclamó con asombro Julieta, quitándose el albornoz.

La prenda quedaba perfectamente ajustada a su cuerpo, haciéndole un favor a su figura y al maquillaje, que ahora cobraba sentido, enlazándose con los brillos metálicos. Julieta se quedó con la boca abierta al ver su aspecto. Se río con nerviosismo y dejó de observar su reflejo.

Ahora notaba la transcendencia de todo aquello, que la verían miles de mujeres, que leerían sus palabras con expectación.

Al quedarse sola, tuvo la sensación de que le retorcían las tripas y quiso vomitar.

                -Guau-Exclamó Andrew, entrando silencioso a la habitación. Se dio la vuelta y lo miro con angustia. De pronto, notó frío, recorriendo cada parte de su cuerpo y corrió a abrazarle. Se quedó en silencio, temblorosa, mientras sus brazos la estrechaban en su pecho-Eh, ¿Qué pasa? Vas a estropear…

                -Es demasiado. No me ha dado tiempo a pensar lo que quiero decir. Y es Vogue… ¿Sabes cuantas personas leen esta revista? Se supone que quieren oír lo que tengo que decir… pero no sé lo que debo decir-Se separó de él y lo miró fijamente-Van a corregir mis… imperfecciones-Siguió, mirándose el escote-Creo que no deberían, no quiero engañar a nadie. Y hoy no es un buen día, no he dormido, he tenido una pesadilla… este vestido es…

                -Respira, venga-La cortó él, cogiéndola por los hombros-Respira hondo. No pienses en nada. Eres tú, y tú siempre sabes que decir. Así que acaba con esto… después cenaremos con tranquilidad y descansaremos de este día tan agotador ¿Sabes la cantidad de personas extravagantes que hay por aquí, para reírnos luego?

Encontró en sus palabras algo de ánimo. Asintió con una sonrisa y decidió dejarse llevar durante las horas que le quedaban en las oficinas de Vogue, que fueron menos agónicas de lo que esperaba. La sesión de fotos resultó divertida, no le costó mucho dejar de lado la timidez y posar a la cámara con las instrucciones que le daban los expertos, con toda esa cantidad de prendas de verano. La entrevista, por otro lado, fue algo agónica. Tocaron todos los temas posibles; trabajo, vida personal, enfermedad… No en profundidad, pero si lo suficiente para que las preguntas se alargaran en minutos interminables.

El resultado, un reportaje “sin demasiado Photoshop” para el mes de Julio que consiguió dejarla satisfecha.


De camino a casa de Emma, Julieta se quedó dormida en el taxi. Al despertar, Andrew seguía allí, con Isaac en brazos, mientras le hacía carantoñas que le provocaban dulces carcajadas. Sonrió, aún con los ojos entreabiertos, disfrutando de la imagen.

Hasta ese día no había visto clara la idea de Andrew siendo algo para Isaac. Pero ahora, se arrepentía de no haberlo descubierto antes. Sin embargo, una parte de ella, pequeña y tímida, no podía dejar de sentir miedo, porque ese algo no pudiera durar, de que ese sentimiento maravilloso de olvidarse del pasado y sonreír, acabara.

¿Y si estaba acercándose a algo maravilloso, con fecha de caducidad?

                -Hola, bella durmiente. Isaac y yo estábamos riéndonos de tus ronquidos-Bromeó Andrew, entregándole al bebé.

Isaac le sonrió y la abrazó con fuerza por el cuello.

                -Parece que has hecho un nuevo amigo ¿Verdad, cariño? Hola!-Dijo Julieta, con voz infantil. Después levantó la cabeza para dirigirse a Andrew con pesadez-Y no, yo no ronco.

                -¡Mamá!-La llamó Isaac con un grito, declarando que necesitaba toda su atención.

                -Eh, tranquilo colega, no quiero quitártela-Susurró Andrew, acercándose más a los dos-Es alucinante, Jul.

Julieta frunció el ceño y le dio un manotazo en el pecho.

                -Venga, no me digas que te has emocionado por un bebé…-Se burló, consiguiendo que se riera.

                -¿Me vas a hacer esto siempre?

                -¿El qué?

                -Derrotarme en cuanto tienes oportunidad.

Ella le sonrió con timidez, negando para sí. Andrew deslizó la mano hasta la suya y la estrechó con fuerza.

                -Pensaba que querías dejarme, esta semana has estado tan fría… Creí que habías reflexionado mejor lo de las… relaciones laborales.

                -No, claro que no… Es que… Hace un tiempo que…

Antes de que terminara la frase, el taxi paró frente al edificio. Julieta esperó a llegar al ático para retomar la conversación, aunque Isaac no era el único obstáculo que tenía por delante. Allí estaba Mathilde, sentada sobre el sillón, con los ojos muy abiertos, fijos en ellos.

                -¡Hola! No esperaba tanta compañía para cenar-Exclamó divertida, levantándose-¿Dónde está mon petit?-Arrancó a Isaac de sus brazos y lo sostuvo, dando saltitos- ¿Qué tal en Vogue?

                -Agotador…-Empezó a explicar Jul, dejando escapar un suspiro.

                -Ha estado preciosa y encantadora-Terminó Andrew, dedicándole una sonrisa.

                -¡Genial! ¡Lo sabía, claro que lo sabía!-Exclamó, pellizcándole el brazo-Iba a pedir pizza, ¿Queréis?

Julieta se tumbó en el sofá, al lado de Andrew, que sostenía sus pies y cerró los ojos.

                -Suena bien-Admitió-Pizza para todos.

Estaba agotaba, sentía que su cuerpo se alejaba, atrapado en las garras de los confortables cojines. Abrió los ojos de nuevo para vislumbrar el rostro de Andrew, observando el televisor…hasta que sus párpados se rindieron y volvió a cerrarlos, ésta vez lejos del ruido y la consciencia.

Fue como un fogonazo; Rápido, efímero... De repente, volvía a estar en ese pasillo, corriendo para llegar a ese ascensor que se cerraba inevitablemente.

Y de nuevo vacío.

Como las anteriores veces, se miró el vestido y descubrió la sangre, el cuchillo… La consecución de la misma pesadilla, repetida una vez más.

Pero algo cambió. Unas manos la agarraron. Otras manos. Sintió frío y luego miedo. Quería correr, aunque era imposible, dado que realmente no estaban en ningún sitio.

No era Elliot. Era algo siniestro… Un fantasma que hacía su primera aparición en esa escena macabra.


Abrió los ojos, dando un salto en el sofá. Estaba de vuelta. Miró a Andrew, jadeante, mientras su corazón se esforzaba por bombear con velocidad. Él la observó confundido una milésima de segundo, antes de reaccionar.

Otra vez esa angustia, ese frio… La pizca de tranquilidad al descubrir que no era real, las lágrimas silenciosas intentando borrar la imagen de ese espectro.

                -Jul ¿Qué te pasa? ¿Estás… bien?-Inquirió él, asustado, sujetando sus hombros-Eh, ¿Qué te pasa? Tranquila…

Pero era imposible que le hiciera caso. No había sido como la vez anterior, como cuando la imagen de su retina era la de Elliot. Esta vez era incapaz de controlar sus instintos. Se apartó de Andrew, poniéndose en pie.

                -No…es… nada-Jadeó.

Todo le daba vueltas, y la cabeza le dolía horrores. Tanto que se sintió tan enferma como hacía unos meses.

                -Julieta…-La llamó Matilde, saliendo de su habitación. Llegó hasta ella y la cogió por los brazos- ¡¿Qué pasa?!

Jul la abrazó, llorando, incapaz de contenerse. 

                -Ha sido una pesadilla… una pesadilla…-Explicó, pausadamente, haciendo un esfuerzo por volver a respirar.

                -No pasa nada, no pasa nada-La tranquilizó ella-Andrew, coge a Isaac, por favor. Está llorando.

Ambas se sentaron en el sillón, sin separarse un momento. Julieta descansó la cabeza en el pecho de Mathilde, esforzándose por borrar esa imagen. Pero era algo imposible.

                -La maté…-Susurró, mirando a un punto en el infinito.

Pasaron segundos silenciosos, hasta que volvieron a hablar. Mientras tanto, las ideas se apelotonaban en su mente. Lo que creía que había pasado esa noche, lo que realmente había pasado. Lo que nunca tenía que haber ocurrido. 

                -Cariño, dime si estás teniendo una alucinación. No pasa nada ¿Vale?-Siguió Mathilde, acariciándole la frente.

                -No lo sé… Elliot ya no estaba, no estaba allí. Ha sido una pesadilla… aunque parecía real-Balbuceó, confundida.

                -Está temblando-Dijo la voz de Andrew, por primera vez-Deberíamos…

Su voz hizo que despertara completamente, que empezara a vislumbrar esas imágenes como algo lejano y falso. Estaban en su apartamento y su comportamiento era el de una loca. Se sintió avergonzada y se llevó las manos a la cara, separándose de Mathilde.

                -Lo siento… lo siento. Creo que he tenido un ataque de pánico o algo así… debe ser… el cansancio... la falta de sueño-Explicó, alterada. Dirigió la vista a Andrew, cuya expresión resultaba difícil de descifrar-Lo siento tanto.

Él no respondió inmediatamente. Fue hasta su lado y le besó la frente, rodeando su cara con ambas manos.

                -No hagas eso más, o me replantearé lo de dormir contigo más veces. Es un aviso, Pope.

Los labios de Julieta se elevaron hacia arriba con timidez.

                -Estoy genial, de verdad.

Mathilde se puso en pie, inquieta y la observó unos segundos.

                -Y mejor que vas a estar… Tengo algo con lo que dormirás como un tronco, sin sueños-Dijo, desapareciendo en la habitación-¡Lo guardaba para alguna venganza personal, pero ahora también podemos usarlo!

                -Vaya, drogas gratis-Bromeó Andrew, acariciando su rodilla.

                -¿Y Isaac?-Preguntó Julieta, con prudencia.

                -Jugando en esa especie de jaula blandita.

La abrazó, acomodándola en su pecho, logrando reconfortarla con ese contacto, incluso por difícil que resultara cuando no podía más que pensar en Elliot y sus fantasmas.

Mathilde volvió con algodón y una aguja, que introdujo en su brazo sin decir nada más.Sintió un ligero pinchazo. Nada a lo que no estuviera a costumbrada. 

                -Te veo mañana-Susurró él, junto a su oído.

                -No, quédate aquí, conmigo…

No pudo escuchar su respuesta, porque el sedante pronto hizo efecto, y tal como había prometido Mathilde, no hubo sueños, ni pesadillas… Sólo descanso.
               




1 comentario:

  1. Como siempre, siento el retraso, pero tengo otro trocito para este finde, en compensación.
    Espero vuestras opiniones :)

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