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"Una novela debe mostrar el mundo tal como es. Como piensan los personajes, como suceden los hechos... Una novela debería de algún modo revelar el origen de nuestros actos" Jane Austen.

sábado, 9 de marzo de 2013

Capítulo 13






-Levántate, tenemos que estar en casa de mis padres a las doce y media- regañó Elliot a Julieta por cuarta o quinta vez, mientras se ponía unos pantalones vaqueros.

-No… Me duele la cabeza. Por favor- se quejó ella desde la cama, con voz ronca.

-Se llama resaca.

-Creo que nunca había bebido así.

-¿Nunca?- Elliot soltó una carcajada- Imposible. Conociéndote...

-He estado estudiando toda mi vida… No he tenido mucho tiempo- soltó de mal humor, sumergiendo la cabeza debajo de la almohada otra vez, después de dedicarle una mueca de desagrado

-Julieta…-La llamó Elliot, tirando de la sabana para destaparla. Ella se sentó encima de la cama y lo miró con una sonrisa fingida.
Estaba justo delante de ella, A pesar de todo.

-Sigues aquí. Yo… creía que… Me he despertado cientos de veces esta noche, pensando que no estarías, pero ahí estabas, durmiendo- murmuró, jugueteando con la camiseta. Elliot recogió la ropa de encima de la silla y comenzó a doblarla, evitando mirarla- Háblame Elliot… sé que estás enfadado.

Y necesitaba que lo soltara antes de que tuvieran demasiadas cosas que echarse en cara, que aquello empezara a resquebrajar ese algo que lo hacía inevitablemente irresistible.

Él paró en seco, en medio de la habitación y suspiró. Se sentó en el colchón, alejado de ella. Julieta aguantó la respiración hasta que los labios de Elliot se abrieron para liberar las palabras. Notó un cosquilleo en el estómago, seguido del calor de sus mejillas.

-No estoy enfadado. Quizá confuso por no saber nada de ti. Por no saber la razón por la cual tu no… Bueno, ¡Tienes un hermano! Dios… ¡Sois mellizos! Es flipante...-explicó Elliot, enunciando las palabras mientras parecía medirlas en su mente. Julieta no se atrevía a mirarlo durante más de tres segundos seguidos y se esforzaba en retorcer las sábanas que la ocultaban detrás de la vergüenza que sentía.

-Mira, yo… corté todo contacto con él desde el día del accidente. Aunque eso no justifica el hecho de que no te lo contará, lo sé-respondió en un murmullo y le agarró la mano- Lo siento, soy una mierda.

-Tu hermano, Charlie ¿No sabe que tú tienes…?-empezó a preguntarle, con cautela.

-No, no… y necesito que siga siendo así... Ahora al menos-contestó, en tono de suplica.

Se levantó de la cama y fue hasta el armario, esperando que eso diera fin a la conversación. No se veía capaz de seguir manteniendo la compostura con el tema.

-¿Por qué?

Él la miraba con la duda reflejada en sus pupilas, ansioso y hambriento de información. Debía confesar, aunque no fuera la cosa más sencilla del mundo.

-Por qué no se lo merece… Después de todo lo que ha pasado, por lo que ha hecho por mí- dijo mientras buscaba algo entre la ropa colgada en el armario, dándole la espalda, notando la angustia creciendo en su pecho. Se limpió una lágrima rápidamente con el brazo, antes de que se pudiera notar la emoción incontenida y que eso acabara con la Julieta fuerte..

-¿Hay algo más que deba saber?-formuló Elliot de nuevo, sentado en el borde de la cama.

Julieta elevó los labios un poco, dirigiéndose a él. Lo hizo y se aproximó a la cama con una mueca divertida. Le agarró las manos y tiró de ellas, obligándole a levantarse.

-Abrázame-suplicó Julieta, mordiéndose el labio. Él lo hizo obediente y ella le besó en el cuello con ternura, aspirando su olor, esperando el momento para seguir sincerándose-Hay algo más.

Elliot se apartó un poco de ella y la examinó con el ceño fruncido.

-Voy a volver a trabajar. Estoy bien para volver-le convenció emocionada y le besó en la mejilla- Leer y ver la televisión está bien… Pero no es suficiente.

-¿Te aburro?-bromeó Elliot y acarició su cuello con los dedos.

-Claro que no, tonto-rió ella con ganas y lo empujó a la cama-O si... Bueno, será mejor que me prepare, llegaremos tarde- Fue hasta la cómoda de su habitación y abrió uno de los cajones. Su rostro cambió de repente-Elliot...-dijo en un silbido al ver la cajita alargada que estaba escondida entre la ropa interior.

-¿Qué pasa?-preguntó él, extrañado.

-Hoy es navidad... Oh dios, lo siento- volvió a su lado y se abalanzó encima de él-Feliz navidad-murmuró refunfuñada, sosteniendo la caja en alto- Esto lo hice para ti, tenía planeado dártelo anoche... Soy una imbécil  -le tendió el paquete alargado y rectangular envuelto en un papel rojo y rodeado con un lazo dorado. Elliot se aclaró la garganta y lo sostuvo sin saber que decir.

-Julieta…- empezó a decir y la miró unos segundos para después volver a observar al regalo.

-¡Vamos! Ábrelo, venga.

Estaba ilusionada por ver su expresión. Elliot desató el lazo y abrió el papel con cuidado, pero, sin poder aguantar más, se lo quitó de las manos, resoplando, y lo rompió con violencia, dejando al descubierto una caja de madera antigua.

-¡Eh! -protestó Elliot, divertido.

-Odio esperar.

Examinó con detenimiento la caja. Tenía una pintura en su superficie, que parecía salida de una postal. Un pequeño puente de piedra que atravesaba un río de agua cristalina, rodeado de árboles y de puntitos que imitaban miles de flores de colores.

-La hice cuando era pequeña-dijo Julieta, con las mejillas encendidas.

-Es... realmente preciosa- admitió Elliot y la besó, entrelazando los dedos en su pelo enmarañado-Gracias.

-Lo importante no es la caja, es lo que guarda-le confesó y se frotó las manos, alzando las cejas-Ábrela.

-¿Esto no será uno de esos juegos en que, de una caja sale otra caja, y dentro hay otra caja y otra, pero luego sólo hay una nota que dice “Feliz Navidad, idiota” no?- le pregunto.

Sabía que su intención era culminar con su paciencia, así que puso los ojos en blanco y bufó cansada. Cuando por fin abrió la caja, examinó el papel escrito que había en su interior.

“Prepara tu maleta. Acabemos el año lejos de Nueva York”

-¿Qué? ¡¿Qué estás...?!-exclamó Elliot, aturdido, con los ojos fijos en la nota, sin dar crédito a lo que rezaba ese puñado de letras.

Lo miró ilusionada, intentando alargar la sorpresa el mayor tiempo posible, disfrutar de su expresión incrédula, de esa mirada infantil en esos preciosos ojos.

-Pues que, si quieres, o si puedes... mañana podemos irnos- explicó ella con emoción. Elliot la empujó hacia él y la besó, tumbándola en el colchón con urgencia. Se colocó encima de ella y la besó, entre su carcajeante sonrisa.

-Estás loca- le soltó, mirándola fijamente. Entonces frunció el ceño. Aún no estaba todo resuelto- Espera… ¿A dónde vamos?

Julieta miró al techo aguantando la risa. Era el momento que llevaba imaginando desde que decidió su regalo.

-Eso es una sorpresa. Lo siento-confesó con entusiasmo y acarició su barbilla con los dedos.

-Eres... perversa… ¿Crees que voy a estar tranquilo así?

-No te queda de otra, Elliot Evans-susurró en su oído.

Después le guiño un ojo y lo besó en la mejilla, antes de levantarse de la cama. Entró en el baño y cerró la puerta tras ella, accionando el grifo del agua caliente de la bañera.


-Bueno, si estamos con esas… yo no te daré mi regalo hasta que confieses-dijo Elliot en voz alta, al cabo de un rato. Julieta sonrió para sí y abrió la puerta del baño, envuelta en la toalla.

-¿En serio?- preguntó y le sonrió-Así que, ¿Quieres jugar?

-Tú has empezado.

-Bien, bien…- concluyó con gesto divertido y cerró.

Se metió en la bañera y permaneció un rato de pie, dejando que el agua cayera sobre su cuerpo, aún conservando el gesto de felicidad sobre sus labios. Entonces, un recuerdo reciente le hizo cambiar de expresión. Algo que por mucho que quisiese, simplemente no podía dejar pasar. Charlie y las palabras hirientes que le había dedicado. Los ojos empezaron a escocerle, pensando en él, en Teresa y en lo que les estaba haciendo. Aunque cada vez tenía más claro que tenía que contarles la verdad, era demasiado para la presión que sentía al hacerlo y permanecer en la ignorancia, sin ese problema, minimizaba las cosas. Porque la mentira se había esforzado por mantenerla debilitaba como un veneno, un veneno con un antídoto complicado. Superar su propio miedo.


Se secó el pelo y lo recogió en una coleta. Se puso un poco de máscara de pestañas, colorete y pintalabios de color rojo. Era un buen momento para largarse y alejarse de todo ese universo en el que se estaba metiendo ella solita. Novio, padres, vida normal... Desechó ese pensamiento y lo atribuyó a los nervios que le provocaba volver a casa de los padres de Elliot. Incluso peores que los de la noche anterior. Negó con la cabeza al acordarse de su desafortunado momento “Soy huérfana” y de pronto, le vinieron dos palabras a la cabeza, dos palabras que fueron eclipsadas por Charlie y lo que había venido después. Miró fijamente a su reflejo palidecido en el espejo.

“Te quiero”

Esas dos palabras en boca de Elliot. Esa insgnificante frase que el alcohol se había encargado de enmascarar y hacerla pasar de largo, para ahora traerla con violencia. Y tal y como esperaba empezó a pensar que era producto de su invención, o que Elliot lo había dicho sin querer, quizá en un momento de debilidad por el vino de la cena. Tampoco recordaba si le había respondido después, o si el grado de alcohol en sangre le provocó un lapsus mental, que unido al tumor podía ser el desencadenante de unas palabras que realmente no existieron.

Dudas y más dudas.


Al salir, Elliot  ya no estaba en la habitación. Julieta se encerró en el vestidor, buscando unos vaqueros y una camisa de cuadros rojos que pensó quedaría muy bien para la ocasión. Después se puso las zapatillas y bajó las escaleras, esperando encontrarlo allí. En efecto esperaba sentado en el sofá, leyendo un libro de Stephen Hawking con sus enormes gafas negras. Llevaba una sudadera roja que le sentaba muy bien. Dirigió su mirada a Julieta al oírla bajar y le dedicó un gesto cómplice.

-¿Has visto mi bolso?-preguntó ella, evitando mirarle detenidamente.

Sentía que podía explotar en cualquier momento, formar un tsunami de dudas con respecto a su muestra de afecto de la noche anterior. Tenía claro que estaba enamorada, que lo quería, pero precipitarse era un camino demasiado negro para trazarlo sola. Y ya se había emborrachado, había perdido el control y le había mentido, además de lo evidente de ser ella. No podía cagarla más veces.

-Está aquí-dijo Elliot, cogiéndolo de su lado del sofá.

Dejó el libro sobre la mesita y se acercó a ella con el bolso colgado en su hombro. A Julieta le pareció que aún así podía seguir siendo sexy, pese al bolso rojo. Apartó ese pensamiento fogoso y le sonrió, aparentando estar a las mil maravillas, sin ningún tipo de preocupación.

-Estás muy guapa-murmuró y le besó en la frente.

-Gracias, tú también.

Julieta le cogió de la mano y ambos se metieron en el ascensor para ir a comer. En todo el tiempo que transcurrió y mientras iban de una punta de Nueva York a otra, no pudo parar de darle vueltas a todo lo que había pasado en unas escasas doce horas, y era agotador, como si la realidad y todos sus vértices repiquetearan estruendosos dentro de su cabeza para evitar que pudiera centrarse en lo que realmente estaba sucediendo en el presente. Lo demás.



En casa de los señores Evans, Elliot no tardó en notar el cambio en el comportamiento de Julieta, que contestaba escuetamente y reía con desgana a los comentarios elocuentes que salían en la comida. Y Julieta también descubrió que lo de fingir no era lo suyo. Evitó hablar de cualquier tema con la familia, siguiendo la estrategia de meter la boca en el baso de Coca-Cola cada dos minutos y asentir a Helen con entusiasmo cuando se dirigía a ella. Al principio funcionó. Ayudaba que no supieran mucho de ella aún.

Henry estaba demasiado ocupado con sus nuevos juguetes, sobre todo con la ambulancia de Playmobil que le habían regalado Julieta y Elliot. Era incapaz de hacer caso Alice, que le ordenaba, sin resultado, que se sentase en la mesa cada diez minutos (según pudo calcular Julieta). El niño se sentó durante un rato a regañadientes para comerse la sopa y hablo con seriedad de Papá Noel con Julieta, asegurando que lo oyó caer por el tejado por la noche.

-Bueno, chicos, ¿Qué os ha traído Papá Noel?-peguntó la señora Evans a los dos en el postre. Elliot y Julieta se miraron de reojo y sonrieron. Ella se mordió la lengua, notando lo nerviosa que estaba, y supo que no podía salir una explicación normal de sus labios si estaba así de inestable.

-Bueno, Julieta me ha regalado un viaje para pasar año nuevo fuera de Nueva York-respondió Elliot, sin darle mayor importancia, cortando el filete de ternera.

Su madre dejó el tenedor sobre el plato y los miró con los ojos como platos y la boca abierta.

-¡¿A dónde?!-preguntó Alice, está vez. Se dirigió a Julieta y parpadeó varias veces.

Su jueguecito del viaje misterioso con Elliot estaba pasándole factura. Él había decidido vengarse y continuar con el asalto de la manera más rastrera: Nada menos que venderla a toda su familia. Jul le examinó de reojo con odio y él le guiñó un ojo.

-Eh…-intentó responder Elliot, encantado.

-Él no lo sabe. Es una sorpresa-explicó Julieta, respondiendo a su ataque de la mejor forma que podía.

Helen soltó una carcajada y miró a su marido, en una mezcla de ilusión y orgullo. Se llevó las manos al pecho y respiró hondo, luego se volvió a Julieta y le tendió la mano.

-Vaya Julieta, eso es un gran regalo- confesó el padre de Elliot y le dió unas palmaditas a su hijo en el hombro-¿Qué le has regalado tú?

-No quiere dármelo porque no le digo el lugar- admitió ella, haciéndole un puchero. Los padres de Elliot parecían encantados y Julieta se relajó un poco.

-Sam, esto me recuerda al día que compramos nuestra casa- recordó Helen, dándole la mano a su marido. Miró a Julieta con los ojos plagados de recuerdos- Estaba embarazada de Alice y vivíamos en un apartamento, junto a mi antigua pastelería. Él hizo la casa sin que yo me enterara, en secreto… Yo pensaba que me estaba engañando, porque llegaba tarde a casa y no hablaba mucho conmigo. Por aquel entonces ya sabía cuál era el horario de un cardiocirujano, pero incluso los días que no trabajaba salía tarde-lo fulminó con la mirada, mientras Sam intentaba contener la risa.

-Era una gran obra, cielo.

-Un día me dijo que tenía que enseñarme algo… Y claro, yo llevaba mucho tiempo mosqueada. Nos subimos al coche y llegamos hasta aquí. Pensaba que iba a abrir la puerta y enseñarme a su nueva familia.

-¡¿Pensaste eso?!-la interrogó el señor Evans, mirándola con ojos brillantes, como si fuera la única persona en el mundo. Helen asintió, sonrojada.

-Sí. Lo pensé. Entramos en la casa… Estaba vacía. El muy… me dijo: ¿Me ayudas a decorarla? ¡Es nuestra!-dijo, imitando el tono de voz de su marido. Sam se acercó y la besó-Bueno, a los cinco minutos estábamos en el hospital y trece horas después, nació Alice.

Alice estaba encantada oyendo la historia, pro muchas veces que la hubiera escuchado. Elliot le dio la mano a Julieta, que estaba algo emocionada al formar parte de ese momento tan íntimo. Ni siquiera tenía claro como la hacía sentir aquello, y de momento notaba un enorme nudo en la garganta. Para ella era algo completamente nuevo, estar en una casa llena de alegría, sin una pizca de frialdad o falsedad. Solo algo normal, una cena rodeada de cariño por navidad.

-¡Abuelo!-Henry se acercó a la mesa como una bala-Tenemos que irnos a ver a Papá Noel.

-Es cierto-El señor Evans cogió a su nieto y lo colocó encima de sus piernas-¿Estás preparado?

-Tito Elliot ¿Quieres ver a Papá Noel?-preguntó el niño a Elliot. Él abrió mucho los ojos y asintió entusiasmado.

-¡Claro!

-¿Y Julieta?-cuestionó otra vez el niño.

Julieta se atragantó con el trozo de tarta y tosió un poco, llevándose la mano a la boca.

-No, no… Iremos sólo los hombres, Henry-explicó Elliot.

Julieta notó que su corazón se paraba y lo miró aterrada, sintiendo un sudor frío por la espalda. No podía hacerle eso, arrojarla a un interrogatorio seguro de parte de las mujeres de la familia. Ella siempre se había sentido más segura con hombres, después de todo, no estaba acostumbrada a la compañía femenina.

-Eh… Sí, yo me quedaré con tu mamá y con la abuela Helen-fingió ella, con entusiasmo, apretando con fuerza la mano de Elliot.

-Creo que le voy a enseñar a Julieta mis diplomas del instituto-les dijo y los dos se levantaron del sofá- Anoche no tuve ocasión.



Subieron hasta la habitación de Elliot, que estaba en la segunda planta de la casa, al fondo del amplio pasillo. Era una habitación muy grande, como todas las de la casa, llena de cuadros y posters de ciencias y música. Había una pared inundada por una estantería llena de libros, y al otro lado, un escritorio enorme, con un flexo y un calendario de 2001.

Julieta cerró la puerta y lo acusó con el dedo índice, apuntándolo directamente al pecho.

-¿Me vas a dejar sola con tu madre y tu hermana? Eres un pedazo de... -preguntó Julieta, hecha una furia, en voz baja. Elliot se encogió de hombros, dejando escapar una risita- Eres idiota, Elliot Evans.

Se sentó en la cama con los brazos cruzados, sin mirarle. Él se arrodilló delante de ella y le cogió las manos.

-Venga, así estarás más tranquila… Además, ellas te contarán todas las cosas sobre mí que no te dirían en mi presencia.

-Tengo resaca, seguro que digo algo ridículo.

-Tranquila, estaré junto al móvil en todo momento. Si me lo pides, volveré. Te lo prometo.

Julieta se acercó a besarlo. Un beso largo, suave, cargado de frenesí, tanto que Elliot se quedó un poco sorprendido. Al separarse, ella lo examinó con una expresión extraña, la misma que había en los ojos de Helen al mirar a su marido.

-¿Qué?- preguntó Elliot.

-Anoche… me dijiste que me querías-le recordó ella y agachó la mirada, incapaz de mantenerse entera durante más tiempo. Elliot le cogió la barbilla y la observó con una expresión tierna.

-Lo dije porque te quiero. Y sí quieres puedo volver a decírtelo-susurró con sinceridad. A Julieta se le iluminó la mirada y fue con determinación hacía sus labios, pero él la paró- Y no fui sólo yo.

-¿Cómo?-preguntó sorprendida.

-Estabas muy borracha, pero creo que entendí algo cómo: Te quiero, Elliot Evans, estoy enamorada de ti y creo que eres un Dios de la medicina.

Julieta soltó una carcajada y le dio un puñetazo en el hombro.

-Au.

-Perdona, Dios de la medicina- bromeó con voz solemne. Elliot la empujó en la cama , haciéndole cosquillas.

-¡No Elliot! ¡No!- gritó, riendo en voz muy alta- Por favor…

Elliot le tapó la boca, silenciando los gritos.

-Cállate, que nos van a oír.

-Vale, vale…- se rindió Julieta-¿No me vas a enseñar esos diplomas?

-¿Cómo…? Por supuesto que no-sentenció Elliot, desabrochando su camisa-Bueno, si me das una pista del viaje, te enseñaré uno.

-Vale, genial, pero deja de desnudarme, estamos en casa de tus padres-dijo, antes de pensar detenidamente que podía decir sin acabar con la sorpresa- En ese lugar...-hizo una pausa, acercándose a su oído, acariciando su pelo con las yemas de los dedos- es más cálido que Nueva York.

-¿Ya está?-preguntó Elliot. Julieta asintió con gesto burlón- Me has engañado, ¡Bien! Me lo merecía... te enseñaré un diploma. Aunque claramente hayas hecho trampa y no debería hacerlo.

-No te merezco... Dios de la medicina.

Fue hasta la estantería y buscó en el interior de las enciclopedias, hasta que sacó un diploma de entre las páginas de uno de los tomos.

-Toma- dijo, tendiéndoselo de mala gana, como si se estuviera quitando una tirita. Ella lo revisó ante su atenta mirada.

-Primer premio de ciencias. Eras un cerebrito ¿No?- se paró en la imagen de debajo- OH DIOS MÍO… ¿Eres tú?-exclamó al ver la foto del niño de gafas, pegado al diploma. Sostenía dos tubos de laboratorio en alto, con una enorme y cálida sonrisa.

-El mismo- admitió Elliot avergonzado, encogiéndose de hombros-No seas mala, nena.

-Que mono…-admitió ella, observando la foto durante un rato. El Elliot de hacía tantos años llevaba una camisa abrochada hasta el último botón del cuello y sus gafas parecían más grandes de las que tenía ahora -¿Puedo quedármela? La foto...

Elliot la miró con el ceño fruncido, pero finalmente aceptó.

-Bajemos o Henry empezará a ponerse nervioso.

-Bien, intentaré no cagarla… -suspiró Julieta, resignada.



Elliot, su padre y Henry se fueron a los diez minutos. Julieta se quedó con Alice en el salón, mientras la señora Evans preparaba café. Hablaron de Henry durante unos minutos, pero después siguió un largo e incómodo silencio, en el que ninguna de las dos se atrevía a sacar otro tema. El mayor de los problemas era que sabían más cosas de la otra, en concreto del tema médico.

-¿Cómo estás?-preguntó Alice en un susurro. Le dio la mano en un gesto cómplice. Julieta supo a lo que se refería. Durante un tiempo prolongado casi lo había olvidado.

-Estoy bien… Me siento bien- contestó, esforzándose por esbozar un pequeña curva en sus labios -Bueno, ayer no fue mi mejor día.

-¿Te hiciste las pruebas?

-Sí, estuvimos todo el día en el hospital… Fue bien, todo lo bien que puede ir- admitió en un suspiró y miró por la ventana, en un intento de parecer indiferente.

-Ahora a esperar-murmuró Alice. Julieta se obligó a mirarla de nuevo-Sabes que estaré aquí para cuando me necesites.

Algo se accionó en su interior, empezando a notar un nudo en el estómago. Parpadeó varias veces y tragó saliva, evitando llorar.

-Eh… Gracias-susurró, carraspeando la garganta- Lo siento... Ayer en la comida, lo que dije…- Se disculpó, volviendo a la conversación de la cena en la que demostraba su torpeza y el poco tacto que tenía en ciertas situaciones.

-Tranquila, tranquila… Yo, bueno, no estoy muy preparada para hablar de eso, aún escuece… pero Henry es un niño muy curioso, hace preguntas- explicó, iluminándosele la cara.

-Sí… Y yo escupo palabras sin querer-soltó Julieta con ironía, arrugando la nariz- Como por ejemplo, ahora.

Las dos rieron al unísono, hasta que llegó Helen con el café y un zumo de mango.

-Parece que os estáis divirtiendo por aquí- dijo, sentándose a la mesa- Aquí tienes tu zumo, Julieta.

-Gracias, señora Ev… Perdón, Helen.

-Ahora que estamos solas… ¡Confiesa, me muero de curiosidad! ¿Dónde vas a llevar a Elliot?-preguntó en voz baja, acercándose a ella- Y he de decirte que me parece una idea genial que os vayáis unos días.

-Sí me prometéis no decirle nada hasta que mañana nos montemos en el avión… Os lo contaré- dijo, acomodándose en el sillón. Alice y su madre asintieron emocionadas, deseosas de escucharlo- Piana. Un pueblecito situado en la Isla de Córcega… En Francia. 

Las dos se quedaron con la boca abierta.

-¿Vais a Europa?-preguntó Alice, arrastrando la pregunta-Pensaba que no ibais a salir del país. GUAU.

-Sí, viajo mucho y... bueno, hay una casita que era de mi padre.

-Dios mío-soltó Helen- Elliot siempre ha querido ir a Francia.

-¿Ah sí?-inquirió Julieta, tan sorprendida como ellas.

-Sí… Le va a encantar.

-Él ha hecho mucho por mí. Sólo quiero agradecérselo con algo especial- murmuró Julieta, mirando sus manos.

-Cielo- le dijo Helen, poniendo la mano en su regazo y mirándola con ojos tiernos- Nunca he visto a mi hijo tan feliz… Créeme, tú has hecho mucho por él.

Julieta la miró unos segundos en silencio y tragó saliva. El nudo que se esforzaba por controlar, volvía a su garganta, pero esta vez fue incapaz de detenerlo. Se limpió las lágrimas con rapidez, pero Helen ya se había dado cuenta y la abrazó con cariño. Se quedó inmóvil ante ese gesto, pero entonces, la abrazó también.

-Gracias Helen.

Quería sincerarse y decirle que podía hacerle más mal que bien a su hijo. Que tenía los días contados, que iba a acabar con su felicidad y que arrasaría con todo lo demás en el proceso. Pero sólo se atravió a sonreír y seguir con la farsa.


22 comentarios:

  1. Cada día te superas mas, no se si es la historia, o tu forma de escribir, o que es!!? Pero amo tu blog, la historia, TODO. Este capitulo, genial, no hay palabras. :)

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    1. Jo, muchísimas gracias por decirme esto. Intento hacerlo lo mejor que puedo.
      Gracias a ti por leerlo.
      Un besito :))

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  2. Al final Elliot y Julieta son como dos niños por Navidad XD Qué monos ^^ Ya estoy deseando leer lo que va a decir Elliot cuando se entere de a dónde van jaja ME ha gustado mucho el capi Jane, sobre todo por verles a ellos felices y que Julieta descubra que ahora tiene una familia en la que confiar y apoyarse.
    Besos

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    1. MUCHAS GRACIAS :)) Me alegro de que te haya gustado, espero que siga siendo así.
      Un besito.

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  3. Legendarias resacas... ahí.... Nunca he vivido una pero ddebe ser horrible. ME ha encantado! Un beso !!!
    http://macherieladyartiste.blogspot.com.es

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    1. JAJAJAJAJAJA No las recomiendo...
      Muchas gracias :))
      Un besito.

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  4. Que bonito! Me encanta Jane!!
    Tengo ganas de leer como irá elviaje
    un beso

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    1. GRACIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS preciosa :))
      Yo también tengo ganas de que lo leas.
      Un besito.

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  5. Hola! Aquí viene una parrafada de Ana.
    Verás el domingo encontré tu historia y me puse a leerla, y ahora mismo acabo de terminar todos los capítulos, y la verdad es que me ha llegado al corazón de una forma especial no se como explicarlo pero me encanta es genial ya tienes una nueva seguidora, ya me verás dando la lata por aquí ;) sigue así que lo haces genial, es serio.
    Besos :D

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  6. Bienvenida, encantada de tenerte por aquí. Me ha alegrado mucho leer este comentario, de verdad me emociona que digas eso, porque es salgo que escribes con cariño, que esperas que guste y recibir estas opiniones... Es genial.
    Muchas gracias. Y no te preocupes por dar la lata, que me encanta que me la deis :))
    Un besito :)

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  7. :_______________________________)
    Sin palabras :) Es... es precioso. Como todos. Es perfecto, y todos son igual de buenos, incluso mejores. Jo, sé que he tardado mucho en ponerte un comentario, y lo siento, a diferencia de tú, que siempre que subo capítulo, te tengo ahí comentando... :( Lo siento :( Pero hoy por fin he sacado un ratito para coger el ordenador y ponerme a escribir, y entonces me he acordado de tu capítulo 13, y me han venido a la mente las increíbles ganas que tengo de que subas el 14 *____* Así que he decidido venir aquí, y decírtelo, para que lo tengas en cuenta ;)
    Todo se pone cada vez más interesante, y en serio, NO PUEDO ESPERAR AL SIGUIENTE, NI A LOS SIGUIENTES EN PLURAL. NECESITO LEER ESTA HISTORIA, JANE. YA. Y sí, tómatelo como una amenaza si eso te hace ponerte a escribir YA el siguiente :3
    Un besazo, Jane, y de verdad, mil disculpas por el retraso de este comentario... :( Espero el siguiente, ¿eh? Y muchísimas gracias por todo, en serio :)

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    1. Oh DIOS, Que gran comentario. Me encanta que me comentéis así.
      Muchísimas gracias. Hombre, si puedo yo siempre comento, eso no cuesta nada, ni leerte jeje
      Tranquila, ya mismo lo haré... He estado ocupada, pero gracias a tus amenazas, me ha dado la prisa repentina.
      Un besito enorme, me paso por tu blog linda :))
      Muchas de nadas :))))))))))

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  8. Estimada Jane siento la demora por la lectura de tal manuscrito pero esta semana he tenido dos divertidos parciales jajajajajajajjaaj
    MA NCANTAO me he reido mucho con la historia de Sam, que ternura
    Sin van a francia y no comen crepes con nutella no es ir a francia
    jajajaj salu2!!

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  9. PD:Preciosa cancion de Bon Iver

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  10. Hola, yo otra vez, haha, bueno, esta vez vengo a decirte que te he nominado a unos premios!!!! Pasate por mi blog: http://restart-my-life-again.blogspot.com/.

    Besos!!!

    P.D: Espero el otro capitulo con ansias.

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  11. Genial Jane, sigue así, lo estas haciendo muy bien.
    A ver que tienes preparado ahora...
    Vengo de Francia, les encantará aquello ;)
    En fin, creo que no voy a superar ni la mitad de los comentarios que te han escrito y creo que eso debería llamarte la atención porque les gusta tu historia de verdad. Así que ya sabes, no te desanimes nunca y a seguir adelante que tienes muchos seguidores con ganas de leerte :)

    Un saludo enoooorme !

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    1. Gracias :)) Jo, no digas esas cosas que me emociono jeje Espero que os siga gustando como hasta ahora.
      Un besito

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  12. Jane estás nominada en mi blog :D Pásate si quieres para verlo ;)
    http://sieltiempollegatarde.blogspot.com.es/2013/03/premio-liebster-2-parte.html
    Muchos besos y que sepas que me tienes esperando el capítulo 14 ;)

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