Ninguno hablo más
durante esas horas. Julieta estaba en un estado inconexo con la realidad. Veía
pasar los minutos, sentada en la cama, con la mirada pérdida, incapaz de
centrarse en nada o en nadie. Los médicos le decían cosas y le preparaban para
la operación, pero ella solo se preocupaba por él, ese pequeño e insignificante ser hacia el
que sentía un amor extraño. No era como nada que hubiera experimentado antes.
Y estaba feliz
por eso.
Elliot no se
separó de su lado en todo el día, aunque en realidad, era como si no estuviera
en el mismo universo. El abismo era cada vez más inmenso, más aterrador. De vez en cuando la observaba en silencio, mientras debatía
diferentes formas de cambiar el curso de los hechos sin parecer un cabrón absoluto. Y todas empezaban
partiendo de que ese bebé tenía que dejar de existir. Lo único con lo que no
contaba, era que sus planes no iban a salir como esperaba.
-Bueno, nena… Nos veremos después-susurró Elliot a modo de despedida, en la
puerta del quirófano, acariciando su frente con dedos temblorosos.
Julieta acertó a
sonreír y respiro hondo.
-¿Puedes besarme antes de entrar ahí?-le preguntó, temerosa, respirando con fuerza. Estaba aterrada, tumbada en esa camilla, esperando a lo desconocido. Pero sabía que fuera lo que fuese, necesitaba su calor para afrontarlo.
Elliot tragó
saliva para aguantar ese nudo que empezaba a reflejarse en sus ojos vidriosos.
Se acercó y la besó con fuerza, derramando una lágrima silenciosa mientras lo hacía. El
tiempo se detuvo esos segundos, hasta que se separó poco a poco. Ella aguantó la respiración, memorizando su rostro. Sus ojos, su nariz, sus perfectos labios, aquella incipiente barba de tres días...
-Te quiero-dijo Elliot, imitando lo que parecía una sonrisa.
Julieta notó que
tiraban de ella, apartándola del contacto de la mano de Elliot, de la que hasta ese momento, no había tenido constancia. Miró hacia otro lado, incapaz de hacer frente a esa
amarga despedida y lo que le llevaba a sentir. A su lado estaba la enfermera Shirley, con gesto calmado, enfrascada en su rutina. Intentó centrarse
en ella, pensar en su historia, su familia… Tenía un rostro simpático y sus
ojos color miel mostraban una mirada tranquila. Imaginó que tendría una casa
modesta, a las afueras, rodeada de parques y árboles. Debía tener varios hijos, y todos irían los domingos
a comer y llenarían el salón de las risas de sus nietos. Unos niños preciosos que
correteaban a su alrededor.
La envidió por aquella supuesta y maravillosa vida. Nunca había querido algo así para si misma… alguien centrada en su trabajo y
su deprimente vida social, preocupada por su imagen en la opinión pública y por ser una excelente abogada hasta que su vida se terminara. Sin amor, ni complicaciones. Porque ese conjunto de banalidades no importaban lo más mínimo desde que se enteró de que tenía cáncer, incluso antes. Pero las circunstancias habían cambiado desde que llegó él, trastocando por completo su percepción de la vida de un modo inimaginable.
Cuando se dio
cuenta, estaba en esa sala. Una enorme luz azulada se situaba encima de su
cabeza y varias personas con mascarilla la rodeaban.
-Bien Julieta, quiero que cuentes hasta diez en voz alta-Le explicó uno de
los médicos poniéndole una mascarilla sobre la cara.
Ella le miró y
comenzó a hacerlo lo mejor que pudo, controlando su voz temblorosa.
Hasta que todo
desapareció en el número tres.
<<Elliot
estaba mirándome desde la superficie de una gran escalinata blanca y
reluciente. Me miraba enloquecido, con una diabólica sonrisa. Tenía una bata
azul, de cirujano, cubierta de sangre y llevaba algo entre las manos… envuelto
en una manta. Que también estaba cubierta de manchas de ese líquido rojo.
-Lo he solucionado-Habló sin
mover los labios y extendió sus brazos.
Poco a poco iba
divisando el contenido de los mismos. Era algo pequeño. Muy pequeño…, Sin vida>>
-Cariño… ¿Puedes oírme?-Dijo Elliot, acariciando el hombro de Julieta.
-Es normal que esté aturdida y somnolienta-Informó el doctor Jacobs.
-Lo sé. Pero lleva demasiado tiempo dormida-Añadió Elliot, con tono
preocupado.
Julieta se
removió un poco antes de abrir los ojos con gran esfuerzo. Él se percató y se
acercó con rapidez. Le cogió la mano con suavidad y la apretó un poco,
intentando hacerle ver que estaba ahí.
-Nena… ¿Sabes dónde estás?
Tardó un momento
en ordenar su mente. Era como acabar de caer desde una nube y el golpe no era
muy agradable.
-Joder…-Consiguió decir con un
quejido.
La pregunta de
Elliot resonaba con pesadez. Sabía dónde estaba, pero le costaba encontrar
fuerzas para sacar las palabras de sus cuerdas vocales.
<< ¿Sabes
dónde estás?>>
-En el hospital-Contestó en un
silbido.
Elliot sonrío con
los ojos anegados en lágrimas y le besó la mejilla.
-Todo ha ido bien, cielo-Le
explicó él con entusiasmo.
-Te lo diré cuando no vea a
gente muerta-Bromeó Julieta y consiguió que sus labios se elevarán hacia
arriba. Era extraño, pero cada acción le suponía un esfuerzo excesivo.
Peter Jacobs se
acercó a ella y miró los datos de su monitor.
-La operación ha ido muy bien,
Julieta-Dijo.
De repente, hubo
algo que la sacó de ese estado. Se incorporó deprisa, lo que le costó un
horrible mareo, acompañado de un dolor punzante en las sienes. La máquina
comenzó a aumentar la distancia entre un latido y otro.
<<Ese
horrible pitido-Pensó ella mientras se llevaba la mano a la cabeza >>
-¿El bebé…?-Preguntó con desesperación y los miró
a los dos.
-Tranquila… Está bien-Dijo Peter
y le dio unas palmaditas en el hombro-Los dos estáis bien.
Elliot estaba
pálido, mirándola con los labios apretados, crispado de horror. Julieta le echó
un vistazo y frunció el ceño. No podía comprender el porqué de su gesto al oír sus palabras.
-Tengo una operación, nos
veremos luego-Se despidió el doctor Jacobs.
Ambos asintieron
como autómatas, sin dejar de observarse el uno al otro en silencio. En la
habitación el ambiente, se podía cortar con cuchillo.
Los dos empezaron
a atar cabos sueltos. Ella se había dado cuenta de la intención de Elliot, y él
en la de Julieta… Se miraron fijamente, comprendiendo que ninguno quería lo
mismo y que la opinión del otro les resultaba un error.
-¿Cuándo decías que había que
solucionarlo…? ¿Te referías a…? Matarlo…-Susurró Julieta con pavor, incapaz de
que las palabras sonarán más fuertes en sus oídos.
La idea de que a
su bebé le sucediera algo le resultaba insoportable… Nadie iba a tocarle.
Elliot esperó
para responder, mirando sin cesar sus ojos verde oscuro.
-Claro que era eso a lo que te
referías-Sentenció ella con voz quebrada.
-No puedes tener un bebé…
Ahora-Consiguió responder Elliot, centrándose en su opinión médica que quizá le
haría entrar en razón.
Julieta produjo una
sonora carajada, que consiguió empeorar su punzante dolor de cabeza.
-No puedes estar hablando así…
No puedes. Voy a tenerlo-Explicó con calma, sin apartar el tono de burla de sus
palabras.
-¿Desde cuando quieres tener un
bebé?-Formuló Elliot con incredulidad-Recuerdo que hace apenas unos meses no te
apetecía seguir con vida.
Algo parecido a un
latigazo derrumbó a Julieta. Esas palabras fueron un jarro de agua demasiado
fría.
-Yo… Nunca… Eso era antes-Se
justificó Julieta con un nudo que amenazaba con estallar de un momento a otro.
-¿Antes?
-Antes de ti.
Julieta parpadeó
varias veces, aguantando las lágrimas.
Elliot se sentía
el ser más horrible del mundo… No podía dejar de notar esa sensación de
culpabilidad mientras la miraba.
Aunque en vez de
abrazarla, decidió ser lo más duro que pudo y atenerse a las consecuencias.
-¿Crees que vas a ser tan fuerte
como para tenerlo?-Escupió Elliot, como una ponzoña que se esforzó por sacar al
exterior. La reacción de Julieta lo derrotó: Tenía la boca entreabierta y una
lágrima se abría paso a través de su mejilla-No sé si vas a llegar… Puede que
no tengas esos meses de vida, Julieta.
Ella sintió una
puñalada en el pecho. Lo miraba sin saber qué hacer o decir. Pensó que la
conmoción de la anestesia y el dolor intermitente de su cabeza eran los
responsables de esta especie de pesadilla.
-Creía que… Creía que…-Balbuceó,
a modo de respuesta, pero su voz se rompió al acabar. Enterró su rostro entre
las manos y comenzó a sollozar.
-Vas a acabar con esto. Vas a
tratarte… Viajaré a Baltimore, allí hay un neurocirujano que conozco… Quizás
pueda… Y cuando acabemos con esto, podrás tener ¡cinco o diez niños! No me
importa. Pero ahora, no nos conviene.
Elliot estaba
fuera de sí, con los ojos muy abiertos, de pie, en una postura un tanto
agresiva. Se tocaba varias veces el pelo mientras hablaba y no dejaba de dar
vueltas.
-Elliot… No voy a hacerle daño-Dijo
Julieta, con miedo a que se pusiera a gritar como un loco.
Él se acercó a
ella y se pasó la mano por los labios, antes de hablar.
-Creo que no tienes derecho a
decir nada… Y que debes estar confundida. Creo que… te han trastocado durante
la operación-Sentenció y notó que su corazón se partía en dos.
Le estaba
haciendo daño y eso era precisamente lo que quería.
Julieta desvió la
mirada hacia sus sábanas. Quería que esa situación no fuera real, pero lo era y
dolía… Más que cualquier operación.
-¿Puedes salir? Necesito que te
vayas… Vete-Le dijo Julieta con firmeza, con gran esfuerzo.
Elliot suspiró y salió
sin decir nada, cerrando la puerta con fiereza.
Con rapidez,
Julieta cogió el teléfono de Elliot, que estaba a la derecha de su cama y buscó
el número de Charlie. Pulsó la tecla de llamada y se lo acercó a su oreja. Comenzó
a respirar con agitación y de nuevo, la máquina que controlaba su corazón comenzó
a dispararse, mientras sonaban los toques de la línea.
-Mierda… Por favor.
Cógelo-Murmuró con desesperación.
-Elliot… -Respondió Charlie con
voz ahogada-¿Julieta está bien? ¿Ha despertado?-Preguntó atropelladamente,
alarmado.
-Charlie… Soy yo.
-Juliet… Me has asustado ¿Cómo
estás?-Formuló mientras resoplaba, quitándose un peso de encima.
-Bien. Estoy…-Su voz se apagó al
final-Tienes que venir… Por favor.
Charlie se asustó
al escuchar sus ahogados sollozos.
-Jul… Tranquila. Voy para allá.
Tardaré sólo unos minutos-Le dijo su hermano, logrando que consiguiera estar un
poco más tranquila.
-Bien… Gracias.
-Ahora te veo-Se despidió él.
Julieta se tapó la boca para evitar el llanto y permaneció con el móvil pegado
a ella.
Hasta que el eco del
teléfono volvió a estar vacío. Julieta borró la llamada de la BlackBerry de Elliot
y la dejó donde estaba.
Fuera de la habitación,
Elliot bajaba directo del infierno que había vivido hace unos minutos. Le dolía
la cabeza y sentía un nudo en su garganta, provocado por lo que le había hecho a la persona que más había amado en su vida.
Al salir del
ascensor, se encontró de frente con Alice. Ella le sonrió, pero cambió de
expresión al ver la de su hermano.
-¿Qué pasa?-Preguntó y negó con
la cabeza. Se quedó muy pálida y parecía a punto de caerse-No…
Elliot se percató
de que su hermana estaba pensando algo demasiado macabro. Se acercó a ella y le
cogió los hombros.
-Tranquila, ella está bien-Dijo
observándola. Alice fue recuperando el color en las mejillas. Soltó todo el oxígeno
que tenía en los pulmones con lentitud y le dio a Elliot con el puño en el
pecho.
-Me has asustado-Logro hablar.
-Lo siento…
-¿Qué te pasa? No tienes buena
cara…-Volvió a preguntar su hermana, saliendo del sobresalto.
-Acabo de decirle a Julieta que
no va a durar los meses necesarios para tener un bebé. Le he dicho que quería
matarlo… Que estaba loca. Lo he hecho, Alice.
Soltó toda esa
información con rapidez, mientras las palabras se repetían en su cabeza como
una terrible forma de tortura.
-¿Qué…?-Preguntó su hermana, con
el ceño fruncido, incapaz de engullir esa información.
-Odio a ese bebé. Lo siento,
Alice. No puedo… -Explicó Elliot, atolondradamente, moviendo la cabeza de un lado a otro con desesperación, como si esperase que alguien apareciera en cualquier momento.
Estaba nervioso y
se aclaraba varias veces la garganta. Sus ojos estaban inyectados en sangre y
sus facciones se habían vuelto más duras de repente, como si hubieran pasado
años por ellas.
-No entiendo que quieres decirme-Murmuró
Alice, tan confundida como aterrada. Nunca lo había visto así.
-No puedo quedarme y verla
morir. No quiero que muera. No puedo. Tengo que… Tengo que salir de aquí. No
puedo quedarme…
Ahhhhhhhhh Elliot no se pude ir!!!!!! Creo que te mataré si haces que se vaya, espero que con irse de allí se refiera a dar un vuelta o dormir para volver dentro de unas horas...
ResponderEliminarCon todo lo que le dijo a la pobre Julieta ya no me gusta tanto, vas a tener que hacer algo estupendo para que me vuelva a gustar tanto^^
No me esperaba que publicaras hoy el estupendo capítulo 23 a ver si nos vas a mal-acostumbrar jaja
Besos ;)
Dios Jane! Vas a hacer que me de algo!
ResponderEliminar¿Como puedes hacer que Elliot se quiera ir? Encima haces que se peleen de la peor forma posible. Al menos la operación ha salido bien, porque me temia lo peor...
Un beso enorme
¿Qué está pasando? T_T ¿cómo hemos llegado a esto? Se hacen daño mutuo aunque se aman. Me alegro un montón de que Julieta y el bebé estén bien, pero ojalá Elliot pensara igual :S No quiero que esto sea el final de todo :(
ResponderEliminarMuchos besos Jane y gracias por otro capítulo brillante :)
Pero, pero, pero pero pero....!!!! ¿QUÉ? ESTÁS LOCA CIELO! No puedes hacernos eso, ya estás cambiando cosas o subiendo el siguiente capítulo para mejorar unos asuntos! La operación puede que saliera bien, pero arreglalo! Un beso cielo! http://macherieladyartiste.blogspot.com.es pásate
ResponderEliminarme va a dar algo y va hacer tu culpa jajajajaja
ResponderEliminarno quiero pensar que Elliot la vaya dejar en estos momentos que Julieta más lo necesita por que no sería justo :'( excelente capítulo y apuntó de leer el siguiente