Las gotas de agua
corrían por los ventanales con rapidez, abriéndose paso a través del cristal
mojado de la consulta. Ya casi eran las diez de la mañana y Elliot aún no podía
irse a casa. Le quedaba bastante trabajo, aunque cada vez que levantaba la vista
de los cuadrantes que examinaba, se la hacía todavía más duro al contemplar las
pilas de archivos y folios arrugados que adornaban su improvisado escritorio.
En el hospital
Monte Sinaí, jamás dejaba de oírse ruido, sobre todo en la planta más baja que
correspondía a las Urgencias. Era un ir y venir de personal sanitario que
pasaban horas corriendo de un lado para otro, llevando a cabo sus turnos de la
manera más relajada posible, dentro de lo que la naturaleza de ese lugar cabía
esperar. Sin embargo, en las plantas más superiores, como en la de
neurocirugía, se respiraba una cierta pero también frágil tranquilidad.
Elliot se puso en
pie y estiró los brazos hacía atrás, molesto por la postura que llevaba horas
maltratando su espalda. Se quitó la bata blanca, quedándose con el pijama azul
debajo, y la dejó en el respaldo de la silla. Miró por la ventana, admirando el
paisaje de los árboles del parque, en un fondo grisáceo y triste.
Mathilde no
vendría hasta el mediodía y lo que tenía que hacer con esa pila de resultados
podía esperar. Llevaba desde las diez de la noche del día anterior sin pegar
ojo y el sofá de la habitación le resultaba demasiado apetecible. Se tumbó y
dejó que su cuerpo descansara, mientras sus ojos aceptaban agotados ese pequeño
regalo y comenzaban a cerrarse con lentitud.
Mientras lo
hacían, pensó en ella y en si su noche habría sido mejor que la suya.
De repente, el
sonido estridente del teléfono de la consulta lo sobresaltó. Se levantó de un
saltó y atravesó la habitación, tropezando con la pata de la silla, hasta que llegó
al aparato.
-Doctor Evans-Contestó con voz
ronca y se aclaró la garganta.
-Soy Ernesto, doctor-Dijo con
acento sudamericano. Elliot imaginó en su mente el rostro del enfermero de piel
morena y ojos grandes que tan amablemente lo saludaba cada mañana.
-Sí… Buenos días ¿Qué sucede?
-Verá, una señorita pregunta por
usted, dice que es importante… Que es su amiga.
Su corazón se
detuvo y empezó a bombear con más intensidad. No podía ser ella, otra vez…
-Dígale que estoy
ocupado-Murmuró Elliot, comenzando a golpear nerviosamente el extremo de su
bolígrafo azul contra la madera de la mesa.
-Pero doctor, parece… nerviosa.
Está empapada y ni siquiera me ha dejado que le diera una toalla. Está
embarazada y no quiere decirme si se encuentra bien o…
Elliot ya no le
escuchaba. Había dejado el teléfono encima de la mesa de mala manera y salía de
la habitación como una exhalación con una pregunta clara: ¿Qué hacía allí?
Corrió por el pasillo como si su vida dependiera de ello, sorteando a las pocas
personas que estaban allí. Sus pulmones trabajaban ansiosos debido al miedo que
lo traspasaba, imaginando cosas terribles que podían haberle sucedido para ir a
buscarle.
<<El bebé…>>
Cuando torció la
esquina del pasillo, se encontró con el mostrador en el que habitualmente
estaba Ernesto, pero que ahora lo ocupaban dos doctoras. Su incertidumbre se
intensificó y buscó con la mirada por toda la sala, más concurrida que el resto
de los pasillos. Finalmente, su
mirada se posó en Julieta. Ella lo miraba con los ojos muy abiertos y una
tímida sonrisa sobre los labios. Elliot llegó en un segundo a su lado, confundido,
con una arruga sobre el entrecejo.
Sí que estaba
empapada. Llevaba un jersey verde y una chaqueta vaquera, ambos oscurecidos por
el agua, al igual que sus pantalones negros y sus botas… calados totalmente. Su
pelo castaño ahora era casi negro y sus labios estaban más rojos de lo normal. Pero
aun con todo eso, no parecía aparentar que tuviera frío.
Los ojos verdes
de Julieta estaban marcados por una oscura sombra negra que hizo que Elliot
recordara la primera vez que los vio.
Su primer
instinto fue cogerla del brazo, lo hizo con tanto ímpetu que hasta que no
examinó como su sonrisita se convertía en una mueca de dolor, no aflojó su
agarre.
-¿Buenos días?-Lo saludó ella
con ironía y se deshizo de la mano de Elliot.
-¿Qué…? ¿Qué haces aquí?-Preguntó,
con cara de pocos amigos.
Julieta bajó la
mirada y se deshizo de su mano, negando varias veces con la cabeza. Ambos se miraron y él tuvo que esforzarse por no soltarle un sermón. Así que la acompañó hasta el asiento más cercano, cogiendo aire de nuevo.
-Quería hablar contigo-Explicó
Julieta, dirigiéndose a él.
-Me has asustado ¿Estás bien?
¿Has venido tú sola hasta aquí? ¿Y si te hubieras desplomado por el camino?
Estás empapada y tú…- La incriminó, vaciando las palabras con rapidez.
-¡Elliot! Elliot… Relájate-Lo
frenó, antes de que siguiera con el discurso- Por favor, estoy bien.
Él sostuvo un instante su mirada hasta que confirmó que estaba en lo cierto. Suspiró y se dejó caer en el asiento.
-Vamos a mi consulta, te dejaré
algo de ropa-Dijo en tono serio y tiró de ella, agarrando de nuevo su brazo.
Buscó en la
taquilla de Mathilde, considerando la idea de que ambas tuvieran la misma
talla, aunque debido al agotamiento ni siquiera había pensado en “la situación de
Julieta”, por lo que le pidió a una enfermera un nuevo conjunto de color azul,
igual al que llevaba él.
Julieta salió del
baño en dos minutos, convertida en una doctora del hospital. Estaba muy
nerviosa e impaciente.
-Gracias, empezaba a tener
frío-dijo ella.
Se sentó en el
sofá y comenzó a jugar con algunos mechones de pelo, para después pasar su mano
al cuello, acariciándolo con los dedos varias veces.
-No es nada-Respondió Elliot,
amablemente. Se apoyó en la mesa con los brazos cruzados, esperando su
explicación-¿Y bien?
La examinó con
desesperación. Julieta vacilaba en hacer algún movimiento y su pierna derecha
tenía una especie de tic, que de un momento a otro paraba o empezaba de nuevo.
Respiró hondo y cogió aire. Miró a Elliot y sacó algo de su bolso. Un sobre de
papel blanco.
-Vale-Dijo Julieta y se levantó,
sujetando su abdomen en un acto reflejo. Elliot reparó en su mano, aun con el
anillo. Se acercó a él y le extendió el sobre.
A Elliot le sobrepasó
una oleada de terror.
<< ¿Unos resultados?>>
Pero estaba
seguro de que estaba totalmente al día con su historial. No podía ser eso, así
que respiró tranquilo.
-¿Qué es?-Formuló mirándolo. En
su superficie había un nombre escrito a pluma, con una bonita caligrafía:
Julieta.
-Al principio pensé que era una
alucinación, pero lo tienes tú, así que no puede serlo-Los ojos comenzaron a
brillarle y se mordió el labio- No sabía a quién decírselo. Iba a enseñársela a
Alice, pero no he vuelto a hablar con ella desde la semana pasada cuando… Ya lo
sabes. No sé qué hacer. Nosotros…, tampoco hemos hablado nada estos días, nunca
estás… Puede que haya hecho mal viniendo, aunque de todas formas tenía que
venir…
Durante la última
semana, aunque residían bajo el mismo techo, la relación estaba fría como el
hielo. Aunque Elliot procuraba trabajar tanto que no tuviera tiempo para
preocuparse de lo que sentía o lo que pasaba entre ellos.
-Bien, no pasa nada. Puedes
contarme lo que quieras-Le aclaró e intentó sonreír, pero solo consiguió que su
boca se transformara en una línea.
-Es una carta de mi madre.
Elliot negó con
la cabeza, estaba convencido de que Julieta no tenía madre, que la había
abandonado al nacer.
-¿Qué…? Pero si ella…
-Nos abandonó. Lo sé-Julieta se
aclaró la voz y miró hacía la ventana- Lo explica en la carta. Todo. Si quieres
un resumen, la obligaron a hacerlo. Tenía dieciséis años y una romántica idea
sobre el amor adolescente-Se limpió con urgencia las lágrimas y sonrió con
ironía- Supongo que estas cosas siempre acaban mal.
Avergonzada, se
puso en pie y se acercó a la ventana. Elliot fue hasta su lado, quedándose a
unos centímetros de su espalda.
-Lo siento-Susurró con dulzura, junto
a su oído. Dudo en si poner la mano derecha sobre su hombro, quizá no
soportaría ese contacto o ella le apartaría de un manotazo, pero supo que debía
hacerlo.
En ese instante,
un escalofrío recorrió a Julieta que suspiró con tristeza. Inclinó la cabeza
hacia el hombro donde descansaba la mano de Elliot, rozando su mejilla con sus largos
y cálidos dedos. Él cerró los ojos y el tiempo se detuvo unos segundos, hasta
que ella se separó y fue hasta la silla de Elliot, volviendo a trazar el espacio
entre ambos.
-Estoy feliz Elliot…-Comenzó a
hablar con una enorme sonrisa- Ella quiere conocerme. Es escritora ¿Sabes? Dios
mío… Charlie ni siquiera lo sabe, no le he cogido el teléfono en todos estos
días porque estaba enfadada con él, por mentirme… Aunque eso no importa ahora,
tengo que llamarle.
-Pero, ¿Has considerado la
posibilidad de que ella…? Bueno, solo basta indagar en internet para saber que
cuentas con mucho dinero-Dijo Elliot con precaución. Ella negó enérgicamente varias
veces.
-Lo he considerado. Soy abogada…
Yo también he averiguado que ella no debe andar mal, económicamente hablando.
Tiene un programa de cocina… Y escribe sobre ello, además de otras cosas. Es
muy popular en Inglaterra. Se llama Emma Hammil, está casada y tiene dos niñas,
de siete y ocho años. Sophia y Olivia- Se le escapó una risita nerviosa y puso
los ojos en blanco-Bueno, creo que son mis hermanas… Dios mío, esto es ridículo
¿Verdad? Dentro de toda esta locura. Ahora esto. No tiene sentido ¿No?
-Puede que lo tenga. Necesitas
ser feliz, como ahora mismo-Murmuró Elliot, admirando su expresión.
-Me dejó un número para
contactar con ella, lo haré cuando pueda asimilarlo mejor-Hizo una larga pausa,
llena de silencio- Podíamos desayunar juntos, tu y yo… Tengo cita a las doce.
La garganta de
Elliot se secó y tuvo que tragar saliva ante esa proposición. No sabía si era
bueno, pero era una ocasión para tenerla cerca.
-¿Una cita? ¿No has dormido bien
esta noche tampoco?-Preguntó él, que sabía que su insomnio jugaba un papel muy
importante para su descanso. Eso le preocupaba demasiado.
-He dormido bien esta noche. Es
otra clase de cita-Señaló con la mirada hacia abajo, lo que provocó que los
músculos de Elliot se tensaran.
<<El bebé>>
-Oh, vale… Perdona, no había
caído en eso- Balbuceó él, manteniendo el tono serio.
-Ya… Bueno, tú sí que deberías
dormir. Tienes muy mala cara-Añadió Julieta, observándole-Te invito al café.
Elliot sonrió un
poco y miró su reloj de muñeca. Asintió, aceptando.
Julieta cogió su
bolso del sofá y abrió la puerta de la consulta.
-Espera-Dijo él a sus espaldas.
Ella se dio la vuelta de inmediato, con gesto interrogante-¿Por qué has dicho
que eras una amiga?-Julieta permaneció callada y frunció el ceño-Al enfermero…
Las mejillas de
Julieta se encendieron de repente, volviéndose rosadas, pero su expresión no
cambió.
-¿Qué somos?-Respondió, a modo
de pregunta- Porque ni siquiera sé cómo responderme a mí misma. Es lo primero
que se me ha ocurrido decirle.
-No somos amigos y nunca lo
seremos-Sentenció Elliot, sin perturbar su gesto.
-Perdona si te ha ofendido mi
comentario… No era mi intención- Julieta cerró los ojos y sonrío, llevándose una mano a
su cabello y peinándolo hacia atrás-¿Sabes? Puedo irme si es lo que quieres…-Parpadeó
varias veces, le dirigió una mirada furiosa y se acercó a él con determinación,
señalándole con el dedo índice-Ni siquiera te he echado en cara las veces que
me sentí mal por ti, ni las veces que he llorado, o pensado que te había pasado
algo terrible… ¡Tampoco el hecho de que me dejarás enfrentarme sola a tres
meses de tratamientos! ¡Ni que odies a tu propio hijo! Aun así, me tratas así
¿No?… ¡¿Qué soy?! ¡¿Quién soy para el doctor Elliot Evans?!
Como una corriente
eléctrica, Elliot sintió un frenesí que le hizo avanzar hasta ella, decidido. No podía
hacerle daño, pero la deseaba tanto que estaba siendo casi doloroso mantener las
distancias. Y como un alcohólico que busca desesperadamente el contacto con una
botella de whisky, rodeó su rostro entre sus manos y la besó con furia,
acabando con ese ansía que lo consumía. Esperó el forcejeo, quizá un empujón o un grito, pero Julieta no se apartó, al
contrario dejó de temblar, de estar tensa y se fundió en ese contacto. Ya no había espacio para la rabia, simplemente, no había espacio.
Se separó poco a
poco de ella, que aún permanecía con los ojos cerrados.
Elliot se
humedeció los labios, como si saboreara el último trago del
mejor Whisky que hubiera probado jamás.
Mientras, una mirada llena de desconcierto le observaba, helándole la sangre.
-No voy a ser tu amigo, Julieta. No me conformo con eso.
Mientras, una mirada llena de desconcierto le observaba, helándole la sangre.
-No voy a ser tu amigo, Julieta. No me conformo con eso.
Me encanta!!
ResponderEliminarJulieta va a conocer a su madre, una cosa que creo que será muy interesante.
Como que no son amigos? Entonces que son?
Un besazo
excelente capítulo y si como te presentas “soy la madre de su futuro hijo" jajajaja
ResponderEliminarpor un momento dude y pensé que era la ex pero cuando dijo esta embarazada dije que pasó ????
y ese reclamo merecido se lo tenía Elliot jajajaja haber que pasa con su “supuesta madre"
esperando el próximo capítulo :-saludos
Qué capitulazo!!! Me ha encantado el final, Jane ;) "No me conformo con eso" ¡Toma ya! jajaja Directo al corazón :D Los dos se merecen al menos arreglarlo ^^ Y en cuanto a la madre de Julieta... no sé qué pensar :S Mejor no me hago muchas expectativas, no vaya a ser...
ResponderEliminarMuchos besos