Aquel 23 de
marzo, Julieta apagó la televisión de su habitación a las 5:45 de la madrugada.
Llevaba horas viendo las noticias desde la cama, cambiando de vez en cuando de
un canal a otro. Elliot dormía profundamente en el sillón que había colocado auxiliarmente para estar más cerca de ella, y en el que había permanecido horas y horas, pese a no ser muy cómodo, durante las últimas dos semanas. Julieta observó la postura
en la que quedaba su cuello y no pudo evitar sentirse mal.
Aún no habían
dormido juntos de nuevo. Y no era por el hecho de que Julieta estuviera dolida
por “aquellos tres asquerosos meses”, sino porque la última semana y media había sido
un desastroso, agonizante y lento infierno en el camino empinado de la
quimioterapia. Lleno de nauseas, cansancio y ayuda indispensable durante día y noche. La última
sesión había sido, sin lugar a dudas, la peor desde que había decidido comenzar
Pero esa noche (Después
de una tarde en la que cualquier sonido, roce o movimiento le resultara molesto), se encontraba
mucho mejor.
Se esforzó en
ponerse en pie, calculando uno a uno los movimientos de su cuerpo, intentando
que no resultaran lo bastante violentos para acabar con la calma. Tosió un par
de veces para despertar a Elliot sin sobresaltarle, pero no se movió. Tenía la boca entreabierta
y de la comisura de sus labios caía un fino hilo de baba que resultaba inocente y graciosa.
Así que tosió más
fuerte, lo que provocó que su cabeza diera vueltas y se quejara con un dolor
constante sobre las sienes.
Elliot pegó un
saltó y, como un acto reflejo, cogió del suelo la palangana vacía y la llevó
hasta el pecho de Julieta.
-¿Estás bien? ¿Estás
bien?-Preguntó descentrado, cogiendo los hombros de Julieta. Frunció el ceño al
mirarla con detenimiento. Julieta esbozó una sonrisa.
-Estoy bien, tranquilo.
Él suspiró y dejó
escapar un gruñido, volviéndose a echar en el sillón.
-Me has asustado-Admitió. Ella negó con
un gesto y luego ladeó la cabeza-¿Quieres ir al baño?
Se dio cuenta de
que llevaba varios minutos aguantándose y que su vejiga estaba en los límites
de su capacidad.
-Sí.
Nada más pronunciar ese monosílabo, él ya estaba de pie, rodeando su cadera.
-Elliot…Puedes acostarte en la cama-Dijo Julieta mientras arrastraba su
cuerpo hasta el baño.
-No quiero molestarte.
-La cama es muy grande…
-No lo es.
Julieta bufó y apretó
la mandíbula. Se deshizo de su brazo y permaneció frente a él, observándole fijamente
con ojos tristes.
-Me da igual. Quiero… No.
Necesito, que te metas en la cama conmigo. Tengo insomnio por dormir por el día
tantas horas y lo… Lo único que me reconforta es escuchar de nuevo tu
respiración en mi oído, tu calor en el colchón-Se hizo el silencio y
Elliot apartó la mirada-¿Te doy asco? ¿Pena? ¿Es eso? Ya sé que he perdido peso… Si es eso, lo entiendo… Pero…
-Deja de decir
gilipolleces-Respondió él y se acercó para besarla, cogiendo su barbilla con su
mano, hasta que sus labios se juntaron unos fugaces segundos-Me da miedo
hacerte daño si me muevo. Estás… Algo delicada.
<<Tan
delicada que no puedes dormir en nuestra cama>>
Sintió asco e intentó
olvidarse del nudo, ese nudo que amenazaba con deshidratarla con cada frase o
palabra absurda que decía Elliot y que, en el noventa y nueve por ciento de las
ocasiones, cabía la manera de encontrar una connotación negativa, aunque no la
tuviera
<<Hormonas de mierda-Pensó, apartando ese pensamiento,>>.
Entraron en el baño, dónde ambos intentaron pasar desapercibidos por el espejo de luz blanca que no hacia más que enfriar los ánimos.
-¿Sabes? No creo que me duerma a
estas alturas-Se limitó a decir Julieta, quitándole importancia al asunto.
-Yo tampoco voy a dormirme ya,
quizás vaya a dar un paseo…-Murmuró él, desatando el nudo del pantalón del
pijama de franela.
-Ya puedo yo… -Forcejeó con las
manos de Elliot hasta deshacerse de ellas y se bajó el pantalón.
La guerra entre
la debilidad y preservar las acciones que ella misma podría llevar a cabo, no se
inclinaba en su favor. Aunque lo intentaba y se aferraba con uñas y dientes a
la negación de la pérdida del poder en ella misma, los últimos días se estaba
dando por vencida. Y el enfermero que había reencarnado a Elliot no ayudaba.
-Me muero de hambre…-Soltó de
repente, y hasta a ella le pareció raro que tuviera apetito.
Elliot abrió los
ojos como platos y la observó con ojos brillantes.
-¿En serio? ¿Tienes hambre?-Su
gesto de felicidad era grandioso.
-Creo que sí-Susurró al mismo
tiempo que sus tripas rugían- Me apetece un chuletón a la pimienta y… Creo que
pasta, o quizá un helado de coco y tarta de chocolate… No estoy segura.
Elliot la abrazó con
fuerza, levantando su cuerpo del suelo y le besó la mejilla.
-Te haré lo que quieras, nena… Y
rezaremos porque tu cuerpo ingiera un puto trozo de comida más de tres segundos.
Después llamaremos a la prensa y se lo contaremos: ¡La preciosa Julieta Pope
come después de los constantes esfuerzos de su heroico amante! -Bromeó y ella
soltó una carcajada. La cogió en volandas e imitó el acento de Mathilde-A la cocina pues.
Después de que
Elliot estuviera una hora en la cocina, en la mesa había más platos de los que Julieta
podría comer en un mes. Carne, pasta, ensalada y tarta…
-¿Te has pasado o quieres
engordarme y pasarte al canibalismo?-Preguntó Julieta, engullendo la carne.
-Se me ha ido un poco de las manos.
Pero procura comer despacio, no quiero que en unos minutos...-Hizo un gesto de asco- Ya sabes.
La miraba maravillado,
justo enfrente de ella, hasta que fue demasiado incómodo.
-Deja de mirarme así…
-No puedo-Respondió él, sin
cambiar su gesto.
-¿Por qué?
-Porque ayer por la tarde creí
que no ibas a aguantar toda la noche respirando. Hubo un momento es que te vi
demasiado débil para estar en casa.
Su corazón se
encogió y sintió que los remordimientos iban a desbordarla.
-Oh, Elliot…-Dijo compungida-Solo
dormía. No me encontraba tan mal. Era cansancio.
-Aparte de ser médico soy un
familiar… Supongo que me toca esto.
-¿El qué?
-Entender cosas que no entendía
siendo un médico. Por ejemplo, la constante, abundante y alarmante preocupación
de la gente. Por eso no es bueno que un médico atienda a sus seres queridos,
porque su juicio queda parcialmente anulado… por el amor.
-Pero tú eres una excepción-Le
corrijo Julieta y le tendio la mano. Elliot se acercó y se la estrechó.
-Ya… Por eso tenemos a
Mathilde-Repuso él.
-Mi doctora, Mathilde.
-Tú única doctora. Yo soy sólo su
ayudante.
-Claro. Sólo eso… Y mi enfermero
a jornada completa- Dijo en voz baja- Gracias.
Comió más de lo
que ambos hubieran imaginado, incluso Elliot ayudó con gusto a acabar el plato
de raviolis, a pesar de que a esas horas lo normal sería café, cereales o
huevos revueltos. Después, se sentó en el sofá y Julieta se tumbó a su
lado, apoyando la cabeza en sus piernas. Pusieron un programa documental sobre genios
de la historia inglesa, ese episodio, repasaba la biografía de Isaac Newton. A
los minutos, y aunque el programa era interesante, el sueño venció a Julieta. Un sueño diferente al distante y profundo de los últimos días, como si
volviera a disfrutar el abrazo de la oscuridad.
Al cabo de unas
horas, Julieta se levantó sobresaltada por un fuerte estruendo. Elliot, que también
se había quedado dormido, se removió y abrió los ojos. Ella esperó a volver a
escucharlo, pero lo único que escuchó fue el ruido de los cajones en la cocina
y un lamento;
-¡No puedo creer que hayáis
puesto mi cocina así!-Gritó enfadada la voz de Teresa.
Elliot la miró y
le guiñó un ojo, divertido.
-Voy a ayudarla… ¿Estás…?
-Perfectamente, los dos estamos
procesando la puta comida.
Su portátil estaba
sobre la mesa pequeña. Hacía semanas que no lo había abierto. Ni su correo, ni
su móvil, ni las noticias… Ni nada procedente del exterior. Se encontraba tan
mal que se había permitido desaparecer ese tiempo hasta reestablecerse, y
aunque era confiar demasiado en la suerte, que ya fuera así por solo digerir un poco la comida,
empezó a intrigarle demasiado la idea de conocer. Abrió el portátil.
Pulsó el botón de
encendido y suspiró << Primer paso >>. A continuación, abrió su
correo y no se sorprendió al ver más de doscientos correos sin leer << Segundo
paso >>. Clicó sobre el primero, de Anna Simmons, su secretaria, que se
desplegó dando lugar a un denso texto en letra cursiva <<Tercer paso
>>
Querida jefa;
Espero
que su ausencia se traduzca en que está usted recuperándose del todo. Todos
aquí estamos cabizbajos desde que nos enteramos por la prensa. Aunque de primeras,
nos negamos a creerlo, pero cuando la vimos a usted ocupando la pantalla del
televisor de la sala de recreo, fue un duro golpe para todos. Que sepa que nada
de esto está afectando al bufete, que sigue rindiendo a su ritmo normal,
inclusive hemos ganado algunos casos muy importantes gracias a su desafortunada
popularidad.
Desde Pope y asociados le deseamos una pronta
recuperación.
Espero que le hayan gustado los regalos.
Atentamente; Anna Jena Simmons, secretaria de
Julieta Eve Pope.
Julieta inhaló
una bocanada de aire y abrió otro correo, esté era de su socio Robert Smith, el
alto mando del bufete en su ausencia. Para nada era un correo como el anterior,
sino que se limitaba a hablar de trabajo y adjuntaba algunos de los documentos
que quería que ella misma revisara y a continuación, le deseaba suerte en su recuperación.
Unos diez correos
más tarde, decidió que era el tope de correspondencia que podía revisar y echó
un vistazo a otro icono que parpadeaba constante en su escritorio, y que se
había esforzado en ignorar <<Noticias. Cuarto paso>>
Inmediatamente se
topó con una foto de ella misma, con gafas de sol, rodeada de micrófonos. Se
estremeció al verse en nada menos que en la página del New York Times y cerró
el portátil. No quería leer el artículo y descubrir cómo se habían desmenuzado
una a una cada letra de las palabras de su comparecencia, cómo se fantaseaba
con su vida y se inventaban trágicos finales entre los comentarios del muro de
la noticia. Era demasiado.
-¡Elliot!-Lo llamó. Apareció a
los tres segundos, sosteniendo un trapo de cocina.
-¿Qué? ¿Necesitas…?-Empezó a
decir.
-Un baño… ¿Está enfadada
Teresa?-Preguntó preocupada.
-No, para nada… Como va a
estarlo si después de tres horas, parece que has aceptado la comida.
Se entristeció al
saber que el motivo de la felicidad de Teresa y su novio era las acciones de su
derrotado sistema digestivo, pero sonrió y elevó el brazo con el puño cerrado,
golpeando el aire en señal de victoria.
En ese momento, Teresa entró y se abalanzó sobre ella, abrazándola con tanta fuerza que Julieta sintió que iba a acabar con sus costillas.
En ese momento, Teresa entró y se abalanzó sobre ella, abrazándola con tanta fuerza que Julieta sintió que iba a acabar con sus costillas.
-Mi niña, que buena cara
tienes-Sin venir a cuento, comenzó a llorar y volvió a abrazarla.
-No… Por favor, no llores, estoy
bien-Murmuró Julieta.
-No. Tranquila, que son lágrimas
de felicidad. Voy a ir a comprarte una buena caja de Macarons, de esa confitería
francesa que te encanta-La besó con fuerza en la mejilla y se colocó el abrigo
y un bolsito de cuero rojo-Volveré más tarde. Tengo… Tengo que…. Comeré fuera.
Ese titubeó junto
con su gesto nervioso le confirmaron a dónde iba a comer Teresa.
-Vas a casa de Charlie-Notó que
se abría la brecha al decir su nombre-No pasa nada… Llevas un par de semanas
sin verle. Le gustará.
-Tenéis que hablar… Tenéis que
pediros perdón el uno al otro.
-Todo a su debido tiempo.
Disfruta del paseo-La cortó Julieta. Le sonrió y la siguió con la mirada hasta que su rechoncha
figura desapareció.
-Jul… Tengo que contarte
algo-Dijo Elliot y se sentó en el borde de la mesita de madera. Le cogió las
manos y las sostuvo entre las suyas-Charlie vino el martes, con Henry… Pero ni
siquiera le dejé que subiera. Llevabas mucho tiempo dormida y habías pasado
mala noche… Lo siento, nena.
Julieta negó con
la cabeza. Claramente no podía enfadarse con Elliot, lo había hecho por ella.
-No pasa nada, era lo más
sensato. Yo no estaba en condiciones de ver a nadie. Por cierto, ¿Él y Alice…?
-Sí… Viven juntos desde hace
tres semanas. Fui el último en enterarme.
-¿Cómo que no lo sabías? Pero sí…-Comenzó
a preguntarse, pero se paró en seco al recordar “aquellos tres asquerosos meses” y vio
como crecía la sombra en los ojos azules de Elliot.
Se acercó a él y
le besó la frente.
-Necesito un baño, enfermero.
Eso era lo mejor
de no tener fuerza en las extremidades, que disfrutaba de relajantes baños de
espuma y de que Elliot le lavara el pelo y le frotara la espalda hasta que el
agua estuviera tibia o se quedara medio dormida de placer. Y esa vez, más deliciosa que todas las anteriores.
-Mi madre ha llamado-dijo Elliot, envolviendole el pelo en un toalla-Quiere que
vayamos a comer. Dice que hay un sol radiante y que han puesto una pequeña
carpa en el patio. Solo estaremos los cuatro. Cree que te sentará bien salir
ahora que tienes fuerzas.
<< Ahora
que tienes fuerzas>> Resonó en su cabeza varias veces.
-Claro, será estupendo.
-Tenemos la silla de ruedas por
si…
Y como cada vez
que oía nombrar ese artilugio, se puso tensa y lanzó a Elliot una mirada de
odio.
-No-Sentenció Julieta, con voz
firme.
-Bien, bien… Sólo es un artilugio
para no cansarte. No te pongas a la defensiva-Protestó Elliot.
-No quiero discutir Elliot.
Obviaré lo que has dicho y disfrutaré del tiempo que me queda en la bañera-Añadió
en tono burlón y ladeó la cabeza con orgullo.
-Idiota…-Susurró él en su oído y
le mordió el lóbulo de la oreja.
-Me encanta que hagas eso…
-¿De verdad quieres que vuelva a
dormir contigo?-Preguntó, hundiendo sus besos en el cuello de Julieta.
-Sí…
-¿Me has perdonado?-Está vez los
besos se centraron en su espalda, siguiendo el camino que marcaba su columna
vertebral.
-Sí…- Casi gimió con el
escalofrió que le recorrió el cuerpo.
-¿Seguro?
-Elliot Evans… Necesito que
dejes de hacer eso porque no tengo fuerzas para arrastrarte dentro del agua y
besarte.
Elliot atrapó su
rostro con fuerza y comenzó a besar sus labios con suavidad, aumentando la
velocidad con cada roce. Julieta notaba que su corazón aumentaba de velocidad,
que estaba más sana que nunca y que ese frenesí era el que acabaría de arreglar
su maltrecho cuerpo. Pero entonces, como un fogonazo rápido, el frenesí se
apagó. Perdió las fuerzas y puso la mano en su camiseta húmeda para que parara.
Sus ojos se estaban nublando y respiró hondo para calmarse.
-Es… Una… bajada… de azúcar.
Elliot la sacó de
la bañera con sus fuertes brazos y la envolvió en la toalla.
-No pasa nada. Voy a traerte una
galleta.
Se quedó sentada
en el suelo del baño, esperando la galleta y recuperando el aliento. Mientras lo hacía, escuchó el
teléfono de casa, pero pronto el ruido dejó de oírse. Descansó la cabeza en el borde de
la bañera, hasta que Elliot volvió a los minutos. No llevaba ninguna galleta y
su gesto consiguió que a Julieta se le helara la sangre. Estaba pálido.
-Es… Es Teresa.
Jane, que has hecho esta vez? Porque ha acabado asi el capitulo?
ResponderEliminarEl capitulo me ha gustado, por fin come Julieta. Y perdona a Elliot, le perdona!! Es genial!!
Un beso
Empezaré con el primer capítulo a la voz de ya, se ve bastante interesante la novela.
ResponderEliminar¡Besos!
ahora que pasó !!!!!
ResponderEliminarprimero que Julieta pueda probar bocado excelente por el bebé y por ella segundo la reconciliación entre Elliot y Julieta (ya se habían tardado) hasta ahí todo bien pero por que nos haces sufrir con el final del capítulo nos dejas intrigadas jajajaja como digo siempre esperando el próximo capítulo que espero sea pronto como los has estado subiendo últimamente :-) y muchas gracias por tomarte el tiempo para tus lectores....