El despertador sonó con un sonido estridente sobre la mesita
de noche. Julieta dio un brinco y extendió el brazo para apagarlo. Encendió la luz y se frotó los ojos, dudosamente dispuestos a abrirse tan
temprano. Eran las seis e Isaac tenía que comer en una hora y eso hizo que se espabilara más rápido.
Elliot también se removió entre las sábanas y produjo un
gruñido de insatisfacción.
-¿Qué
hora es?-Preguntó él, con voz tomada.
-La
hora de ir al hospital-Respondió Julieta sonriente-¡Buenos días!
-Buenos
días.
Le dio un rápido beso en la comisura de los labios y se
levantó de la cama. Se quitó la camiseta de Yale y se puso el vestido de
lunares negro y las medias negras con torpeza. Agarró la chaqueta vaquera de la
percha junto con los botines y los dejó sobre la silla.
-¿No te
olvidas de algo?-Cuestionó Elliot, que la observaba divertido dar vueltas por
la habitación desde la cama.
Julieta paró en seco su carrera matinal y frunció el ceño en
su dirección. La visión le hizo querer quedarse con él… Con el hombre de torso
desnudo y pelo despeinado que le sonreía desde el cómodo y caliente colchón.
-¿Qué?-Preguntó
confundida.
Él se aclaró la garganta, aguantando la sonrisa y señaló su
pecho. Julieta abrió los brazos, molesta e inquita, pues el tiempo resultaba
insuficiente si hablabas de un día laborable a esa hora, en Nueva York.
-El
sujetador-Repuso Elliot, sonriendo con maldad-Aunque si te interesa mi opinión,
creo que sin él estás…
-Elliot
Evans… Eres idiota-Le respondió con una sonora carcajada y le lanzó un cojín,
que fue interceptado justo a tiempo de impactar en su cara.
-Vamos,
nena, encima de que aviso como un caballero. Desde que eres madre estás más
violenta que de costumbre.
-Cállate-Ordenó
Julieta llevándose el dedo índice a los labios-Nos vemos esta tarde para la
cena.
Le tiró un beso en el aire y cogió sus cosas de la silla.
-No,
nos vemos a las doce… ¿No recuerdas lo de la…?
-Mierda.
Las pruebas. Sí, claro-Dijo asintiendo varias veces. Le dio la espalda y bajó
las escaleras a prisa- ¡Estaré allí, no te preocupes!
El día estaba muy revuelto. Llovía con fuerza y el viento
ayudaba a que la sensación térmica no fuera muy agradable para ser primavera. El padre de Elliot la esperaba en su flamante Mercedes,
enfrente de la puerta del edificio. Al verla aparecer corriendo,
arrancó el motor.
-¡Buenos
días! Hace un tiempo horrible, Samuel-Saludó Julieta, mientras se abrochaba el
cinturón de seguridad.
-Hola, Julieta- Tenía los ojos fijos en el tráfico agobiante de esa hora de la mañana-
¿Te apetece un poco de música para ambientar esta triste mañana?
Bajó la mirada un segundo al reproductor y lo encendió. En
el coche comenzó a sonar música clásica, una Sonata a Piano que Julieta
reconoció al instante. Beethoven. Durante toda la semana, Julieta había ido al hospital con el
señor Evans. Elliot entraba más tarde a trabajar y el tiempo libre que tenía
por la mañana, lo dedicaba a alargar un poco más sus escasas horas de descanso. Pero a ella le gustaba haber encontrado ese tiempo junto al
padre de Elliot. Era un hombre interesante y divertido que amenizaba los
trayectos en coche hasta el hospital, con interesantes temas de conversación y
un estupendo gusto musical.
Como cada mañana, aparcaron el coche en la plaza de
aparcamiento del Señor Evans.
-Gracias,
Samuel-Murmuró Julieta, tímida, saliendo del Mercedes.
-Ya
sabes que no me las tiene que dar. Más tarde iré a ver a mi nieto.
-Por
supuesto, estaré allí hasta las doce… Tengo, tengo que ir a lo de las…-Comentó
Julieta dudosa.
-¡Claro las pruebas! Mantenednos informados, ya sabes como es Helen...
-¡Claro las pruebas! Mantenednos informados, ya sabes como es Helen...
Le resultaba difícil hablar abiertamente de esos temas, que
su vida ya no fuera sólo del interés de un par de personas, sino que el círculo
cada vez era más grande.
***
La enfermera le entregó a Isaac en brazos. Estaba llorando
con fuerza, pero en cuanto empezó a comer, se tranquilizó hasta el punto de
quedarse medio dormido. Llevaba dos semanas en el hospital y solo tres días
habían pasado desde que pudo ser alimentado con normalidad.
Le resultaba una sensación nueva ser una especie de grifo
para un bebé. Pero era una de estas sensaciones que no quieres perder, que por
extraña que pareciera, la facilidad para hacerla cotidiana resultaba
sorprendente.
-¡Hola
mamá!-Exclamó Mathilde a sus espaldas. Llevaba aún el pijama de médico y tenía
unas ojeras enormes. Sostenía un café en una mano y un zumo en la otra.
-Dios
mío… Gracias ¿Sabes que te quiero?-Susurró Julieta y le dio un trago al zumo de
pomelo.
-Lo sé,
soy genial. Imprescindible para cualquier persona-Bromeó ella y se sentó a su
lado-¿Qué tal Isaac?
Mathilde le acaricio el pelo con suavidad y rozo la pequeña
mejilla con la yema de sus dedos.
-Muy
bien… Puede que le den el alta mañana. Me da un poco de miedo tenerle en casa,
sin las enfermeras, ni las incubadoras-Se sinceró con Mathilde.
-No te
preocupes, si le han dado el alta es porque está bien ¡Mírale, si está enorme!
Respira por sí solo, tiene un peso estupendo, sus órganos están maduros, sus
latidos son fuertes… Tiene a dos médicos en casa.
Esa charla, mezcla de amiga y médica le reconfortó ¿Por qué
iba a preocuparse sin razón? La tenía a ella y a Elliot en casa y además,
llevaba mucho sin tener… Malas noticias.
A las once y media, llego Elliot. Quería ver al bebé y
también cerciorarse de que llegaban a tiempo a las pruebas.
Y así fue. Una tarde larga, solitaria y agotadora para
cualquier persona… Pero Julieta, estaba demasiado feliz como para que una tarde
así lo eclipsará. Así que aguantó y pacientemente, dejó que trascurriera el
día.
-Bueno,
Julieta… Creo que ya puedes vestirte-La informó un celador mayor, de pelo
canoso- Su novio me ha pedido que le diga que la espera en neonatos, pero que
si se encontraba mal lo llamara y subiría a por usted.
Ella le sonrío y negó varias veces. Estaba claro que aunque
el contraste no le sentaba muy bien, alarmar a Elliot era lo que menos quería.
-No se
preocupe, estoy genial. Voy a vestirme. Muchas gracias.
-De
nada. Espero que tardemos en vernos-Se despidió el hombre y la dejó sola en la habitación.
Julieta se metió una pastilla en la boca y dejó que pasaran
unos minutos antes de empezar a vestirse. Cuando lo hizo, se recogió el pelo,
cogió sus cosas y salió de la pequeña habitación. Una vez en el ascensor,
suspiró y apoyó la frente en el cristal. Le dolía un poco el antebrazo y estaba
deseando coger a Isaac y besarle antes de irse a casa.
-Hola
Jul-Dijo su voz justo al lado.
-Hola-Respondió,
con sequedad.
Miró su reflejo en el espejo… Ese rostro sonriente y
encantador que la observaba y que tanto la asqueaba.
El de Jane.
-¿Por
qué no se lo has dicho aún a Elliot?
-¿Qué
tengo una amiga imaginaría? He estado ocupada.
La alucinación volvió a dedicarle un hermoso y amplio gesto
de complicidad, como si fuera inmune a cualquier comentario que saliera de su
boca. Y eso hacía que odiara más su macabra presencia.
-¿Cómo
está Isaac?-Preguntó Jane.
-Te
respondería, pero no me gusta hablar con quien no está aquí en realidad-Sentenció
Julieta.
-Vamos,
soy real para ti… Somos amigas.
-Créeme,
procuro que las conversaciones con mis amigas, sean con las que están
vivas-Murmuró en voz baja, mientras la puerta se abría.
-Me
necesitas, cielo… Tengo que ayudarte.
Recorrió deprisa el pasillo hacia la sala de neonatos,
dándose la vuelta un par de veces para ver si su amiga seguía con ella. Pero
no, no había nadie que no fuera de carne y hueso.
Elliot estaba sentado en el sillón y sostenía a Isaac en
brazos, hablaba con Mathilde… Los dos parecían estar tratando un tema
divertido, pues se reían y observaban a Isaac de vez en cuando. Julieta se
quedó un rato examinándolos detrás del cristal. Pensó en el futuro de ambos, en
que quizá pudieran acabar formando una familia… Y eso la reconfortó. Quería a
Elliot demasiado como para desearle una vida lejos del amor.
-¡Por fin
he acabado!-Exclamó para llamar su atención. Los dos se volvieron al oírla. Él
dejó al bebé en brazos de Mathilde y le ofreció el asiento a Julieta.
-¿Cómo
ha ido?-Preguntó, mirándola de arriba a abajo.
-Genial.
Elliot le cogió la mano para acercarla a su pecho, pero
Julieta hizo un gesto de dolor al notar una punzada desagradable en el brazo.
-Lo
siento-Se disculpó Elliot.
-No
pasa nada, cariño.
Entonces se acercó y hundió sus labios en los suyos con
fuerza, con mucha fuerza, como si los pocos que le quedaban por darle fueran
tan escasos que se pudieran contar. Al separarse, Elliot le sonrió y la abrazó.
-¡Qué
seguimos aquí!-Se quejó Mathilde.
-¿Seguro
que estás bien?-Volvió a preguntar Elliot.
-Sí,
cansada… ¿Podemos irnos a casa?
-No…
Creo que no podemos aún-Murmuró él e hizo un gesto de malestar.
La alarma invadió los ojos de Julieta, que buscó con la
mirada a Isaac, temiendo que le hubiera pasado algo… Pero estaba bien,
tranquilo, en brazos de Mathilde. Tenía los ojos abiertos, fijos en el techo... Preciosos y grandes, de un color azul verdoso.
-Está
bien… Por eso nos lo vamos a llevar a casa está misma noche-Informó Elliot.
-Pero…-Comenzó
a decir Julieta.
-Está
perfecto y no tiene porqué pasar otra noche aquí solito ¿Verdad cariño?-Dijo
Mathilde moviendo la mano del niño con una voz extraña y cómica.
Una oleada de emoción sobrevino a Julieta. Soltó una risita
nerviosa, pero su expresión cambio en segundos. Porque esa sensación también
iba cargada de miedo. Cogió a Isaac en brazos y lo sostuvo en sus brazos,
acunándolo lentamente.
-¿Seguro
que está preparado?
-Por
supuesto-Sentenció Elliot-No nos lo llevaríamos si no fuera así, nena.
El gesto calmado de Elliot era suficiente para calmarla a
ella, al menos un poco. Suspiró y miró al bebé.
-Bueno…-Accedió,
al cabo de un rato-Nos vamos a casa, cariño.
Un viaje por Nueva York y dos bolsas repletas de pañales y
accesorios de bebés después, llegaron a casa. Tanto Elliot como Julieta estaban
nerviosos por esa “primera noche” en familia… Una primera noche que también
derrochaba una ansiada estabilidad y toneladas de felicidad por poder alejarse
del hospital.
Aún no tenían preparada una habitación para él, ni siquiera
habían ordenado los regalos que se apilaban en la habitación… Tan solo había
una cuna de madera blanca en el dormitorio principal, que la madre de Elliot se
había encargado de arreglar con una ropa preciosa de color beige, justo para
aquel día.
-Si
llora esta noche me levantaré yo, no te preocupes… Tú descansa ¿Vale? Tómate
esto-Susurró Elliot después de dejar a Isaac en la cuna y le tendió un par de
pastillas.
-Gracias…
¿Te las apañarás sin mí?-Bromeó Julieta, guiñándole un ojo.
-¡Claro!
Soy todo un padrazo. Voy a darme una ducha… Por cierto, han dejado este paquete
para ti… Bueno, seguro que es para Isaac-Le entregó una pequeña caja cuadrada,
del tamaño de una caja de zapatos, envuelta en un papel de lunares azules.
Cuando Elliot se encerró en el baño, Julieta abrió la caja.
Debajo del papel había un joyero de plata con osos y nubes pintadas. Era
precioso y parecía muy caro. Junto al papel rasgado, había una nota.
<<Gracias por el ramo de peonías. Espero que estés
bien, no quisiéramos privar a ese pequeño bebé de la compañía de su
madre>>
La arrugó con la fuerza de su puño, encerrándose en torno al
trozo de papel. Respiró hondo y abrió la caja.
La ducha comenzó a sonar justo a tiempo de silenciar el
golpe de la caja cayendo al suelo y el grito ahogado de Julieta.
quien será el o la que le quiere hacer daño a Julieta??? me gustó el capítulo haber como les va con Isaac en casa y esperando el próximo capítulo :-)
ResponderEliminarFijo que es Jesús la que quiere hacer daño a Julietta‚ lo tengo clarissimo. El capi es genial.
ResponderEliminarBesos
Con el día tan feliz que tenia ella van y se lo estropean agrgrgrgrg!!!
ResponderEliminar¿quien será el que quiere dañarla tanto?
aunque tengo a algunos en la mente todavía no me decido por ninguno???
El capi genial, deseando saber lo que sigue
Besos
Con el día tan feliz que tenia ella van y se lo estropean agrgrgrgrg!!!
ResponderEliminar¿quien será el que quiere dañarla tanto?
aunque tengo a algunos en la mente todavía no me decido por ninguno???
El capi genial, deseando saber lo que sigue
Besos
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