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"Una novela debe mostrar el mundo tal como es. Como piensan los personajes, como suceden los hechos... Una novela debería de algún modo revelar el origen de nuestros actos" Jane Austen.

martes, 10 de septiembre de 2013

Capítulo 38




El despertador sonó con un sonido estridente sobre la mesita de noche. Julieta dio un brinco y extendió el brazo para apagarlo. Encendió la luz y se frotó los ojos, dudosamente dispuestos a abrirse tan temprano. Eran las seis e Isaac tenía que comer en una hora y eso hizo que se espabilara más rápido.

Elliot también se removió entre las sábanas y produjo un gruñido de insatisfacción.


                -¿Qué hora es?-Preguntó él, con voz tomada.

                -La hora de ir al hospital-Respondió Julieta sonriente-¡Buenos días!

                -Buenos días.

Le dio un rápido beso en la comisura de los labios y se levantó de la cama. Se quitó la camiseta de Yale y se puso el vestido de lunares negro y las medias negras con torpeza. Agarró la chaqueta vaquera de la percha junto con los botines y los dejó sobre la silla.

                -¿No te olvidas de algo?-Cuestionó Elliot, que la observaba divertido dar vueltas por la habitación desde la cama.

Julieta paró en seco su carrera matinal y frunció el ceño en su dirección. La visión le hizo querer quedarse con él… Con el hombre de torso desnudo y pelo despeinado que le sonreía desde el cómodo y caliente colchón.

                -¿Qué?-Preguntó confundida.

Él se aclaró la garganta, aguantando la sonrisa y señaló su pecho. Julieta abrió los brazos, molesta e inquita, pues el tiempo resultaba insuficiente si hablabas de un día laborable a esa hora, en Nueva York.

                -El sujetador-Repuso Elliot, sonriendo con maldad-Aunque si te interesa mi opinión, creo que sin él estás…

                -Elliot Evans… Eres idiota-Le respondió con una sonora carcajada y le lanzó un cojín, que fue interceptado justo a tiempo de impactar en su cara.

                -Vamos, nena, encima de que aviso como un caballero. Desde que eres madre estás más violenta que de costumbre.

                -Cállate-Ordenó Julieta llevándose el dedo índice a los labios-Nos vemos esta tarde para la cena.

Le tiró un beso en el aire y cogió sus cosas de la silla.

                -No, nos vemos a las doce… ¿No recuerdas lo de la…?

                -Mierda. Las pruebas. Sí, claro-Dijo asintiendo varias veces. Le dio la espalda y bajó las escaleras a prisa- ¡Estaré allí, no te preocupes!


El día estaba muy revuelto. Llovía con fuerza y el viento ayudaba a que la sensación térmica no fuera muy agradable para ser primavera. El padre de Elliot la esperaba en su flamante Mercedes, enfrente de la puerta del edificio. Al verla aparecer corriendo, arrancó el motor.

                -¡Buenos días! Hace un tiempo horrible, Samuel-Saludó Julieta, mientras se abrochaba el cinturón de seguridad.

                -Hola, Julieta- Tenía los ojos fijos en el tráfico agobiante de esa hora de la mañana- ¿Te apetece un poco de música para ambientar esta triste mañana?

Bajó la mirada un segundo al reproductor y lo encendió. En el coche comenzó a sonar música clásica, una Sonata a Piano que Julieta reconoció al instante. Beethoven. Durante toda la semana, Julieta había ido al hospital con el señor Evans. Elliot entraba más tarde a trabajar y el tiempo libre que tenía por la mañana, lo dedicaba a alargar un poco más sus escasas horas de descanso. Pero a ella le gustaba haber encontrado ese tiempo junto al padre de Elliot. Era un hombre interesante y divertido que amenizaba los trayectos en coche hasta el hospital, con interesantes temas de conversación y un estupendo gusto musical.

Como cada mañana, aparcaron el coche en la plaza de aparcamiento del Señor Evans.

                -Gracias, Samuel-Murmuró Julieta, tímida, saliendo del Mercedes.

                -Ya sabes que no me las tiene que dar. Más tarde iré a ver a mi nieto.

                -Por supuesto, estaré allí hasta las doce… Tengo, tengo que ir a lo de las…-Comentó Julieta dudosa.

                -¡Claro las pruebas! Mantenednos informados, ya sabes como es Helen...

Le resultaba difícil hablar abiertamente de esos temas, que su vida ya no fuera sólo del interés de un par de personas, sino que el círculo cada vez era más grande.


***

La enfermera le entregó a Isaac en brazos. Estaba llorando con fuerza, pero en cuanto empezó a comer, se tranquilizó hasta el punto de quedarse medio dormido. Llevaba dos semanas en el hospital y solo tres días habían pasado desde que pudo ser alimentado con normalidad.

Le resultaba una sensación nueva ser una especie de grifo para un bebé. Pero era una de estas sensaciones que no quieres perder, que por extraña que pareciera, la facilidad para hacerla cotidiana resultaba sorprendente.

                -¡Hola mamá!-Exclamó Mathilde a sus espaldas. Llevaba aún el pijama de médico y tenía unas ojeras enormes. Sostenía un café en una mano y un zumo en la otra.

                -Dios mío… Gracias ¿Sabes que te quiero?-Susurró Julieta y le dio un trago al zumo de pomelo.

                -Lo sé, soy genial. Imprescindible para cualquier persona-Bromeó ella y se sentó a su lado-¿Qué tal Isaac?

Mathilde le acaricio el pelo con suavidad y rozo la pequeña mejilla con la yema de sus dedos.

                -Muy bien… Puede que le den el alta mañana. Me da un poco de miedo tenerle en casa, sin las enfermeras, ni las incubadoras-Se sinceró con Mathilde.

                -No te preocupes, si le han dado el alta es porque está bien ¡Mírale, si está enorme! Respira por sí solo, tiene un peso estupendo, sus órganos están maduros, sus latidos son fuertes… Tiene a dos médicos en casa.

Esa charla, mezcla de amiga y médica le reconfortó ¿Por qué iba a preocuparse sin razón? La tenía a ella y a Elliot en casa y además, llevaba mucho sin tener… Malas noticias.


A las once y media, llego Elliot. Quería ver al bebé y también cerciorarse de que llegaban a tiempo a las pruebas.

Y así fue. Una tarde larga, solitaria y agotadora para cualquier persona… Pero Julieta, estaba demasiado feliz como para que una tarde así lo eclipsará. Así que aguantó y pacientemente, dejó que trascurriera el día.

                -Bueno, Julieta… Creo que ya puedes vestirte-La informó un celador mayor, de pelo canoso- Su novio me ha pedido que le diga que la espera en neonatos, pero que si se encontraba mal lo llamara y subiría a por usted.

Ella le sonrío y negó varias veces. Estaba claro que aunque el contraste no le sentaba muy bien, alarmar a Elliot era lo que menos quería.

                -No se preocupe, estoy genial. Voy a vestirme. Muchas gracias.

                -De nada. Espero que tardemos en vernos-Se despidió el hombre y la dejó sola en la habitación.

Julieta se metió una pastilla en la boca y dejó que pasaran unos minutos antes de empezar a vestirse. Cuando lo hizo, se recogió el pelo, cogió sus cosas y salió de la pequeña habitación. Una vez en el ascensor, suspiró y apoyó la frente en el cristal. Le dolía un poco el antebrazo y estaba deseando coger a Isaac y besarle antes de irse a casa.

                -Hola Jul-Dijo su voz justo al lado.

                -Hola-Respondió, con sequedad.

Miró su reflejo en el espejo… Ese rostro sonriente y encantador que la observaba y que tanto la asqueaba.

El de Jane.

                -¿Por qué no se lo has dicho aún a Elliot?

                -¿Qué tengo una amiga imaginaría? He estado ocupada.

La alucinación volvió a dedicarle un hermoso y amplio gesto de complicidad, como si fuera inmune a cualquier comentario que saliera de su boca. Y eso hacía que odiara más su macabra presencia.

                -¿Cómo está Isaac?-Preguntó Jane.

                -Te respondería, pero no me gusta hablar con quien no está aquí en realidad-Sentenció Julieta.
                -Vamos, soy real para ti… Somos amigas.

                -Créeme, procuro que las conversaciones con mis amigas, sean con las que están vivas-Murmuró en voz baja, mientras la puerta se abría.

                -Me necesitas, cielo… Tengo que ayudarte.


Recorrió deprisa el pasillo hacia la sala de neonatos, dándose la vuelta un par de veces para ver si su amiga seguía con ella. Pero no, no había nadie que no fuera de carne y hueso.

Elliot estaba sentado en el sillón y sostenía a Isaac en brazos, hablaba con Mathilde… Los dos parecían estar tratando un tema divertido, pues se reían y observaban a Isaac de vez en cuando. Julieta se quedó un rato examinándolos detrás del cristal. Pensó en el futuro de ambos, en que quizá pudieran acabar formando una familia… Y eso la reconfortó. Quería a Elliot demasiado como para desearle una vida lejos del amor.

                -¡Por fin he acabado!-Exclamó para llamar su atención. Los dos se volvieron al oírla. Él dejó al bebé en brazos de Mathilde y le ofreció el asiento a Julieta.

                -¿Cómo ha ido?-Preguntó, mirándola de arriba a abajo.

                -Genial.

Elliot le cogió la mano para acercarla a su pecho, pero Julieta hizo un gesto de dolor al notar una punzada desagradable en el brazo.

                -Lo siento-Se disculpó Elliot.

                -No pasa nada, cariño.

Entonces se acercó y hundió sus labios en los suyos con fuerza, con mucha fuerza, como si los pocos que le quedaban por darle fueran tan escasos que se pudieran contar. Al separarse, Elliot le sonrió y la abrazó.

                -¡Qué seguimos aquí!-Se quejó Mathilde.

                -¿Seguro que estás bien?-Volvió a preguntar Elliot.

                -Sí, cansada… ¿Podemos irnos a casa?

                -No… Creo que no podemos aún-Murmuró él e hizo un gesto de malestar.

La alarma invadió los ojos de Julieta, que buscó con la mirada a Isaac, temiendo que le hubiera pasado algo… Pero estaba bien, tranquilo, en brazos de Mathilde. Tenía los ojos abiertos, fijos en el techo... Preciosos y grandes, de un color azul verdoso.

                -Está bien… Por eso nos lo vamos a llevar a casa está misma noche-Informó Elliot.

                -Pero…-Comenzó a decir Julieta.

                -Está perfecto y no tiene porqué pasar otra noche aquí solito ¿Verdad cariño?-Dijo Mathilde moviendo la mano del niño con una voz extraña y cómica.

Una oleada de emoción sobrevino a Julieta. Soltó una risita nerviosa, pero su expresión cambio en segundos. Porque esa sensación también iba cargada de miedo. Cogió a Isaac en brazos y lo sostuvo en sus brazos, acunándolo lentamente.

                -¿Seguro que está preparado?

                -Por supuesto-Sentenció Elliot-No nos lo llevaríamos si no fuera así, nena.

El gesto calmado de Elliot era suficiente para calmarla a ella, al menos un poco. Suspiró y miró al bebé.

                -Bueno…-Accedió, al cabo de un rato-Nos vamos a casa, cariño.


Un viaje por Nueva York y dos bolsas repletas de pañales y accesorios de bebés después, llegaron a casa. Tanto Elliot como Julieta estaban nerviosos por esa “primera noche” en familia… Una primera noche que también derrochaba una ansiada estabilidad y toneladas de felicidad por poder alejarse del hospital.

Aún no tenían preparada una habitación para él, ni siquiera habían ordenado los regalos que se apilaban en la habitación… Tan solo había una cuna de madera blanca en el dormitorio principal, que la madre de Elliot se había encargado de arreglar con una ropa preciosa de color beige, justo para aquel día.

                -Si llora esta noche me levantaré yo, no te preocupes… Tú descansa ¿Vale? Tómate esto-Susurró Elliot después de dejar a Isaac en la cuna y le tendió un par de pastillas.

                -Gracias… ¿Te las apañarás sin mí?-Bromeó Julieta, guiñándole un ojo.

                -¡Claro! Soy todo un padrazo. Voy a darme una ducha… Por cierto, han dejado este paquete para ti… Bueno, seguro que es para Isaac-Le entregó una pequeña caja cuadrada, del tamaño de una caja de zapatos, envuelta en un papel de lunares azules.

Cuando Elliot se encerró en el baño, Julieta abrió la caja. Debajo del papel había un joyero de plata con osos y nubes pintadas. Era precioso y parecía muy caro. Junto al papel rasgado, había una nota.

<<Gracias por el ramo de peonías. Espero que estés bien, no quisiéramos privar a ese pequeño bebé de la compañía de su madre>>

La arrugó con la fuerza de su puño, encerrándose en torno al trozo de papel. Respiró hondo y abrió la caja.

La ducha comenzó a sonar justo a tiempo de silenciar el golpe de la caja cayendo al suelo y el grito ahogado de Julieta.
               


5 comentarios:

  1. quien será el o la que le quiere hacer daño a Julieta??? me gustó el capítulo haber como les va con Isaac en casa y esperando el próximo capítulo :-)

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  2. Fijo que es Jesús la que quiere hacer daño a Julietta‚ lo tengo clarissimo. El capi es genial.
    Besos

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  3. Con el día tan feliz que tenia ella van y se lo estropean agrgrgrgrg!!!
    ¿quien será el que quiere dañarla tanto?
    aunque tengo a algunos en la mente todavía no me decido por ninguno???
    El capi genial, deseando saber lo que sigue
    Besos

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  4. Con el día tan feliz que tenia ella van y se lo estropean agrgrgrgrg!!!
    ¿quien será el que quiere dañarla tanto?
    aunque tengo a algunos en la mente todavía no me decido por ninguno???
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    os espero en mi blog!!

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