Esa noche fue fría y solitaria, aunque de un modo distinto a días atrás. Le reconfortaba sentirse así, sola, como si algo dentro de ella le dijese que era el camino correcto, el que mejoraría la situación. Era soportable si no incluías el frío que acuñaba cada una de las fantasmales siluetas de la casa. No tenía que ver con la temperatura, ni siquiera por la lluvia y el sonido que oscurecía el ambiente. El problema principal residia en una cama horrorosamente grande. En el vacio inmenso.
Eso oscurecía las
noches de Julieta.
No recordaba cual
había sido la última vez que durmió sola, sin embargo, al meterse en la cama y
cerrar los ojos, supo que no iba a dormir mucho. Empezó a dar vueltas,
intranquila, de un lado a otro, con la sensación de que el espacio cada vez era
más grande.
Eso le parecía y
un momento de flaqueza, cogió su iPhone y llamó a Elliot. Dudó en colgar,
puesto que era tarde y sabía que podía estar dormido, que podía asustarle, pero
esperó, hasta que su llamada recibió respuesta.
-Si no te conociera, me habrías
dado un susto de muerte… pero la verdad es que yo también estaba pensando en
ti-Contestó Elliot con voz ronca.
Suspiró y sonrío
al teléfono, dichosa.
-Parecemos un par de
adolescentes ¡Oh mi amor, mis padres ya se han ido a dormir y necesitaba
pedirte que nos escapemos, que no puedo vivir sin ti!-Exclamó con dramatismo.
Al otro lado del
teléfono se escuchó una carcajada, seguida de un bufido.
-¿Has estado
ensayando?-Preguntó, divertido.
-Quería estar preparada-Repuso
Julieta.
-Definitivamente quiero casarme
contigo.
-¿Definitivamente, doctor Evans?
¿Aún se lo estaba pensando?-Inquirió en un susurro, jugando con su anillo.
-Tenía mis dudas… Las abogadas
me ponen nervioso.
-Ahora mismo no ejerzo mi
profesión.
-Supongo que entonces no hay
problema, señorita Pope.
Se rieron un rato
y bromearon sobre cosas sin importancia, recordando algunos de los buenos ratos
que tuvieron en el pasado.
-Ahora enserio, ¿Estás…
mejor?-Preguntó ella, temerosa de sacar el tema.
-Jul, de verdad. He dormido y me
he despejado un poco. Estoy bien, no te preocupes. Debería ser yo quien te
preguntara a ti.
-Eso sería algo
cotidiano-Murmuró con tristeza.
-Nena…
-La cama está tan vacía sin
ti-Susurró con una sonrisita, como si Elliot fuera capaz de verla a través del
teléfono.
-Uh… Eso ha sido un golpe bajo.
-¿Sí?
-Deberías dormirte ya, estás
delirando-Bromeó Elliot.
-Sí, debería…
-Julieta…
-Elliot
-Voy a colgarte ¿Vale? No quiero
ser el responsable de que mañana no puedas abrir la puerta temprano.
Eso la pillo
desprevenida. Se incorporó y frunció el ceño.
-¿Qué? ¿La puerta? ¿Qué puerta...? Elliot Evans,
¿Qué has hecho?
-Espera a mañana. Buenas noches.
-Buenas noches, intentaré dormir con esa información.
-Julieta-La llamó, antes de que
colgara.
-Dime.
-Te quiero.
-Yo también.
Se quedó dormida
al poco rato de colgar, más tranquila después de haber tenido una charla corta pero que le recordaba que él seguía allí.
Despertar al día siguiente fue una sensación un poco menos placentera. Se
incorporó despacio, intuyendo que el día anterior estaba pasándole factura.
Estaba cansada y cada centímetro de su anatomía estaba desecha, pero entonces
recordó el avance que había conseguido con Elliot y sonrío encantada. Volvió a
recostarse y suspiró despacio. Sabía que con la quimio los días malos se
alternaban con los buenos y que no podía sino resignarse y dar gracias porque
solo estaba exhausta y no tenía nauseas ni dolor de ningún tipo. Así que miró
el reloj y se quedó tumbada entre las sábanas, consciente de que el llanto de
Isaac se escucharía en cualquier momento y que en ese instante, si tendría
obligaciones que atender.
Pero no fue así.
A los pocos minutos llamaron a la puerta de su habitación. Era su madre, Emma,
y llevaba al bebé en brazos, vestido y abrigado.
-Hola cariño-La saludó con gesto
alegre.
-¡Mama! ¿Qué haces aquí? ¡Qué
sorpresa!-Contestó Julieta.
Emma se sentó a
su lado en la cama y le beso la mejilla a su hija. Después le dejó a Isaac en
sus brazos.
-Hola cariño, buenos días-Lo
saludó Jul y besó su frente con suavidad.
-Bueno, he pensado que podía
quitarte un poco de trabajo por unas horas… Cuando estuviste en el hospital lo
tuve un par de noches ¡Las niñas estaban encantadas con tener a su sobrino en
casa! Incluso me ayudaron mucho más que de costumbre. Necesitan un incentivo de
vez en cuando.
Julieta se echó a
reír, encantada con esa inesperada visita que, intuía, Elliot había tenido algo
que ver.
-Es genial, mamá. Claro que
puedes llevártelo.
-Antes estabas durmiendo… Así
que lo he bañado y le he dado de comer. Me ha ayudado Alice-Le dijo Emma
mientras le acariciaba el pelo, poniéndoselo detrás de la oreja.
Ella frunció el
ceño, extrañada y ladeó la cabeza. Estaba muy mosqueada con toda aquella
“situación”.
-¿Alice está…?
-Oh sí, que tonta… Ha venido
hace un rato.
<<Elliot…-Pensó,
incapaz de creer que todo ese gentío fuera casual. >>
-No he… oído a nadie-Admitió
Jul.
-Vives en un ático muy grande,
cariño. Es más grande que mi casa.
-Ni siquiera es mío-Susurró con
tristeza-No tengo muchas cosas verdaderamente mías-Miró a su bebé y
sonrió-Bueno, él si ¿Verdad, cariño? Mío… Solo para mí.
No se
acostumbraba a ese sentimiento que se despertaba en ella al mirar a esa pequeña
persona. Se quedaba embobada, incapaz de no suspirar, de no sentirse la persona
más feliz del mundo.
-No digas esas cosas-Le regañó
Emma-Eres una abogada estupenda que…
-Que lleva meses sin
trabajar-Completó Julieta-Aunque ahora tengo un trabajo diferente. Consiste en
cambiar pañales, darle de comer a un bebé a horas intempestivas y hablar como
si fuese idiota… Pero me encanta. Me estoy acostumbrando a esto.
Su madre le cogió
la mano, mientras sus ojos se volvían vidriosos.
-¡Mamá!-Exclamó, riendo.
-Soy una sentimental, lo
siento-Se disculpó Emma, sonrosada.
Cuando su madre
se marchó, casi no podía contener el aliento, cansada de hablar y aparentar que
estaba perfectamente. Pero la realidad se alejaba mucho de eso aquel día.
Suspiró y sacó las piernas despacio, para ponerlas sobre el suelo. Se agarró a
la mesita de noche y cogió aire antes de incorporarse, pero al hacerlo, su
inconsciente volvió hacia atrás y prefirió volver a sentarse.
Conocía esa
sensación y se había acostumbrado a vivir con ella. Era una forma de debilidad
física con la que se encontraba extrañamente familiar. Pero eso era algo que
podía soportar mientras estuviera feliz… Y lo estaba.
Solo debía
acordarse de su última llamada de teléfono.
Entonces, Alice
irrumpió en la habitación, abriendo la puerta con energía y abriendo mucho los
brazos. Julieta se soliviantó y la miró extrañada.
-¡Buenos días!-Exclamó
sonriente.
-A… Alice. Dios mío… Me has…-Se
quedó callada, recuperando el aliento. De repente, el gesto de Alice cambió.
Cerro la puerta y fue hasta ella con preocupación-Tranquila… solo estoy
cansada.
-¿Tienes nauseas?-Le preguntó
ella, tomándole el pulso.
Negó despacio y
le sonrió a Alice.
-Estás guapa-Susurró Julieta con
sinceridad. La hermana de Elliot llevaba un vestido de flores y se había recogido el pelo. Parecía muy feliz.
-Gracias. Tú muy delgada-Bromeó
Alice.
-Me lo tomaré como un cumplido.
-¿Necesitas algo?
Esa pregunta le
vino de maravilla. La necesitaba y no tenía fuerza para gritarlo a los cuatro
vientos.
-Sí… ¿Me ayudas a darme un baño?
Estoy… agotada-Le rogó, poniendo un gesto de súplica infantil en los labios.
-Claro, nena-Dijo Alice con voz
masculina y pose seductora-Rodea mis hombros y te llevaré a las estrellas.
Hizo lo que le
pidió y, entre tropiezos y carcajadas pudieron llegar al baño. Alice llenó la
bañera de agua muy caliente y puso algunas sales que daban a la habitación un
olor a lilas.
-Me consientes demasiado-Susurró
Julieta, tumbándose en la bañera, disfrutando el placer que desprendía su piel
en contacto con el agua.
-No cantes victoria, algún día
te pasaré la factura.
Julieta cerró los
ojos, sonriente, y al hacerlo… Elliot le vino a la cabeza.
-¿Puedes mantener esto en
secreto?-Le preguntó-Me refiero a Elliot y Charlie.
-Más a Elliot que a Charlie,
supongo-Alice se quedó pensativa, hasta que negó para sí y suspiró-Antes he
entrado así de… efusiva, porque quería contarte algo.
Julieta se dio
cuenta de que su amiga no podía contener el gesto tímido y que sus mejillas
estaban sonrosadas.
-¿Qué pasa? ¡Habla Alice!-Urgió
Julieta.
-Charlie va a quedarse en Nueva
York. No va a volver a Londres. Bueno,
sí que irá para arreglar algunas cosas en la editorial pero volverá… Y vivirá
conmigo y con Henry.
La noticia la
pillo completamente desprevenida. Se quedó boquiabierta, inundada de una
alegría inmensa.
Charlie iba a
vivir a su lado, con la hermana de Elliot junto a él, para hacerle feliz. No
podía desear nada mejor para alguien a quien quería tanto y a quien había hecho
tanto daño en el pasado. Intentó decir algo, pero lo único que pudo formar en
sus labios, fue un suspiro.
-No sabes cuánto… dios mío, es
fantástico-Dijo finalmente.
-Puede que algún día tengamos un
hermano para Henry. Él se ha acostumbrado muy bien a esta nueva situación. Quiere a Charlie y sabe que él y yo
somos….-Se echó a reír y puso los ojos en blanco-Novio y novia.
-Oh, novio y novia… Me gustaría
que en mis tarjetas de boda pusiera algo así-Bromeó Jul- Me alegro tanto,
Alice. Cuida a mi hermano...
La última frase
sonó un tanto extraña e intentó disimular sonriendo.
Algo tarde.
-Lo haremos las dos-Susurró
acariciándole el brazo-Escucha, sé que estás muy a gusto en este baño, pero
necesito que salgas y bajes al salón.
-¿Elliot?-Pregunto, Julieta,
curiosa, recordando al Elliot misterioso por teléfono.
-Adivínalo tú misma.
Bajaron al hall. Allí estaban Charlie y Henry, intentando esconder una enorme
caja que era imposible de ocultar. Era de lunares azules y tenía un gran lazo
rosa. El niño se puso muy nervioso al verla y empezó a zarandear el brazo de
Charlie.
-¿Eso es para mí?-Preguntó
Julieta, exagerando su sorpresa.
Charlie y Henry
asintieron y se echaron hacia un lado.
-¡Ábrela, ábrela!-Gritó Henry
dando saltitos.
-Bien-Aceptó Julieta y tiró del
lazo. La caja se abrió completamente y su contenido, la dejó completamente
desprevenida.
Un perro, un
cachorro de Mastiff de color negro. Con una llave anudada al cuello en un lazo de color rosa.
<<Elliot, estás
loco…>>
-Es… es… un perro-Balbuceó
Julieta y se encogió de hombros- Es precioso-Se acercó y lo acarició divertida,
como si volviera a la infancia-¿Es para mí?
-Claro-Dijo Charlie-Aunque Henry
y yo nos hemos otorgado el honor de ponerle nombre. Se llama… Haz los honores
Henry.
-¿Qué?-Preguntó el niño.
Alice se rio por
lo bajo y agarró a Julieta por el brazo.
-Que digas como se llama,
cariño-Le ayudó ella.
-¡Ah! Se llama…-Hizo una pausa y
se quedó pensativo, llevándose un dedo a la boca-¡¡Treinta!!
-Trece...-Lo corrijo Charlie.
-¿Trece?-Repitió Julieta-Me
gusta ese nombre.
-Es más, es una pista-Añadió Alice.
-Es más, es una pista-Añadió Alice.
Sonrió ante la
idea de que Elliot estuviera ocupado en otras cosas, alejado de sus problemas
habituales. Pero no tenía ni idea de que se traía entre manos. Y eso resultaba emocionante y... normal.
Intentó por todos
los medio sonsacarle algo a Alice y Charlie, pero ninguno de los dos sabían
nada… O querían mantenerlo en secreto.
Cuando todos se
marcharon, volvió a subir al dormitorio. En la cama había una rama de orquídeas
fucsias con una carta dirigida a ella. Su primer pensamiento fue que era de Jess,
pero no tuvo tiempo a sentir el temor habitual. La abrió deprisa y sonrió al ver la desastrosa
letra de Elliot.
<<Mañana tenemos una cita.
En el mismo sitio, ocho meses después>>
Ya estoy deseando leerme el siguiente
ResponderEliminarOh! Pero que tierno llega a ser Elliot.
ResponderEliminarEl capítulo me ha encantado, quiero saber que se trae elliot entre manos
Un beso