Aquel día a
Elliot le despertó el timbre constante y molesto de la puerta. Se levantó de un
brinco del sofá, sobresaltado, recordándose que tenía que cambiar ese molesto sonido por otro que no le ocasionara micro infartos. Miró a través de la ventana, su padre le sonrió
desde el porche de la casa de Julieta, en los Hamptons.
-Son las seis de la mañana-Se
quejó él, abriendo la puerta. Samuel le sonrió y pasó al interior, estrechando
el hombro de Elliot.
-Tarde, hijo… Muy tarde. Tenemos
mucho trabajo por delante y necesitamos todo el tiempo del mundo para toda la locura que vas a organizar.- le regañó, sonriente y dejó una bolsa de una pastelería
y unos cafés encima de la mesa-Hoy tenemos que acabar el porche y las
escaleras.
-Lo sé, menos mal que has traído
el desayuno. No hay nada de comida aquí.
-Por eso tu madre ha insistido
en que te trajese comida para un regimiento.
-¿No os habéis visto desde que
te fuiste?
Elliot resopló y
se sentó en el sofá.
-No, íbamos a quedar el viernes,
pero Isaac tenía un poco de fiebre... Está resfriado.
-¿Has hablado con ella?
-Sí, parecía cansada. Emma está
con ella, pero no duerme bien por el bebé-Le dio un sorbo al café y revisó las
llamadas de su iPhone. Nada de ella-Me dijo que no hacía falta que fuera.
-Entonces es que estará bien, no
te preocupes ¿Qué tal tú? Tienes mejor cara.
-Bien-Respondió y se quedó
pensativo, mirando un punto en la mesa- gracias a ella y a que me hizo entrar en razón.
Llevaban
trabajando una semana en esa casa. Elliot había tenido la idea de darle un
regalo a Julieta, justo antes de la boda. Ella siempre había tenido ese lugar
como un refugio y qué mejor sitio que ese para empezar una vida nueva, como una
familia. Samuel le estaba ayudando, dado su historial en reformas, aunque lo principal era pintar y
cambiar el mobiliario para darle un aire más acogedor. La casa estaba
totalmente abandonada desde hacía meses. Elliot sólo había estado un par de
veces en ella con Julieta y se llevó una grata sorpresa al descubrir la
cantidad de muebles que guardaban en el sótano. Entre ellas, un piano que había
enviado restaurar, propiedad de James, el padre de Julieta.
-Puede que no necesitemos
cambiar el suelo de los dormitorios de arriba. El parqué está bien, lo próximo
es la calefacción… ¿Cuándo van a venir a instalarla?
-Puede que mañana. La boda es en
una semana, así que nos queda tiempo.
Samuel sonrió para si al ver una foto de Julieta y Charlie mientras pintaba el que sería su futuro despacho.
-Es
lista, muy lista-Admitió su padre, asintiendo.
-¿Quién?
-La madre de tus hijos,
claro-Contesto su padre, divertido. Elliot lo miró con el ceño fruncido-Cuando me contó su plan para que
salieras del agujero, pensé que estaba loca. Incluso me enfadé con ella. Dejar
a mi hijo solo… Pero aquí estamos.
-Lo que me asusta es no estar a
su altura.
-Créeme, es algo a lo que hay
que acostumbrarse. Yo aún no lo he hecho con tu madre. Esa mujer aún me sorprende. Sobre todo cuando decide cambiar los distribución del mobiliario durante la madrugada.
Los dos se rieron
al unísono, hasta que el teléfono de Elliot empezó a sonar. El
sonido del móvil fue como un detonante que accionó cada parte de su cuerpo. Fue hasta él en un par de zancadas, suplicando que al cogerlo solo hubiera un nombre reflejado en la
pantalla.
<<Julieta>>
-Buenos días, nena-Contestó
formando una sonrisa, aunque no hubo respuesta-¿Julieta?
-¿Sabes que la prensa se
pregunta si vamos a bautizar a nuestro bebé? Las palabras exactas han sido
“Abrazar la religión de la que su madre siempre ha participado” –Preguntó
Julieta.
Elliot dejó
escapar una risa silenciosa y se sentó en el sofá.
-¿Siempre has participado en la
religión?
-Defendí a un sacerdote en un
caso de hurto a la iglesia y gané ¿Se considera eso como…?
-Creo que no. De todas formas es
uno de esos temas que no me preocupan demasiado.
-Deberías preocuparte, soy una
mala heredera de mi padre.
-Entonces, ¿Lo hacemos?
-Estamos preparando una boda…
Más bien nos están preparando una boda-Julieta dejo escapar un suspiro muy
hondo, que Elliot reconoció como una mala señal.
Aquella semana se
estaban cerciorando de cuanto se podía echar de menos a una persona. O en su
caso, a dos. No estaba distraído con el trabajo, como meses atrás y su máxima preocupación
era el color de las paredes del dormitorio, así que le quedaba mucho tiempo
para pensar en ellos. En el olor a café
recién hecho antes de irse al hospital, la ropa desordenada en la habitación,
entrar segundo en el baño y encontrarse el espejo empañado. Empezaba a
odiar estar solo en aquella casa, aunque también empezaba a liberarse de la
losa que le había hecho llegar hasta allí.
-¿Cómo está Isaac?-Preguntó tras
una larga pausa.
-Bien… Está bien… Alice lo
examinó está mañana antes de ir a trabajar-Murmuró ella al otro lado de la
línea-¿Cómo estás tú?
-Echándoos de menos-Reconoció.
-Sabes que puedes volver cuando
estés bien-Le aseguró Julieta.
-Lo sé, puede que en unos días.
Quizá vaya a haceros una visita hoy, con mi padre…
-¿Hoy? Eh… Hoy tenía planes.
-Llevo una semana sin veros,
Julieta ¿Habéis hecho planes? ¿No puedes cancelarlos?
-Lo siento, lo siento tanto…
Íbamos a merendar en casa de mi madre, es el cumpleaños de Paul y… Joder, ya
cancelé lo de la cena y mi madre tiende a preocuparse... Vas a pensar que soy lo peor.
-No, claro que no lo pienso. No
pasa nada, iré mañana-Dijo con cansancio.
-Elliot…
-Lo importante es que estas
bien y que mañana…
-Para, para, para… Por favor.-hubo un silencio, seguido de un gemido- No
hagas que me sienta peor de lo que me siento ya. No he quedado con nadie, Isaac
está bien…
Elliot frunció el
ceño y los músculos de su mandíbula se tensaron, esperando el mazazo. Se oyó un
quejido en la voz de Julieta, seguida de un montón de palabras a las que no
encontró sentido hasta pasados unos segundos.
-…pero yo no lo estoy y no quería
preocuparte, con todo lo que tuvimos-Se sinceró con voz ahogada. Mentiras y más mentiras que quedaban aflote.
-Voy para allá.
-Elliot no pasa nada… No es
nada.
-Cállate Julieta, por favor.
Hablamos cuando llegue.
-¿Vienes ahora?
-Sí.
Cortó la llamada
sin decir adiós, invadido por una sensación angustiosa de rabia. Sabía por lo
que ella se lo había ocultado, sabía por lo que todos se lo habían ocultado y
eso no hacía más que caldear los ánimos. No podía imaginar en qué punto se encontraba su
maltrecha parte emocional, destrozada por la sobreprotección y los
acontecimientos de los últimos meses… Pero en ese momento, mientras miraba el
mar gris, oscurecido por el día, con el teléfono en la mano, se dio cuenta de
que debía de haber estado en niveles críticos. Un nivel dónde te ocultan cosas
igual que a un niño, por miedo a un trauma mayor.
*
Al entrar en el
apartamento, se encontró con Charlie de lleno. Parecía prevenido por la
inesperada visita, o eso decía su sonrisa incómoda y su tono de sorpresa.
-Elliot, no te esperábamos.
Julieta…
-Déjalo, Charlie, no la cubras
más-Dijo Elliot, dejándole a un lado y dirigiéndose a las escaleras.
En el hall estaba
Emma, que tenía a Isaac en brazos. Ella abrió la boca para hablar, pero Elliot
estaba fijo en su objetivo y no quería escuchar nada más, en boca de nadie. Agradeció que la madre de Julieta no siguiera intentando que parase.
Pero no fue el
único obstáculo antes del encontronazo. Justo antes de entrar a la habitación,
la puerta se abrió y se cerró con urgencia tras su hermana, Alice.
-¿Vienes a despotricar?-Le
preguntó ella en voz baja.
-¡¿Qué te importa?!-Murmuró él.
-Bueno-Alice le miró fijamente y
le acusó con su dedo índice-Más te vale que no.
Mientras Alice se
alejaba de él, abrió la puerta despacio. Su corazón empezó a funcionar deprisa
y entonces, se dio cuenta de que no era solo rabia lo que le hacía estar así.
Miedo.
Julieta
descansaba entre la abundante ropa de cama que se había amontonado en torno a
ella y hacía difícil encontrarla. Estaba casi sentada, apoyada en las almohadas
apiladas en su espalda. Su gesto era una mezcla de emociones; Algo de alegría,
temor, cansancio y tristeza. Tenía unas marcadas ojeras y los ojos apagados. Julieta se tapó con rapidez el
brazo en el que se habían posado los ojos de Elliot, que ocultaba la vía que
llegaba hasta la percha del suero.
-No es tan malo como parece...-Murmuró Julieta, pasándose la mano por el pelo,
recogido en una coleta.
-Me da igual, esto no está bien.
No puedes esperar que me guste que me ocultes que no te encuentras bien-La
miró, acercándose a la cama-Aunque no sea nada.
-¿Estás enfadado?-Preguntó ella
en un tono infantil.
-Mucho, pero creo que se me
acaba de pasar un poco-Admitió Elliot, sentándose junto a ella.
-¿Sólo un poco?
Se acercó más
y ella dejó que sus labios hicieran el resto. La notó fría, sin vida. Incluso sus labios sabían distintos.
-Sí, muy poco.
-¿Desde cuándo no te afeitas?-Le
gruño Julieta, separándose de él.
Elliot sonrió y
volvió a besarla.
-Cállate, anda. Niña mandona...
-Pensaba que ibas a regañarme y
a gritarme al menos cinco minutos…
-¿No he superado tus expectativas?
Julieta sonrió
divertida, acariciándole el pecho.
-No, claro que no.
-¿Qué puedo decir? La carne es
débil, nena.
Ella emitió un
gruñido, tirando del cuello de su camisa hacia ella. Necesitaba tenerlo, de mil formas diferentes.
-Mi novio ha vuelto-Dijo Julieta y dejó descansar la cabeza en la almohada con un gesto de dolor.
-¿Necesitas algo?-Preguntó
preocupado.
-Que pase esta mierda y podamos
tener sexo desenfrenado-Admitió, despertando una carcajada de Elliot-No tiene gracia…-Bromeó ella.
-Eres tan mala enferma que me
frustras. Y me frustra no poder tocarte como debería.
Ella puso los
ojos en blanco mientras suspiraba.
-Tú me frustras a mí con esa
camisa azul ¿Te vas a quedar hoy?
-Y todos los días si hace falta
hasta que pase esta mierda y…
-Sexo desenfrenado-Completó
Julieta divertida y cerró los ojos.
-¿Quieres dormir?
Su gesto cambió
de repente y se incorporó deprisa.
-Dios…-Se quejó, apretando
la mano de Elliot.
-¿Tienes nauseas?
-Sí… ¿Puedes…? Voy yo sola.
Necesito quitarme esto-Murmuró nerviosa, apartando el tubo de su nariz. Elliot la
ayudo a ponerse en pie e ir al baño-Estoy tras la puerta, no te preocupes.
-Llámame si necesitas algo.
Cerró la puerta y
oyó el grifó del agua cayendo a presión. Decidió darle un poco de intimidad y encendió
el equipo de música. El sonido de Rebecca Ferguson a todo volumen, mientras
daba vueltas por la habitación era muy tranquilizador. Elliot comenzó a esperarla
recogiendo la ropa que había desordenada en el vestidor. Julieta era un
desastre en el tema del orden desde que Teresa no estaba y ese vestidor era el
punto crítico del dormitorio, saqueado por completo por unas manos que siempre
tenían prisa y que además, pertenecían a una madre primeriza.
Entre el tugurio,
encontró una carpeta de piel con las iniciales J.P en el dorso. Estaba en el
suelo, debajo de un mueble pequeño dónde guardaba los accesorios de entretiempo.
En su interior había un extenso documento de herencia. Le sorprendió ver la
fecha de hace apenas unas semanas y su firma.
Después de eso no
quiso seguir leyendo. Dejó el dosier en la cama y se sentó en el colchón. Ver
eso no hacía más que recordarle porqué estaba en la casa de los Hamptons y
porque no hacían más que ocultarle cosas.
No es el tipo de cosas que encuentras entre la ropa de tu novia. Todo estaba
mal, lo miraras por dónde lo miraras y él no podía esperar, redecorando una
casa con total normalidad, a que un tipo de traje oscuro le leyera en una sala de muebles sobrios el
contenido de un dosier con la última voluntad de una millonaria moribunda.
Miró con tristeza
la mesita de noche. Al lado del ejemplar de Anna karenina de Julieta había por
lo menos diez botes de pastillas.
-Ya estoy mejor… Y tranquilo, me
he lavado los dientes-Dijo Julieta, irrumpiendo de nuevo en la habitación. Su
voz se apagó más de la cuenta al ver lo que Elliot tenía al lado, al ver el
gesto de sus ojos-¿Qué haces con eso?
-Lo he encontrado por accidente.
Estaba ordenando el vestidor.
Julieta llegó
hasta él y le cogió la mano.
-Soy abogada y precavida. Estos
trámites son algo normal, tenía que hacerlos… No quieren decir que… No dicen
nada.
-Dan miedo Jul, mucho.
Ella se sentó en
su regazo y lo besó en la mejilla.
-Lo siento. Siento mucho que los
hayas visto-Susurró en su oído-Soy idiota. Y un desastre...
El sonido de su
voz logró animarlo un poco y la abrazo.
-Recuérdame que si tengo algún
problema legal nunca acuda a la desastrosa abogada Julieta Evans.
-¿Julieta Evans?-Formuló ella
extrañada-La señora Evans… Mmmm-Bromeó jugueteando con el anillo de su
dedo-Bueno, señor Evans, ¿Y si nos olvidamos de todo eso y nos ponemos a ver la
tele un rato? Estoy enganchada a un reality vergonzoso… Y de verdad deberías
cuestionar mi moralidad al verlo, pero últimamente, con mi madre aquí cuidando
de Isaac y con Charlie pendiente de que no me levante de la cama, me aburro
mucho.
-¿Quién eres tú y que has hecho
con mi prometida?
Se tumbaron en la
cama y se pusieron a ver la tele, ese absurdo y cuestionable programa que hizo
que se rieran y por unas horas, fueran una pareja corriente y aburrida que pasa
una tarde en casa.
Elliot se quedó
hasta que Julieta se quedó completamente dormida. Después volvió a su retiro, a la tranquilidad de la playa y el murmullo del mar, el lugar que podía servirles para tener muchos más momentos
corrientes.
Por cierto, el día tres el blog hizo un año ¡UN AÑO! Gracias y felicidades por estar ahí :)
ResponderEliminarJane.
Genial me encanta, no creo que pueda esperar al siguiente ¡ sigue así !
ResponderEliminarPD: Primera en comentar xD
sos grosaa!! Se hacen esperar pero... Como valen la penaaa!! Quiero mas!!
ResponderEliminarHola, cuándo publicas!!!!!!!!??????
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