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"Una novela debe mostrar el mundo tal como es. Como piensan los personajes, como suceden los hechos... Una novela debería de algún modo revelar el origen de nuestros actos" Jane Austen.

miércoles, 22 de abril de 2015

Capítulo 19





Pasó el resto de la tarde con el bebé, aislada del mundo entre carcajadas, que eran con diferencia los sonidos más maravillosos que podía escuchar en aquellas circunstancias. Y durante el tiempo que duraba la risa, las cosquillas y las carantoñas, lo demás parecía lejano y sin importancia.

Mathilde volvió a intentar sacar el tema un par de veces, pero simplemente no respondió hasta que fue tan tarde que se cansó de preguntar. Escuchó la puerta del apartamento un par de veces, voces fuera de la habitación. Las ignoró y revisó su móvil.

Llamadas perdidas, varias de Andrew… Allí estaba, de repente, dejando claro que no podía darse por vencido. Se sintió culpable al ver pasado de él de esa manera, sobre todo después de que se descubriera el pastel de un modo tan desagradable.

Entonces, pulsó “llamar” y deseó que él siguiera al otro lado de la línea. Como siempre.

-Gracias a dios… Julieta-murmuró, aliviado. Ella tragó saliva, esperando que la cosa subiera de tono.

-Lo siento-dijo-no podía hablar con nadie. No hasta que me centrara.


-¿Lo has hecho?-preguntó Andrew, con calma. Notó una punzada en el estómago, recordando como Elliot le besaba el cuello.

-No lo sé, pero es igual… sólo quería saber si había alguna novedad.

Hubo una pausa, seguido de un suspiro.

-Jess dice que el bufete de Leman está detrás, aunque eso ya lo sabíamos. Sólo hay que ser discreto, esperar que todo se calme y defender tus casos en el supuesto de que haya que hacerlo. Elliot podrá declarar que ejerciste en tus plenas funciones mentales si la cosa se pone muy seria. Pero no creo que lo haga. Además, los casos que tuviste en esa época, no es que fueran gran cosa. Lo más serio es un tema de drogas.

No creo. La frase se repitió varias veces en su cabeza, torturándola. De repente, sus prioridades comenzaron a ordenarse y la incertidumbre de que su libertad se tambaleara tomó la primera posición.

-¿Y si voy a la cárcel?

-Eso no va a pasar…

-Quiero que me des tu opinión de abogado.

-Jul…

-Andrew-apretó la mandíbula y cerró los ojos un momento, después los abrió y observó a Isaac, jugueteando con una cajita de madera-Por favor.

-Dado tu condición médica, las posibilidades son remotas si se diera el caso. Habría una petición de clemencia y…

-Para, lo sé. Lo sé.

Era demasiado escucharlo en voz alta.

-Por cierto, ¿Cómo estás?

-¡Genial!-respondió con falso entusiasmo.

-Bien, ¿Necesitas algo?

-Una cena, buen vino… un baño de espuma-suspiró y sonrió, sabiendo que él también lo hacía.

-Te recojo en media hora.

-No, mejor nos vemos en aquel restaurante, el de las mini hamburguesas con queso fundido. Me apetece una docena.

-Buena elección, preciosa.

Colgó y fue algo más animada al baño para arreglarse un poco, echando un vistazo al niño de vez en cuando. Necesitaba tomar el aire, charlas, aunque aquella pizca de libertad implicara dejar a Andrew. Fuera lo que fuese lo que debía dejar.

Cuando estuvo preparada, dudó un momento antes de salir de la habitación, esperando no encontrar a Elliot y que su salida no implicara inconvenientes de ningún tipo.

-Vaya, qué guapa-murmuró Mathilde al verla-y parece que de mejor humor.

-Voy a salir, si puedes quedarte con Isaac hasta que vuelva… No creo que tarde.

Ella le guiñó un ojo y le hizo un gesto para que le entregara al bebé. El niño dio palmaditas al ver el gesto de su tía.

-Me llamarás si necesitas algo ¿Verdad?-rogó Mathy.

Antes de que asintiera notó un escalofrío y la sombra de alguien en la cocina. Él.

-No quiero que tardes, tenemos que ir al aeropuerto mañana a primera hora-dijo, sentándose al lado de Mathilde, sin mirarla.

Sintió arcadas al sentir su frialdad, tan cortante que le dolieron los huesos.

-Nos vemos luego-le dijo a Mathilde en voz baja y besó al niño en la mejilla

-No te preocupes por la maleta, Isaac y yo nos entretendremos un rato.

Sonrió sin ganas, augurando el día que le esperaba al día siguiente. Por suerte podría librarse de ese ambiente envenenado durante unas horas.



Anduvo con paso relajado, como si fuera cualquier otra tarde por Nueva York. Observó a la gente que transitaba junto a ella, los escaparates que vestían colores anaranjados y oscuros por la nueva estación… Quedaba poco para el otoño y la brisa fresca se sentía en los días que cada vez tardaban menos en consumirse.

Cuando llegó al restaurante, Andrew aún no había llegado. Le sonrió a la camarera, que le ofreció una mesa en un lugar apartado y una copa de buen vino. Habían estado algunas veces en ese lugar, por lo que el personal tenía claro cómo debían tratarlos y lo hacían de una manera especial que a Julieta le ponía un poco nerviosa.



La tercera copa de vino llegó con el sonido de su iPhone. Un mensaje de Andrew apareció en pantalla:

“Jess me ha llamado, estamos en el bufete. No es nada por lo que debas preocuparte. Acabaré en una hora. Lo siento…”

Bloqueó el teléfono y suspiró, mirando a su alrededor. La camarera le hizo un gesto cómplice mientras atendía a otros clientes. Siempre pendiente de su mesa. El local empezaba a llenarse y ella a notar el efecto del vino en su cuerpo, por lo que pensó que lo mejor era largarse y coger un taxi para llegar a casa -solitaria, por suerte.- relajarse y recoger algunas cosas importantes.

Esperó durante un rato en la calle a que parara algún taxi, pero ese día parecía especialmente concurrido y finalmente desistió en su intento por cazar alguna de esas piezas tan valoradas y amarillas. Así que caminó, con la intención de llegar a su apartamento, que estaba a unas cuantas manzanas. Pocas para resultar un trayecto largo, muchas si en la ecuación aparecía el alcohol y su estado anímico actual.

Era de noche y por la calle se respiraba vida. Cada paso que daba era un punto más de emoción. Los ciudadanos empezaban a salir de sus escondites hacia una larga madrugada y los turistas se aventuraban en busca de un local que les hiciera pasar unas horas que no olvidarían nunca.

-Perdone, señorita, ¿Quiere tomar una copa?-dijo una voz a sus espaldas.

Julieta se dio la vuelta, sobresaltada, observando al hombre que le sonreía. Un tipo alto y apuesto, quizá demasiado mayor… o simplemente no era una de aquellas personas de las que se adivina su edad nada más verlo. Pero era elegante y guapo y en aquel instante no le importó lo demás. Se lo agradeció al vino tan caro que se había bebido sola y asintió.

-Soy Julieta…-tanteó un momento si decir su verdadero apellido, así que finalmente le estrechó la mano y maquilló la realidad-Julieta Evans

-Un nombre peculiar-añadió él, frotándose la barbilla-Chris Roth.

-Encantada, Chris Roth ¿Y esa copa?

-Bueno…-el muchacho rio por lo bajo y a Julieta le pareció encantador. Quizá era una oportunidad para pasar su última noche de libertad con otros aires-La verdad es que no tenía pensado que nadie aceptara mi petición. Alguien decente… quiero decir.

-¿Una apuesta?-preguntó ella, levantando las cejas.

-Bueno, digamos que mis amigos están en un pub cerca de aquí… me aburrían y les dije que encontraría a alguien que mereciera la pena. Ellos me retaron a que fuera en menos de cinco minutos y…

-¿Y cómo va el reto?

Miró su reloj y puso los ojos en blanco.

-Creo que voy a dejar de contar. Pero oye, si no aceptas perderé… porque dudo que encuentre a otra mujer tan preciosa en toda la ciudad. Me dará por vencido y mi humillación pública será terrible.

Soltó una carcajada y él le siguió la corriente. Se sentía cómoda en aquella conversación disparatada y se dejó llevar un poco más. De todas formas, no tenía mucho más que perder. Su vida empezaría a contar al día siguiente, pero esa noche podía disfrutar y tener consciencia de su juventud una última vez. Además, no tendría claro si iba a ser la última y aquello lo hacía más emocionante.

-No me hagas ser la culpable de tal desgracia.

Él se quedó mirándola ensimismado y luego añadió:

-¿Sabes qué? Que les den, ¡Vámonos! Para algo bueno que me regala la noche, no me apetece compartirlo.

Fueron hasta un lugar que Julieta conocía y que estaba solo a un par de manzanas. Un típico bar neoyorquino que le gustaba a su padre y que ponía una cerveza alemana de primera. La decoración era muy pintoresca, de madera y luz tenue, llena de cuadros y recuerdos de toda una vida de noches eternas sirviendo a la ciudad.

El dueño era un viejo amigo de James que Julieta conocía desde que tenía uso de razón. Llevaba mucho tiempo sin ir por allí, mucho antes de que tuvieran el accidente, así que pensó que era ideal empezar aquella noche en ese lugar. Pero al verle detrás de la barra, justo como recordaba, se le hizo un nudo en el estómago.

-Espera-le dijo a Chris-voy a saludar al dueño.

Se acercó temerosa, temiendo que los años le hubieran hecho olvidarse de ella. No lo había visto desde el funeral de su padre, justo después de salir del hospital. En aquel momento estaba tan ida que ni siquiera notó su presencia… hasta que se acercó a ella en la iglesia. De todos los presentes, su abrazo fue de los pocos que logró reconfortarla.

-Hola, ¿Puede ponerme una jarra de ese oro líquido tan asqueroso que guarda detrás de la barra?-preguntó, inclinándose un poco en la barra. Justo como hacía James.

Aquel tabernero de barba gris y buche prominente levantó la mirada con ojos de loco, encontrándose con la suya.

-Dios mío… ¡Julieta!-susurró y le sonrió con grandeza. Después salió de detrás de la barra y corrió a abrazarla-Estás guapísima, chiquilla.

Julieta se dio cuenta de que estaba llorando, ni siquiera se había dado cuenta de cuando había empezado, pero se sentía extrañamente bien.

-¿Cómo estás? Hacía mucho tiempo que no pasaba por aquí, pero está tal y como recordaba-se sinceró limpiándose las lágrimas con los dedos.

-Bueno, algunos tenemos unos cuantos años más a cuestas, pero aparte de eso no me puedo quejar, ¿Cómo estás tú? Supe de ti el año pasado… por la prensa.

-Estoy… bueno, deseando probar de nuevo esa cerveza.

-¡Y fuiste mamá! Ojalá tu padre lo hubiera visto-exclamó con orgullo.

Hizo un esfuerzo por no volver a abrazarlo y llorar como una niña pequeña.

-Puedes venir un día a casa y conocerlo.

-Te tomo la palabra. Bueno, cariño, ha sido un placer verte aquí de nuevo, te dejo con una vieja amiga-dijo y le sirvió dos jarras de cerveza bien fría.

Chris la esperaba al otro extremo de la barra. Aquella luz le daba un aire irresistible y le hacía un favor a su piel morena. Julieta contuvo la respiración e intentó mantener la compostura para que no se le notara lo ruborizada que estaba. Se mentalizó de que era una mujer segura de sí misma y que aquel hombre de edad desconocida no iba a intimidarla.

-Lo siento, es un viejo amigo de la familia-se disculpó, sentándose a su lado.

-Tranquila, estaba admirando las fotos. Hay muchísimos personajes conocidos…-reconoció mirando a su alrededor.

-César ha sabido montárselo bien-respondió ella-y ésta cerveza ha tenido algo que ver.

-Bueno, cuéntame de ti… Julieta Evans.



La primera jarra estuvo marcada por una conversación amena y educada, la segunda logró achisparla y que las palabras se soltaran poco a poco. Finalmente Jul se acomodó en aquel taburete de cuero viejo y escuchó un poco de la historia de Chris Roth, que era economista y trabajaba en Wall Street. Sin hijos, sin compromisos. Llevaba dos años divorciado (de una relación tormentosa), buscando nuevos aires en su vida y eso le otorgaba algo más de encanto. Después de aquello la situación se tornó graciosa. La cerveza dio paso a algo más fuerte y salieron del bar en busca de un sitio más… lúgubre y moralmente incorrecto. Chris estaba borracho. Julieta estaba muy borracha. Así que se apoyaron el uno en el otro mientras se reían de chistes sin mucho sentido, buscando otro sitio.

-¿Sabes? Creo que la noche no podría ir mejor-admitió Chris, sin poder parar de reír- Bueno, quizá si encontráramos un lugar sin una cola kilométrica…

Julieta aprovechó el momento de lucidez para mirar su teléfono. No había nada. Ni llamadas perdidas, ni mensajes paternales odiosos… Aunque fueran más de las cuatro de la madrugada. Sabía que no era normal y que debía empezar a preocuparse por ese ataque de libertad, pero era esa noche y se había decidido a disfrutarla.

En ese justo instaste, el móvil comenzó a sonar en su mano. Era Elliot. Tanteó colgar, apagar el teléfono y olvidarse… hasta que finalmente lo cogió en un ataque de debilidad.

-¡Hola! Ya te echaba de menos-contestó con una risita.

-¿Dónde estás?-preguntó al otro lado de la línea.

-En la ciudad, tranquilo. Sólo quiero divertirme, ya sabes… mañana tengo un viaje de negocios-dijo con ironía.

-Genial, estás bebida.

-¡Guau! Menuda deducción.

-Julieta… por favor, no hagas tonterías.

Le hizo un gesto a Chris para que la esperara y se adelantó para hablar a solas con el iPhone.

-¿Por qué siempre creéis que voy a hacer una locura? ¿A caso he demostrado ser una irresponsable?

-¡Nos preocupamos por ti! En tu situación, cualquier persona podría perder la cabeza, asustarse-explicó Elliot a la desesperada- No lo hagas por mí, pero vuelve a casa.

-No, por ti no. Buenas noches, Elliot-colgó el teléfono y lo apagó, enterrándolo en el fondo del bolso.

Se giró y le sonrió a Christian, que estaba distraído mirándola. Se acercó a ella y le acarició la barbilla con cuidado.

-¿Todo bien?-preguntó con precaución.

-Todo bien-repitió Julieta, en un suspiro.

Pero estaba lejos de estarlo. Era el efecto que tenía Elliot sobre ella, que le hacía consumirse en la consciencia de sus acciones, por inofensivas que fueran. Intentó hacer lo posible por ignorarlo y pasar a otro nivel. Nunca más iba a tener veinticinco años, incluso se planteó que no fuera a cumplir años otra vez. Sabía que tenía que disfrutar cada noche, cada momento…

-¿Todavía quieres otra copa?

-No, necesito hacer una cosa

No quiso darle vueltas, simplemente apareció como un fogonazo, una locura que se convertiría en un gesto para recordar por lo que había pasado. Pidió a Chris que la llevara a algún lugar dónde hicieran tatuajes y después de buscarlo en google y usar la palabra “fiable” en la búsqueda, encontraron un sitio 24 horas a un par de manzanas.

Tras un dolor agradable, unas cuantas risas y una pizca de arrepentimiento, Julieta tenía un tatuaje en la parte trasera del cuello. Una única palabra.

“Moments”

Al terminar estaba tan cansada que parecía que acababa de salir de un largo día en el bufete. Tenía esa sensación placentera, como si el mundo girara a su alrededor y se hubiera olvidado de ella. El cuello le molestaba un poco, las letras ardían, pero se sintió orgullosa de haberlo hecho.

El viento le rozó las mejillas al salir a la calle, haciendo que volviera a la realidad. Entonces, hizo balance y se dio cuenta de que quizá había bebido demasiado… y que eso le había llevado a acciones inconscientes que no caerían bien a todos. Volvió a pensar en él, en la bronca que le esperaba cuando llegara en ese estado lamentable.

Chris la llevó hasta su apartamento y Julieta le invitó a subir. No tenía claro porque lo hacía, ni si se debía a un reproche infantil por esos días de mierda que llevaba, pero necesitaba sentir el contacto humano de otra persona. Alguien que no tuviera ni idea de su condición y no pudiera mirarla con ojos de corderito. Y ahí estaba él, sólo unos ojos marrones llenos de deseo.

Así que al llegar, subieron hasta su dormitorio y ella apagó la luz. Él no preguntó el por qué y eso la calmó. No quería tener que dar explicaciones sobre el cáncer y las cicatrices que adornaban su cuerpo. Hubo más charla, vino tinto, risas… y sexo: agradable y físico. A Chris se le daba bien el tema y Julieta pudo saciar el estrés y olvidar las preocupaciones durante varias horas. Después se marchó, no sin antes hacerle prometer que volverían a verse. Ella asintió varias veces, como si fuera obvio que iba a llamarlo al día siguiente, o quizá a los dos días para que no quedara como una mujer desesperada… pero sabía que iba a pasar.

Se metió en el baño y accionó el grifo del agua caliente. Mientras se llenaba la bañera, se miró al espejo y se preguntó cuánto tardaría en amanecer y que llegara aquel día. Se tendría que separar unos días de Isaac, de Mathilde y de su familia y convivir 24 horas con Elliot. O mejor dicho, su neurocirujano. Como si fuera fácil hacerlo todo a la vez.

Al abrir el armario en busca de las sales de baño, vio unas tijeras puntiagudas en uno de los estantes. Las cogió y las observó en su mano, reflexionando en el hecho de que quizá perdiera el pelo ésta vez. No pasó la primera, pero las cosas podían ser diferentes. Ella era diferente. Ahora no tapaba el hecho de estar enferma por su propio egoísmo. Ni por orgullo. Las circunstancias la habían hecho crecer y ser adulta, pese a hacerse tatuajes de madrugada e invitar a desconocidos a casa.

Acercó las tijeras a su pelo y tanteó en sus manos un mechón que le llegaba a la altura de los hombros. Entonces ambos se unieron, y el mechón cayó a la superficie blanca del lavabo. Respiró hondo y siguió durante un rato hasta que estuvo lo bastante corto para raparlo. Evitó mirarse durante mucho rato para no arrepentirse y continuó con el trabajo. Encontró una vieja maquinilla de Elliot y la accionó en un número medio, para que el cambio no fuera tan drástico.





3 comentarios:

  1. Sí, llevaba mucho tiempo sin subir y no, no tengo perdón de ningún tipo... Pero bueno, hay gente que sigue ahí y les debo una humilde explicación por el hecho de ser una estudiante que consume su tiempo en mil cosas de estudiante. A veces incluso, sin tiempo libre ni ánimos para escribir. Pero los exámenes han terminado y no sé hasta cuando la racha energética... Todo genial ahora. Veo la luz al final del tunel y esas cosas.
    PD: He cambiado el nombre, no sé si es provisional... pero es la segunda parte y se merece una.
    PD 2: GRACIAS :)

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  2. ¡Hola! Yo sigo aquí dando la vara como siempre, y aquí seguiré hasta que termines la historia. A veces no comento porque se me olvida pero siempre lo leo tarde o temprano. Por ejemplo este lo leí el sábado, iba a comentar pero estaba en modo lacrimógeno por culpa de Anatomía de Grey y quien sabe que podría salir de ahi. Mierda yo aquí no venía a contar mi vida. Bueno, no creo que haga falta que te repita que me encanta como escribes pero lo hago igual. Cualquier historia escrita por ti es fantástica. Respecto al capítulo me da igual con cuantos tios se lie Julieta, para mi ella y Elliot tienen que acabar juntos (puedes tomar nota jajaja) aunque ahora se haya hecho un cambio de peinado.
    El título nuevo me gusta, es una forma de distinguir esta etapa. Tengo que decir que lo de la luz al final del tunel es muy yo esperando junio para romper apuntes y acabar las clases. Bueno ya desvarío otra vez en fin.
    Besos ;)

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  3. Que bien que has vuelto Jane! Ya te hechaba de menos jajaja a ti también Elliot no te enfades xD. Qué bien que vayas a retomar la historia, estoy muy contenta! Un beso enorme!

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