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"Una novela debe mostrar el mundo tal como es. Como piensan los personajes, como suceden los hechos... Una novela debería de algún modo revelar el origen de nuestros actos" Jane Austen.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Capítulo 1





Era noviembre en Nueva York. Aquel día la nieve espesa cubría por completo la gran manzana y el frío se encargaba de congelar los huesos de cualquier imbécil que osara enfrentarse a él transitando las calles en busca de un buen café, el periódico o conversación. Y a pesar de los efectos del clima las calles estaban repletas de transeúntes cubiertos hasta los ojos con toda clase de gorros, bufandas y anoraks acolchados. Tan lleno de vida como el resto del año.

La ciudad que nunca duerme, en la que convivían miles de personas en una variedad infinita, al amparo de los rascacielos, el dinero y los sueños por cumplir.

Un lugar con cientos de historias que contar. Centrémonos en una. O en dos.


Elliot Evans se despertó sobresaltado por el sonido de su BlackBerry. Se frotó los ojos para salir del ensueño y agarró a oscuras el móvil de la mesita para cortar la alarma del despertador. Volvió a tenderse sobre el nórdico, aún caliente, y bostezó. Eran las siete de la mañana y su primer día en la clínica Williams, un centro médico con gran reputación y con el que llevaba soñando mucho tiempo.

Todavía dudaba en sí no fuera realmente una ilusión. No tener que volver al horario de Hospital, a las jornadas maratonianas y a un sueldo mínimo. Había tardado relativamente poco en encontrar ese puesto, que venía de la mano con un cómodo horario  y un suculento sueldo. Un par de factores que le harían volver a disfrutar de tiempo libre, el cual tenía claro que dedicaría a su investigación, y con suerte le abriría puertas en el mundo de la neurocirugía. Aunque como cualquier oferta demasiado atractiva, tenía su inconveniente. El trabajo era especializado en cuidados terminales.



Se incorporó de la cama y revisó las llamadas pérdidas de su móvil.

21:45 Mamá

23:31 Alice

05:27 Jess

     -Vuelta a la realidad- Dijo suspirando y observó su habitación desordenada con cansancio.

Leyó los nombres de su madre y su hermana y bufó en la tercera llamada. Inmediatamente después, borró la última, preguntándose cómo podía seguir llamándolo su obsesiva ex, cuando hacía más de seis meses que su relación había terminado. Entonces, sonó el timbre de su teléfono.

          <<Mamá>> Observó la pantalla y vaciló un momento en si cogerlo o no, quizá porque intuía que la llamada no iba a ser agradable. Pero conocía perfectamente a su madre y tarde o temprano iba a tener que plantarle cara, así que decidió que era mejor temprano.

     -Hola mamá.

     -Elliot hijo, estás vivo-Contestó, claramente con un tono nada amigable- ¿Dónde estabas anoche? ¿Dónde te has metido toda esta semana?

     -Eh...Me acosté pronto. He tenido mucho trabajo con la investigación-le explicó cansadamente. Con ella siempre utilizaba ese tono.

Su madre bufó y supo que no era bueno.

     -Por lo menos podías haberme mandado un mensaje… No he podido pegar ojo en toda la semana, pensando cosas horribles. Llamé a tu hermana y tampoco ella pudo hablar contigo.

     -Lo sé, lo sé mamá… Lo siento. Estaba trabajando y no me acuerdo de nada cuando estoy concentrado. Lo sabes. Mi móvil se quedó sin batería en algún punto de estos días y llevo encerrado desde entonces. Mi mejor amiga es la cafetera Nespresso que me regalaste.

     -Bueno, que sepas que tu pobre madre sólo quería saber que estabas bien… Últimamente siempre que pasa algo malo, pienso en que te puede pasar algo y… Me preocupo.

     -Tengo 27 años mamá… Vivo sólo y un sitio seguro, no tienes por qué preocuparte.

     -Soy tu madre y me preocupo porque es mi trabajo… Además Nueva York nunca será seguro, es demasiado grande- protestó su madre. Los labios de Elliot formaron una sonrisa al oír esa frase.

     -Perdona mamá... soy un desastre-se disculpó, cogiendo una bocanada de aire y echando un vistazo a la ropa que había sobre la cama. Estaba hecha un asco- Bueno, voy a llegar tarde a la consulta.

     -Está bien, cariño... No vuelvas a desaparecer, por favor. Y llámame cuando tengas tiempo. Pero que me llames, ¿Vale?

     -Vale mamá... Gracias.

Colgó el teléfono y miró el reloj. Eran las siete y diez minutos.

     <<Mierda-pensó, intentando recoger aquel desorden de proporciones bíblicas >>

Elliot Evans tenía veintisiete años y era neurocirujano, por lo que sus únicas preocupaciones estaban recogidas en su investigación sobre el Parkinson y su nuevo puesto. Algo que había ganado con cierta carisma y un poco de su estudiado atractivo; era alto, de pelo oscuro y unos penetrantes ojos azules, descendencia de sus raíces inglesas. Aunque debido a las recientemente desagradables experiencias con el sexo femenino, no quería oír hablar de una pareja ni de nada que no fuera su estupenda soledad y su completo trabajo. Aquel día era el punto de partida perfecto. Con el marcador en 0 y un sin fin de posibilidades.

Era tarde y el tráfico iba a complicar llegar a tiempo al centro de la ciudad, así que se vistió con rapidez. Eligió un traje gris a conjunto con una camisa azul, nada que llamara la atención el primer día y que les hiciera pensar que era pretencioso y un niñato mimado. Después cogió su maletín, el móvil y las llaves del coche, que tuvo que buscar entre los montones de hojas garabateadas y libros. Estaba algo inquieto por empezar esa nueva etapa,inquieto o muerto de miedo, en aquel lugar nuevo, lleno de privilegiados y grandes especialistas de los que con suerte obtendría horas y horas de práctica y en un futuro incluso cambiar de puesto y hacer lo que verdaderamente deseaba desde que empezó a estudiar mucho y dormir poco: La cirugía.

*

La consulta Williams estaba situada en un edificio muy lujoso que rodea Central Park. Concretamente en las tres últimas plantas. La primera de ellas, dedicada a las consultas, era un espacio amplio de paredes blancas y muebles oscuros y de lineas sobrias.  En el centro del hall, había un mostrador con un enorme cuadro al fondo, de amapolas rojas. 


     -Bienvenido, Doctor Evans. Soy Lucy y seré su secretaria-Lo saludó la chica morena, en actitud muy insinuante. Elliot reparó en su coqueteo y le sonrió. Jugaba con su larga melena de pelo rizado, pasándose varias veces los mechones por detrás de la oreja.

     -Gracias Lucy- Dijo él. La chica extiendió una carpeta de color azul y un portátil blanco, junto con un pendrive.

     -Estás serán sus cosas, Doctor Evans. Dentro del pendrive están los historiales de todos los pacientes de la consulta. En la carpeta encontrará las citas de hoy con sus respectivos historiales. Si tiene alguna duda, llámeme pulsando el número treinta y tres de su teléfono inalámbrico- La chica pronunció su discurso con una gran sonrisa en la cara, moviendo las pestañas incontables veces. Elliot asintió con gesto amable, esperando que le dijese cual era su consulta. Aunque la chica estaba demasiado ocupada, intentando parecer irresistible

      -Y… ¿Mi consulta?-Le preguntó sin más remedio. La chica se puso roja como un tomate y se cerró los ojos, abochornada.

     -Consulta 3, perdone- Contestó, señalando la habitación de al lado del mostrador.

     -Gracias. Qué pase un buen día.

La chica lo miró por última vez, derritiéndolo con la mirada y asintió sin perder el color rosado de sus mejillas.

     -Igualmente. Y bienvenido de nuevo.



La consulta que le habían asignado era enorme, con paredes verdes, estanterías blancas llenas de libros y figuras abstractas en colores oscuros. Estaba todo iluminado por una gran pared de cristal situado detrás de la mesa del despacho, la cual concedía unas preciosas vistas de la ciudad. En la habitación resaltaba la enorme mesa rectangular de madera oscura, vacía, a excepción de un jarrón con lilas frescas y una bandeja con folios blancos. Todo olía a nuevo, como acabado de estrenar. Al lado de la mesa, había una vitrina llena de libros y utensilios médicos. En el otro extremo de la estancia, un cómodo sofá blanco y al fondo, una camilla negra rodeada de un biombo. La guinda de la decoración eran unos cuadros que imitaban los paisajes idílicos de Monet. Se respiraba armonía y tranquilidad.


Como Elliot temía, el día pasó marcado por las tragedia personales y las conversaciones sobre la muerte prematura. Mujeres y hombres que se lamentan mientras enseñaban las fotos de su famila, rogando por un poco de tiempo más. Un trabajo que conseguía agotar a cualquiera. Elliot intentó aguantar como pudo, recordando como en una lista mental, los pasos a seguir según los libros que había estudiado sobre psicología.

La Doctora Williams, la dueña de la clínica y respetada neurocirujana, se pasó al medio día por su consulta. Una mujer mayor, algo perfeccionista, interesada en que en su consulta todo fuera como la seda. Le dio la bienvenida y le repitió de carrerilla los pilares en los que se basaba la medicina del presente. Un extenso discurso que le llevó algo más de media hora. Después de ella, entró Lucy, dispuesta a  invitarle a una copa de bienvenida. Elliot le puso una excusa poco creíble, pero eficaz que le evitó comprometerse a algo que no le apetecía hacer. En definitiva, era uno de esos días interminables, de los que deseas que acabe pronto.


Era de noche y no se oía ni un alma en la cínica. Elliot miró su reloj, asegurándose que eran más de las nueve y media y de que la última cita se retrasaba demasiado.

Julieta Pope- 9:30.



Convencido de que la tal Julieta Pope se había echado atrás, recogió sus cosas y comenzó a ponerse el abrigo. Pero en ese momento, llamaron a la puerta.


     -Pase- Dijo, Elliot. La puerta se abrió y entró una joven alta y guapa, vestida muy elegante con un traje negro y un pañuelo de seda verde anudado al cuello. Sus piernas eran infinitas, rematadas con unos tacones del mismo color que su pañuelo y medias oscuras. Tenía el pelo castaño, ataviado en un recogido. Sus ojos eran de un tono verde, oscuros y grandes, ahumados en negro. Elliot se quedó pasmado ante su belleza. No podía dejar de mirar sus labios carnosos, tan pasmado que fue incapaz de soltar una sola palabra.

     -Buenas noches. Siento el retraso. Muchísimo trabajo… Sí quiere vuelvo mañana-Se disculpó con voz ahogada. Elliot negó con la cabeza y le sonrío.

     -No… No pasa nada- Respondió él y se aclaró la garganta.

La chica hizo lo mismo, nerviosa y le estrechó la mano, dejó el abrigo negro sobre el respaldo de la silla, y se sentó con movimientos elegantes en la silla.


     -Así que usted es el Doctor Evans- Murmuró con gesto divertido. Le miró con detenimiento y cruzó las piernas con elegancia- Bueno, he de decir que me lo esperaba un poco menos… Joven.

Elliot no pudo evitar sonrojarse con esas palabras y soltar una risa. Sus miradas se cruzaron una milésima de segundo.

     -Se sorprendería de las veces que me han dicho lo mismo hoy- Respondió él.
   
     -Dada la edad de su predecesor, no es tan extraño-Le explicó ella, buscando algo en su maletín de piel.

Elliot no podía creer que fuese esa su última cita. La mujer que tenía delante se veía sana, en forma y era joven… Muy joven, lo que se alejaba del perfil de sus otros pacientes. Miró las anotaciones de Lucy para hoy. No decía nada de una cita con la aseguradora, ni de una abogada... Sólo un nombre; Julieta Pope. Por su aspecto y su maletín de piel dedujo que se trabaja de lo segundo.

     -¿Su nombre era, señorita…?

     -Julieta… Julieta Pope.

     -¿Es usted abogada? La Doctora Williams me dijo que vendría alguien a tratar lo del seguro…-Empezó a decir Elliot. La chica comenzó a reírse por lo bajo, sin dejar de mirarle. Él bajó los ojos de nuevo a la carpeta azul y rebuscó en los historiales, en los que uno correspondía a Julieta Pope.

      <<Imbécil- Pensó. Cerró los ojos y se frotó la frente, nervioso.>>

     -Lo siento señorita Pope… Es que pensé que no era una paciente- Julieta Pope se acomodó en la silla y se inclinó para acercarse un poco más a la mesa.

     -Se sorprendería de las veces que he oído eso-Susurró- Aunque no estaba del todo equivocado, soy abogada.

Elliot bajó la mirada hacia su historial. La palabra "Glioblastoma" resaltan la página en negrita. Levantó la vista de nuevo hacia ella y reflexionó que de todas las personas que habían entrado en su consulta, era la única que parecía… Feliz.

     -Bueno, señorita Pope… Aquí dice que el tratamiento de su tumor es muy simple ¿No quiere operarse?

Por primera vez, a Julieta Pope le cambió el semblante. La tristeza inundó sus ojos un segundo, pero no apartó la sonrisa de su rostro.

     -No es operable... Aún- Se aclaró la garganta y encogió sus hombros.

     -¿Ha considerado la quimioterapia?- Ella miró a Elliot a los ojos y apretó los labios formando una linea.

     -No confío en eso. Y no hace falta que me enumera todas y cada una de las maravillas del tratamiento. Lo conozco y no lo quiero.

Elliot se queda perplejo ante la respuesta. Clara y sin titubear. Carraspeó la garganta y siguió leyendo el historial.


     -Última resonancia: 10-06-2011

“La paciente no muestra una progresión negativa”

     -Última consulta: 27-10-11

“Medicación para cefalea intermitente” Próxima resonancia en diciembre.


     -Tienes dolores de cabeza y mareos, por lo que veo en el historial- Continuó. Ella asintió- ¿Has notado algo nuevo?

     -Más mareos, quizás… Necesito aumentar la dosis.

     -La medicación es fuerte y produce efectos secundarios…-Comenzó a explicarle, Elliot.

     -Lo sé- Le cortó fríamente.

     -Bien, subiremos a cuatro la dosis diaria ¿Necesita un informe para su trabajo?- Las mejillas de Julieta Pope se encendieron de repente.

      -No, es que… Bueno… No es muy normal, mi anterior neurólogo lo sabía…-Los interrumpió el sonido de un teléfono. Ella sacó de su maletín un iPhone y lo miró mientras el tono subía de volumen. Su respiración se volvió agitada- Lo siento, doctor Evans, será un minuto… Debo contestar-  Él levantó la mano en señal de aprobación. Julieta se puso el teléfono sobre la oreja y suspiró-Julieta Pope- Se quedó en silencio hasta que cerró los ojos y negó con la cabeza escuchando la conversación. Resopló cansadamente al cabo de unos segundos- Dije que no me molestarais mientras estaba en el gimnasio. No, no… ¿Qué? ¿¡Quién lo ha dejado pasar!?-Se levantó de pronto, y caminó dando vueltas de un lado a otro de la consulta. Elliot la observaba paralizado y nervioso, hasta que decidió levantarse también- ¡¿Qué que va a hacer?! Robar los certificados. Claro… Los dejé sobre la mesa. Soy idiota, te llamo luego- Colgó, bajó la mirada y se frotó las sienes con los dedos, evitando mirar a Elliot.

     -¿Se encuentra bien?-Preguntó él y se acercó con precaución a ella. Julieta asintió.

     -Problemas en la oficina. Tengo que irme- Explicó, marcando un número en su teléfono. Se quedó en silencio, esperando respuesta, con el teléfono al oído- Hola. Necesito un taxi en… en…estoy en...- Permaneció un rato callada, con el ceño fruncido. Finalmente dejó el teléfono sobre la mesa y respiró profundamente, sentándose de nuevo en la silla.. Elliot dudó un momento, pero se fijó en su expresión cansada y le cogió el hombro. Julieta Pope se apartó deprisa de él y lo miró fijamente otra vez. Ambos habían reparado en su fallo de memoria.

     -Puedo llevarte a la oficina- Terció Elliot, sintiendo pena por ella.

     -No hace falta…

     -Me quedaría más tranquilo si me dejara... Por favor-Le rogó él.

Julieta se puso el abrigo y se quedó un momento pensativa, ante los ojos de Elliot.

     -Está bien...- Contestó al cabo de un rato.



Los dos bajaron hasta el parking del edificio en absoluto silencio, hasta que llegaron al mercedes clase C blanco, aparcado en una esquina. Elliot sacó las llaves de su bolsillo y le echó un vistazo a su acompañante por encima del hombro. Estaba embobada con el coche.

     -¿Su coche?- Cuestionó Julieta al llegar, mientras él abría la puerta del copiloto.

     -Sí, algo así.

     -Tiene buen gusto...-Murmuró ella, metiéndose en el coche.

No sabía porqué razón, pero la compañía de aquella chica le ponía nervioso. Su modo de reaccionar y su intimidante mirada le resultaban extrañas, al menos para alguien que acudía a su consulta. A lo largo de toda su carrera había encontrado a mucha gente enferma y la mayoría de ellos no se mostraban así, como si su enfermedad fuera algo que no le interesaba lo más mínimo.


     -Me encanta este coche… Tiene que ser maravilloso conducirlo-Admitió Julieta cuando salieron del edificio.

     -¿Le gusta conducir?-Inquirió él, curioso.

     -Sí, tengo un coche… Mejor dicho tenía. Está en un parking, abandonado. Al parecer, soy un peligro en la carretera… Con mi… situación de mierda.

Elliot sonrió ante esa infantil descripción y ella lo miró divertida, para luego observar por la ventanilla la transitada calle.

     -¿Dónde está su bufete?

     -En la avenida Lexington.

A medida que se acercaban al bufete, Julieta Pope parecía más nerviosa. Frotaba  las manos una y otra vez en su regazo y respiraba agitadamente, removiéndose en su asiento, hasta que, finalmente llegaron al edificio.

Elliot la observó de reojo mientras aparcaba. Parecía encendida por la furia, intentando desabrocharse el cinturón de seguridad, mientras maldecía por lo bajo. Cuando lo consiguió se bajó del coche y cerró la puerta de golpe, dejándole completamente confundido. Entonces, volvió a abrirla y se inclinó para mirarle, agitada. Él no estaba seguro de sus intenciones, pero temía que no fueran del todo claras.

     -Espéreme aquí. O vallase, llamaré a un taxi-Dijo con urgencia- Y gracias.

     -¿Qué va a hacer?-La voz de Elliot se volvió más tensa.

     -Darle un puñetazo a un gilipollas-Respondió, quitándose los zapatos de tacón y dejándolos en el asiento. Elliot se quedó pasmado y la miró con la boca abierta, antes de que ella cerrara de nuevo... Antes de que él decidiera bajarse también.

Avanzó tras de ella, hasta que sólo los separaban unos pasos.

     -¿Qué quiere hacer? ¡Julieta, espere!- Gritó, intentando sin éxito que parara.

     -Creen que pueden ganar juicios robando informes "confidenciales"… Hijos de puta- Dijo Julieta, entrando en la escalera auxiliar, seguida de Elliot, que subía de dos en dos los escalones.

     -No creo que esto sea recomendable para usted- Opinó él con cautela. Ella soltó una carcajada y se giró un segundo para fijarse en él.

     -¿Por qué sigue aquí, doctor?-Preguntó con frialdad.

     -Cuido de mis pacientes- Le respondió, con voz ahogada.

Al cabo de unos pisos, se metieron en un ascensor. Julieta Pope presionó varias veces el número 57, se cruzó de brazos y se apoyó sobre la pared, sin dejar de mirar los números ascendentes mientras subían. Elliot no estaba seguro de que hacer, ni que decir, así que opto por callarse y no caldear más los ánimos en ese pequeño habitáculo.

     -No debería ser mi cómplice- Le espetó Julieta al cabo de un rato, girándose en su dirección.

     -Sólo quiero estar seguro de que no le pasa nada malo... Que está bien.

     -En ese caso…-Empezó a decir. El ascensor llegó al piso 57 y las puertas se abrieron- Quédese en el ascensor.

Julieta se bajó y caminó decidida hacia el interior de la planta, hasta que se perdió de vista. Elliot por el contrario, se quedó un momento paralizado, hasta que decidió seguirla, convencido de que estaba loca.

     -Joder- Bramó, saliendo del ascensor- ¿Julieta? ¿Está ahí?

De repente, se oyó un golpe seco, seguido de un grito furioso que no correspondía al de una mujer. Elliot notó como su cuerpo era cegado por la adrenalina que le obligó a correr en esa mismadirección. Avanzó por las mesas y las mamparas hasta que encontró a Julieta, dentro de un despacho acristalado a unos metros. A sus pies había un hombre robusto, de tez y pelo oscuros, sangrando copiosamente por la nariz.

     -Vamos Julieta… ¿Por qué te pones así? Sólo quiero que seas una buena compañera- Decía el hombre, sonriente, sujetándose la nariz rota. Elliot no sabía muy bien si acercarse porque parecía que la chica lo tenía controlado.

     -Vete, joder- Lo fulminó ella, que se sujetaba el puño derecho con la mano izquierda, mirándolo con asco.

     -Bien, cariño- Él se levantó con esfuerzo y se quedó parado delante de ella.

Se acercó a su oído con lentitud, pero Julieta le detuvo, poniendo la mano sobre su pecho. De repente, la situación cambió. El individuo la agarró del pelo, cegado por la furia. Ella echó la cabeza hacia atrás y ahogó un grito. Pero entonces, ella le propinó al hombre una patada en la entrepierna, haciéndole que el hombre se hiciera un ovillo, gimiendo de dolor.

Algo se accionó en el interior de Elliot, que llegó a ellos y le golpeó en las costillas, consiguiendo que cayera al suelo y empezara a retorcerse, mientras se reía como un loco. Elliot estrechó el hombro de Julieta y la empujó detrás de él, en un ademán protector. Le echó un vistazo rápido a ella. Aún estaba furiosa, aunque ahora temblaba. Pasados unos segundos, aquel hombre trajeado, se puso en pie con dificultad, sin apartar el gesto divertido.

      -Ha traído la caballería, señorita Pope-Dijo, enseñando sus dientes cubiertos de sangre.

      -No me ha hecho falta para arreglarte la cara- Soltó ella. Él individuo les dedicó una falsa reverencia y se dirigió al ascensor. Mientras Elliot observaban cómo se alejaba dando tumbos, Julieta permanecía a su lado, respirando entrecortadamente.

     -Eso ha sido muy temerario, pero… Increíble. Dios mio- Susurró Elliot, alucinado, mirando los números rojos que marcaban el descenso del ascensor al final del pasillo: 55, 54, 53…

     -¿Tú…? ¿Crees…?- Respondió Julieta, sin aliento. Él se giró con rapidez, reparando en el tono débil de su voz. Justo a tiempo de que ella se desplomara, con una media sonrisa, en sus brazos. Elliot la sostuvo, pero los dos acabaron en el suelo.

     -¿Julieta? ¿Julieta puede oírme?- Le llamó, zarandeándola en sus brazos, sin respuesta.

Comprobó su pulso, tranquilizándose al comprobar que seguía ahí, por lo que se permitió respirar, apoyando la espalda en la pared. Estaba mareado ante esa descarga de adrenalina y había una mujer inconsciente a su lado. La cosa no podía ir peor.

Aún inconsciente, la llevó al coche y la metió con cuidado en el asiento. Salieron del edificio a la repleta noche de Nueva York, llena de luces y vida, dónde pensar en todas aquellas personas, conseguía alejarte de tus propios problemas.

Elliot Evans miraba intermitentemente a su acompañante y a la carretera, mientras conducía sin rumbo fijo. Tenía que llevarla a un sitio seguro hasta que recuperara la consciencia, y su apartamento no era buen lugar. Pensó en la idea de una chica que se levanta en la cama de un hombre al que apenas conoce, después de desmayarse.<<Lo normal sería que pensase que se esa persona se ha aprovechado de su situación, Elliot-Pensó, nervioso. >> Y en un hospital, empezarían a hacer demasiadas preguntas... Así que no le quedaban opciones viables.

<< ¿A dónde te llevo? >>

8 comentarios:

  1. Me encanta Jane!!!
    Esta historia promete ser genial!
    Vaya con la señorita Julieta, que genio tiene...XD
    Un beso de tu fan number one

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  2. Estoy de acuerdo con Rue y Beid, ha sido fantático :D Pensaba que me iba a enamorar y no me he equivocado. Espero que puedas poner el siguiente prontito.
    Muchos besos

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    1. La verdad es que tiene muy buena pinta,me ha gustado mucho el capitulo! :) Solo una cosita en esta oración: -Siento el retraso. Muchísimo trabajo… Sí quiere vuelvo mañana. El si. Bueno pues eso :) gracias por subirlo y por avisarme! UN BESOOO! :)

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  3. Hola :) Me gusta mucho tu nueva historia, como las otras jajaja Suerte con este nuevo blog ;)

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  4. Oooooh New York… me encanta el ambiente que le has dado, y me parece que Elliot nos va a sorprender en más de un sentido... Por no hablar de la misteriosa Julieta Pope.
    Increíble, perfecto. El ritmo de la acción es rápido, pero no pierdes ni un detalle.
    Simplemente, me ha encantado! Me vas a tener revoloteando por aquí cada vez que actualices :D

    Un beso enorme!

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  5. Me encanta!!!!! Está genial Dios mío, y ahora que pasará? Julieta se pondrá bien ¿¿porque no quiere hacerse la quimio?? Bueno me ha encantado cielo un besazoo!!!

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  6. Hola, Jane

    Aquí estoy devolviéndote la visita y conociendo tu blog. Creo que tengo mucha lectura por delante, je je je,pues acabo de comenzar con el primer capítulo y me ha enganchado. Seguiré leyéndoteeeee.
    Un abrazo

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