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"Una novela debe mostrar el mundo tal como es. Como piensan los personajes, como suceden los hechos... Una novela debería de algún modo revelar el origen de nuestros actos" Jane Austen.

martes, 4 de junio de 2013

Capítulo 26






Esperó a que Elliot saliera de la habitación para levantarse de la cama. Lo escuchaba en la cocina, buscando la medicación que en realidad no estaba guardada allí, algo que él no sabía.

Pero Julieta sí, y su propósito de quedarse sola funcionaba. Se metió en el baño de al lado sin hacer ruido. Se acercó al lavabo y observó su rostro en el espejo, haciendo una mueca de insatisfacción.

Comenzó a peinar su pelo con rapidez, y lo recogió en una coleta no muy lograda. Después, se lavó los dientes y la cara, esperando mejorar su aspecto. Intuyó que la sudadera de Elliot y el pantalón de chándal que llevaba, era la única ropa que conseguía amortiguar su estado… Y era lo que quería, ya que Elliot no había dejado de mirarla con gesto extraño, incomodándola.

Volvió al dormitorio, se calzó las Convers negras que estaban a los pies de su cama y escribió una nota para Alice en un post-it amarillo. Se sentó en el colchón, al tiempo que oyó como Elliot volvía a pasos ligeros. Se pellizcó las mejillas y se aclaró la garganta muy nerviosa. Cruzó sus piernas, pero estaba incomoda, hasta el punto en que se dio cuenta que estaba siendo ridícula, por lo que finalmente, dio un respingo y se puso en pie.

-Idiota-Susurró para sí y peinó un mechón de cabello suelto por detrás de su oreja.


Él entró con rapidez y metió la ropa que estaba encima de la cama en la bolsa de deporte, sin dirigirse a Julieta. Cuando posó sus ojos sobre ella, paró toda actividad. La miró embobado, pero apartó sus ojos de ella con tristeza.

-Vámonos-Le dijo Elliot y cogió las dos bolsas de equipaje. Vaciló un momento en el marco de la puerta y se dio la vuelta para examinar su gesto- A no ser, que hayas cambiado de opinión. En cuyo caso…

-No… No lo he hecho-Respondió Julieta y ambos salieron del apartamento.

Elliot le señaló el coche, le agarró con ademán protector la cintura y le abrió la puerta de atrás. Para sorpresa de Julieta, en la parte trasera ya había una ocupante, que no tenía ni idea de quien era… Aunque en décimas de segundo, se temió lo peor. Era demasiado guapa, era demasiado joven… La mujer le sonrió mientras Julieta se sentaba a su lado, sin saber muy bien que hacer.

                -Julieta, Mathilde Amette. Mathilde, ella es Julieta-Las presentó Elliot y cerró la puerta, dejándolas unos segundos a solas.

                -Hola, Julieta. Me han hablado mucho de ti-Saludó Mathilde y se acercó para besar su mejilla con una resplandeciente sonrisa.

                -Ho… Hola-Balbuceó ella y sonrió con nerviosismo. Aunque en realidad, estaba siendo consumida por la rabia.

Elliot volvió dentro y arrancó el coche.

                -¿Quién eres?-Preguntó Julieta, con el ceño fruncido, dirigiéndose a ella y después a Elliot.

                -Soy tu nueva neurocirujana-Explicó ella, amablemente.

                -Jul es de lo que te he hablado antes… Siento no haberte dicho que Mathilde estaba aquí-Se disculpó Elliot y la observó por el espejo retrovisor.

De repente, sintió que sus mejillas ardían por ese momento bochornoso y bajó la mirada, confundida. Recapacitó un minuto, dándose cuenta de que esa extraña situación estaba enfadándola y que odiaba la sonrisa de aquella mujer, tan divertida y despreocupada. Reparó en que ella misma era una extraña en ese coche, y que sólo estaba dificultando la vida de Elliot, que posiblemente había empezado de nuevo… Sin ella.
                <<Está con ella>>

                -No… No pasa nada. Es que… A veces soy un poco borde-Murmuró Julieta y se abrochó el cinturón de seguridad, evitando tener que volver a mirarles.

                -Si os soy sincera, no pensé que esto acabaría con tres en el coche-Dijo Mathilde, que le acarició el hombro a Julieta, para su sorpresa-Eres tan guapa… Elliot me había hablado de tu belleza, pero eres preciosa.

Julieta se quedó muda ante los halagos que salieron de la boca de su nueva acompañante. La miró perpleja y levantó la comisura de los labios, imitando una sonrisa, sin dar crédito a lo que acababa de escuchar.

                -Gracias, supongo… Aunque no creo que eso sea del todo cierto-Repuso Julieta y echó un vistazo a Elliot, que tenía las mejillas coloradas y parecía a punto de entrar en pánico.

                -Tonterías. El embarazo te sienta muy bien-Añadió con entusiasmo, sin apartar la mueca de felicidad.

De repente, puso la mano sobre el abdomen de Julieta, que se quedó momentáneamente sin aliento, pero ocultó su sobresalto y se atrevió a sonreír.

                -¿Sabes ya que es?-Preguntó Mathilde.

La interpelada se aclaró la garganta, invadida por una oleada de tristeza. Volvió a dirigir sus ojos hacia Elliot y aspiró una gran bocanada de oxígeno para llenar sus sedientos pulmones. Era demasiado hablar de eso con él delante, pero se armó de valentía, ya que antes o después tenía que enterarse.

                -Un niño-Contestó, notando que su cara ardía bajo la mirada de Elliot.

Mathilde emitió un gritito ahogado y siguió acariciando el abdomen de Julieta unos segundos. Pero a Julieta solo parecía importarle él… Y el perfil que veía desde la parte trasera del coche, no era muy revelador.

                -Julieta. Me parece asombroso lo que estás haciendo. Es muy valiente por tu parte traer a un niño al mundo en este estado… Te admiro, de verdad. Quiero que sepas que llevamos estudiando tu caso en particular durante un tiempo, y que nuestras especulaciones son esperanzadoras-Le explicaba amablemente, Mathilde mientras sostenía su mano- La operación para abordarlo está pasando por un momento delicado-Sus ojos grises se entristecieron y agachó la mirada-La semana pasada tuvimos dos bajas, eran pacientes de riesgo, como tú.

La alegría que había notado se vio eclipsada por una nube llena de desesperanza. Julieta examinó sus manos… Las lágrimas se agolpaban en sus ojos y cada vez provocaban una visión más borrosa de ellas. Mathilde acarició su hombro para reconfortarla, consiguiéndolo extrañamente.

                -Sabemos que tienes que guardar reposo y que tu cuerpo está sufriendo mucho últimamente. Pero te voy a ayudar. Créeme. He venido para esto desde Europa-Añadió, dibujando una sonrisa triste sobre sus labios.

                -Pero…Perdona, es que estoy un poco con fundida, ¿No será peligroso?-Formuló y miró de nuevo a Elliot, con precaución-Bueno, no quiero ser la tercera.

                -No lo serás-Dijo Elliot con voz seria, fulminando cualquier duda.

Apenas podía soportar estar en ese coche durante más tiempo. El aire era demasiado denso y hacía que las náuseas comenzaran a hacer mella en su cuerpo.

Respiró hondo varias veces, antes de que todo fuera a peor. Los hechos se sucedían con demasiada rapidez. Elliot acababa de aparecer. Una desconocida estaba intentando salvarla por todos los medios,… y acababa de llevar a cabo una fuga de la que empezaba a no estar orgullosa. Una sola preguntaba la atormentaba, impidiéndole razonar, ahogándola lentamente: ¿Qué iba a pasar a partir de ahora?

Estaba mareada y en lo único que pensaba era en el oxígeno… Oxígeno que no parecía ser suficiente. Cerró los ojos, pero sintió que perdía las riendas de la realidad.

                -¿Puedes…? Bajar… La ventanilla… Por favor-Suplicó, arrastrando las palabras, como si cada respiración fuera un costo demasiado caro.

La oscuridad era demasiado apetecible, así que se obligó a abrir los ojos de nuevo. Tenía calor, pero pronto se convirtió en frío debido al viento que azotaba su rostro, lo que la espabiló en solo un instante. Mathilde se había desabrochado el cinturón y estaba más cerca, masajeando su espalda con los suaves trazos de las yemas de sus dedos. Ella agradeció ese gesto, mientras apaciguaba su respiración. Echó hacia atrás la cabeza y deslizó sus manos hasta su abdomen.

                -¿Estás mejor?-Preguntó Elliot, que había detenido el coche y se había dado la vuelta con preocupación para examinarla.

Julieta asintió, avergonzada.

                -Lo siento… Ha sido… Mucho. Y aun no son ni las… Once de la mañana-Bromeó Julieta, con una risita nerviosa, hablando pausadamente.

Él volvió a dirigirse hacia la carretera y arrancó el coche.

                -Cuando estuve embarazada, los mareos era muy comunes en este trimestre. Estaba agotada y podía dormir días enteros-La tranquilizó Mathilde con simpatía, lo que la sorprendió, pues nunca hubiera imaginado que esa mujer pudiera tener un hijo si era tan joven-¿Duermes bien?

                -Duermo… Algo-Explicó Julieta en un murmullo apenas audible. Quería saber más de ella, ya que no había dejado de hacerle preguntas desde que entró en el coche, así que se armó de valor para interrogarla ella esta vez -¿Has tenido un bebé?

Se fijó en su expresión que se volvió seria y cansada. Sabía que había tocado su punto débil. Mathilde agachó la cabeza y suspiró con tristeza.

                -No. Tuve un aborto a causa de un accidente-Se encogió de hombros y miró a Julieta- Al parecer por un desvanecimiento que me causó un aneurisma cerebral.

                -Lo siento-Susurró Julieta con un nudo en el estómago-Debió de ser terrible.

                -Tuve suerte de no morir.

Su entereza logró sorprenderla y sobre cogerla al mismo tiempo. Estaba siendo amable con ella, y eso que hasta hace unos minutos habían sido dos desconocidas. Quería ayudarle y era notable que su interés no era meramente profesional, pero desechó la idea de que Elliot y ella hubieran tenido un romance en Europa. Primero porque sabía que no se hubiera mostrado tan amable si fuera así y segundo, porque no viajas al otro lado del mundo por la madre de su hijo.

Llegaron al ático de Julieta, quien convenció a Mathilde para que se quedara en la habitación de invitados durante el tiempo que estuviera en Nueva York. Era lo menos que podía hacer por su futura salvadora. 

Elliot la acompañó hasta su habitación, que estaba exactamente en las mismas condiciones en que la habían dejado. La cama de forja estaba desecha y la colcha blanca descansaba sobre el suelo, había ropa en la alfombra y la puerta del baño estaba entreabierta. Julieta avanzó decidida hasta allí y vaciló antes de agarrar el pomo. Cuando abrió, se encontró lo que temía. Nadie había entrado en ese lugar desde hacía tres meses. Nadie lo había limpiado… Ni siquiera los restos de su sangre.

                -Voy a limpiar esto-Murmuró Elliot a sus espaldas.

                -Puedo…-Comenzó a decir Julieta.

                -No, tú no hagas nada-La interrumpió con voz muy seria.

El extraño comportamiento de Elliot la tenía desconcertada. Era como un desconocido que sólo hablaba lo justo para ser educado, sin intención alguna de comportarse de manera agradable. Era diferente, triste y amargado por las circunstancias.

Salió de allí y fue directa a su despacho, escapando de la cruda realidad del dormitorio. Sabía perfectamente que le había hecho daño a Elliot, pero el hecho de que él la abandonara era peor… No iba a perdonarle, pero le hubiera gustado ver un poco más de esfuerzo por su parte.

Se sentó en la silla y abrió el portátil. Mientras se encendía, no dejaba de ver su gesto serio, su voz fría repitiendo “No hagas nada”. Se puso en pie y volvió a la habitación cuando las dudas se hicieron lo bastante ruidosas como para prestar atención a algo más. Elliot estaba haciendo la cama. La miró y frunció el ceño.

-¿Qué pasa?-Preguntó y volvió la vista al esbozo de la sábana.

-Que siento no haberte tomado en cuenta. Y que no me preocupara lo que pensaras. Era algo de los dos y yo no…-Respondió Julieta con los ojos anegados en lágrimas-La culpa en parte fue mía.

Elliot caminó hasta ella, le rodeo los brazos con sus manos y le besó en la frente.

                -No vuelvas a decirme eso. Nada es culpa tuya-Sentenció, con gesto impenetrable, aunque sus ojos estaban apagados.

                -Sí, y no he dejado de martirizarme por eso. Dejaste tu trabajo, dejaste la investigación…

                -Jul. He tenido trabajo y estoy bien. No dejé la investigación, sólo cambie la dirección de mi estudio. Ahora colaboro con Mathilde-Explicaba con serenidad-No pretendas excusar lo que hice.

                -No lo hago. Pero aun no comprendo por qué lo hiciste-Aclaró Julieta y se cruzó de brazos- Y tampoco que le pidieras ayuda a Jess… Y lo peor, es que no dejo de preguntarme que le habrás dado a cambio para que ella lo hiciera.

La sombra de Jess, acechándola, siendo un obstáculo en el pasado, era algo que simplemente había olvidado, aunque ahora había vuelto… Y mucho peor.

                -No quería nada-Dijo él, dejando escapar un suspiro.

                -Ah ¿No?- Preguntó irónicamente, con una sonrisa maliciosa-Quizás sean las hormonas… Pero creo que te fuiste de mi lado para irte con ella. Quizá eso sea lo mejor para ti… Empezar de nuevo, olvidarte de mí.

                -Quiero que te quede clara una cosa-Se acercó más a ella, hasta quedar a apenas unos centímetros de sus labios-Estos tres meses no hecho otra cosa que quererte más de lo que lo hacía. Sufrir por ser un idiota, echarte de menos, trabajar para darte una oportunidad, aunque no fuera conmigo y soñar por conseguirlo.

Ambos respiraban entrecortadamente, notando la atracción que los obligaba a querer rozarse, aunque fuera solo el contacto tibio de sus labios durante unos segundos. Pero Julieta se separó de él antes de rendirse a lo natural, y le dio la espalda para coger aire y limpiarse las mejillas húmedas y muy sonrosadas.

                -Voy a ver si Mathilde está bien -susurró Julieta -creo que... que necesitará toallas. 

Corrió al piso de abajo. Mathilde estaba en el hall, sentada en el sofá, leyendo una revista antigua que había sobre la mesita.

                -Hola… ¿Interrumpo?-Preguntó Julieta.

                -¡No! Para nada, es tu casa… Tu alucinante casa-Respondió e hizo un gesto exagerado para que se sentara a su lado.

                -Gracias-Julieta se sentó a su lado en el sofá-Quiero hablar de Elliot. Necesito aclararme y él parece que está demasiado deprimido...-suspiró y decidió dejar a un lado el orgullo- En realidad estoy preocupada.

                -Elliot está bien, aunque hace unas semanas me llegó a preocupar-Habló en voz baja, ante la atenta mirada de Julieta.

                -No deberíamos hablar aquí-Susurró Julieta y miró hacia arriba-¿Has visto la terraza?

Mathilde le contó que Elliot la buscó durante semanas, hasta que la encontró en Inglaterra. Él ya sabía que su investigación no iba bien, pero aun así se aferró a lo único que le quedaba. Había estudiado todos sus avances en sus pacientes y sabía perfectamente lo que quería: Ayudarla a que la investigación fuera bien.

Ella se extrañó al principio, ya que le resultaba casi enfermizo el comportamiento obsesivo de ese médico que había viajado tanto, solo para ayudarla. Pero todo eso quedo atrás cuando le contó su historia. Un cuento de amor loco e imposible, trágico y amargo que le hizo no parar hasta llegar a ella. Al principio, Mathilde se encontró en un aprieto, con una gran responsabilidad que no le resultaba nada atrayente… Pero cuando se enteró del embarazo de Julieta, ya no hubo ninguna duda.


Julieta escuchaba atentamente el relato sin interrumpirla. Era incapaz de hablar, cada palabra era como un descanso que había esperado durante mucho tiempo y empezaba a encontrarse exhausta. Por fin sabía a lo que se había estado dedicando Elliot, y no era algo terrible, como creyó Alice. Era un gesto de su inagotable amor por ella.

Ni siquiera sabía a ciencia cierta si estaba enfadada con él.


El día fue extraño. Elliot evitó todo contacto con el exterior, encerrado en el despacho, del que ni siquiera salió para comer. Mathilde y Julieta fueron a su apartamento para coger su equipaje, lo que provocó que ambas aprendieran más cosas de la otra y comenzaran a caerse mejor, a entablar algo parecido a una amistad.

Alice no llamó en toda la tarde. Y a pesar de la nota que había dejado, explicando los motivos por lo que se había ido, no podía hacer otra cosa que sentirse mal. Aunque eso no le haría querer volver a atrás. Al cabo de unas horas, cuando llegaron a casa, él ya se había marchado al Hospital, lo que le provocó una pizca de tristeza, convencida de que podían haber hablado, o de que quizás hubiera estado bien darle las gracias.

Subió a su habitación con cansancio, notando un dolor leve y extraño que recorría todo su cuerpo. Se metió en la cama, y se tapó hasta el cuello, experimentando el confort de su colchón amoldándose perfectamente en su espalda, la tranquilidad de su dormitorio...

Por primera vez en mucho tiempo, sus ojos cansados se cerraron con pesadez, y el sueño profundo la fulminó en un instante.

3 comentarios:

  1. Excelente capítulo, se ha resuelto quienes matilde espero que la relación entre eliot y julieta mejore y también que el tratamiento funcione para julieta cómo lo digo siempre esperando el próximo capítulo ....saludos

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  2. Ya sabía yo que Mathilde era la neurocirujana europea. Espero que consiga salvar a Juñieta y que ella, Elliot arreglen las cosas y que no le pase nada al bebé. Uy cuantas cosas quiero que pasen jaja
    Capítulo perfecto como siempre ^^
    Besos ;)

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