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"Una novela debe mostrar el mundo tal como es. Como piensan los personajes, como suceden los hechos... Una novela debería de algún modo revelar el origen de nuestros actos" Jane Austen.

miércoles, 17 de julio de 2013

Capítulo 31






La sala de espera estaba desierta, salvo por un par de muchachos de aspecto desaliñado, con ropa rasgada y rostros llenos de arañazos, cuyas expresiones eran apagadas, tristes y les hacían aparentar más edad de la que de verdad tenían. La hilera de sillas que aguardaban esa habitación provocaba ese efecto en cada persona que estuviera allí. Emma, estaba sentada en el otro extremo del lugar. Tenía la mirada pérdida en un punto del suelo y su pierna derecha se movía enérgicamente con un tic nervioso.

Al cabo de diez minutos, incapaz de seguir allí, esperando sentada, se puso a dar vueltas por el ancho pasillo, resoplando varias veces, con los brazos cruzados, mientras sus dedos frotaban su cuello hasta el punto de enrojecer la zona.


                -¿Emma?-Sonó una voz delante de ella, que le hizo levantar la cabeza.

Elliot la miraba con seriedad, escudriñando sus facciones tan parecidas a las que él tan bien conocía. Ella asintió y sus ojos brillaron con una pizca de esperanza.

                -Soy Elliot ¿Cómo está Julieta?-Preguntó, examinando su aspecto. Tenía la ropa y las manos manchadas de sangre. Él tragó saliva y volvió los ojos hacia la sala de recuperación.

                -Está ahí dentro… Me han dicho que iban a hacerle una transfusión. Que estaba bien…Pero han pasado casi quince minutos y no me dicen nada. No sale nadie.

                -No tardarán… Voy a pasar-Le dijo amablemente.

                -No le dejarán entrar-Murmuró sin mirarle y se sentó en uno de los bancos.

                -Soy médico.

                -¿Eres su…? Su novio-Cuestionó Emma, antes de que entrara.

                -Sí. Algo así-Él sonrió un poco y sintió pena por aquella mujer asustada-Gracias Emma, saldré en cuanto pueda. No te preocupes.

Y entró, notando como la sangre desaparecía de su rostro vislumbrando la escena confusa que se desarrollaba delante de él. Su corazón se encogió.

Algunos de los presentes se volvieron hacia él y le formularon preguntas a las que no tuvo intención de contestar. Estaba ciego, absorto, con los ojos fijos en ella.

Su respiración se ralentizó al ver que estaba despierta. Y que detrás de la mascarilla de oxígeno, se formaba una pequeña sonrisa dirigida a él.

                -¿Estás…? ¿Bien?

Julieta asintió y cerró los ojos, en un intento por enfocarle mejor. Elliot le dio la mano y la apretó contra la suya.
                -Estoy bien-Susurró ella.

                -¿Señor, es usted su marido? -Preguntó un médico alto y delgado, de mediana edad, con cierta exaltación - No puede estar aquí.

                -No, su novio… y su médico también-Contestó y suspiró con cansancio- ¿Y él bebé?

                -Bien, doctor…

                -Elliot Evans.

                -Doctor Evans, voy a pedirle que salga para que no entorpezca nuestro trabajo, seguro que lo entiende.

Elliot bufó notando como el enfado comenzaba a hacer hincapié en él. No estaba dispuesto a que le sacaran de allí.

                -Voy a quedarme, con ella, porque supongo que le harán una transfusión y seguro que entiende que conozca perfectamente el procedimiento. Por lo que, no creo que sea mucho pedir darle la mano-Sentenció y se volvió hacia Julieta, esperando que volviera a escuchar la voz del médico.
Pero no hubo nada. Él médico se limitó a hacer su trabajo sin mediar palabra.


*


Veintitrés horas más tarde, le dieron el alta.

                -No quiero que le cuentes a nadie lo que ha pasado-Dijo Julieta entrando en su ático del Upper East Side.

                -No diré nada. Siéntate en el sofá.

                -¡Julieta!-Chilló Mathilde, saliendo de la habitación de invitados-¿Cómo estás?

Julieta le lanzó una mirada asesina a Elliot, que se encogió de hombros.

                -Bien, Mathilde, un poco cansada. Gracias.

                -Quizás deberías estar en el hospital-Añadió ella, observándola preocupada.

                -No… No quiero… Estoy bien aquí.

Se sentó en el sofá y suspiró. Él la observó incómodo durante un rato hasta que volvió a hablar:

                -¿Quieres algo? ¿Te apetece comer?

                -¡Sí! Para recuperar fuerzas ¡Haré una tortilla!-Exclamó Mathilde con entusiasmo, antes de que pudiera responder-Por cierto, te han enviado varios ramos de hortensias. Las he puesto por toda la casa. Señaló la mesa, en la que había un precioso ramo de hortensias azules.

Julieta se descompuso al escucharla. Se mareó y agradeció estar sentada.

                -¿Cómo…? Nadie sabe que estoy enferma…

                -¿Y quién? Debe conocerte bien, si te envía hortensias-Dijo Elliot, extrañado.

                -Ni idea, no llevan tarjeta-Los informó Mathilde antes de formar una bonita sonrisa-Pero son preciosas.

De pronto, sonó el teléfono de Julieta, proveniente de su bolso. Rebuscó hasta encontrarlo y frunció el ceño. El número no le era familiar.

                -Julieta Pope.

                -Oh, ¡Dios mío, Julieta! ¡Está bien!-Reconoció la voz de su nueva secretaria, Anna.

                -Anna… ¿Qué pasa? Sí, estoy bien…

                -La prensa ha estado aquí, señorita Pope.

                -¿La prensa?

                -Nos han preguntado si los rumores eran ciertos.

                -¿Qué rumores?

                -Oh, Julieta…- Sollozó muy apesadumbrada-Nos han dicho que está usted al borde de la muerte.

Se quedó callada, incapaz de responder.

                -¿Julieta? ¿Sigue ahí?

                -Anna… Yo… No…-Balbuceó y miró a Elliot con desesperación.

                -¿Son ciertos?-Susurró Anna.

                -Anna ¿Los ha echado?-Preguntó Julieta, cambiando de tema. No sabía que decir.

                -Claro… Claro que los hemos echado. Pero estamos todos preocupados por usted.

Julieta tragó saliva y se peinó el pelo con manos temblorosas.

                -Es que… Estoy embarazada… Y bueno…Te llamaré luego, ahora mismo no puedo…

                -¡Julieta espere!

Colgó el teléfono y se llevó las manos a cara. Su corazón latía a velocidad de vértigo.

                -¿Qué sucede?-Preguntó Elliot y se sentó a su lado.

                -Lo saben. Todo el mundo lo sabe.

                -¿Qué saben?

                -¡QUÉ ESTOY ENFERMA!-Gritó. Elliot enmudeció.

                -¿Quién ha podido hacerlo?-Preguntó Mathilde.

                -No sé… No… Mi madre… Pero no creo que haya hecho esto-Negó con la cabeza, incapaz de creer sus propias palabras.

                -Julieta, no lo sabemos. No conocemos a Emma-Dijo Elliot.

De nuevo, sonó su iPhone. Sintió un escalofrío y miró la pantalla: Alice Evans.

                -Es, es Alice-Les informó antes de coger la llamada.

                -Alice…-Contestó con miedo. No había hablado con ella desde aquél día en que dejó su casa y se fue con Elliot.

                -Julieta ¿Qué ha pasado? ¡Sales en el New York Times!-Bramó preocupada.

                -¿Qué dice?-Preguntó ella, con frialdad.

Durante sus años de trabajo, sabía que era la mejor manera de afrontar cualquier problema. Aunque no siempre era una opción.

                -Habla de tu desaparición. Dice que todo el mundo había creído que eran unas simples vacaciones, pero espera, te lo leo-Hubo una pausa. Se escuchó el sonido de las páginas del periódico y luego, la voz de Alice-Julieta Pope, la hija y heredera del multimillonario y famoso jurista neoyorquino, James Pope, podría no estar disfrutando de unas largas vacaciones en Europa, como todo el mundo cría. Según fuentes cercanas a la familia, su vida pende de un hilo a causa del cáncer. Pero lo sorprendente de la noticia, es que ayer mismo, hacia las cinco de la tarde, algunos presentes recogieron instantáneas de la joven de veinticinco años, embarazada, en una cafetería muy conocida de la ciudad. De la que poco después saldría con urgencia hacia el Presbyterian Hospital acompañada de una mujer, Emma Hammil, que pronto estrenará un programa de cocina en televisión. Elliot Evans, su pareja actual, iría poco después hacia el lugar. Esto nos presenta muchas dudas sobre la verdad de JP y su "Estado" que se ha esforzado en ocultar.

                -¿Alguien cercano a la familia?-Cuestionó con un hilo de voz, mirando al suelo.

                -No lo sé, Julieta… Han puesto una foto tuya, en esa cafetería.

Las náuseas subían por su garganta debido a la ansiedad. Se tapó la boca con la mano y tendió el móvil a Elliot.

Salió corriendo para llegar hasta al baño, donde se precipitó sobre el retrete para vomitar. Estaba sudando y lloraba. Su mundo se derrumbaba a velocidad de vértigo. Al saber que se había vuelto algo público, todo se convertía en más real poco a poco. El cáncer, su embarazo, su vida... Eso la angustiaba y acababa con sus fuerzas. Las pocas que ya le quedaban.

Se dio una ducha. Buscó torpemente entre los cajones la camiseta de Elliot que tanto le gustaba, la de Yale y se sentó sobre la cama como una autómata, rota y destrozada. Permaneció allí demasiado tiempo, hasta que Elliot llegó al cabo de un rato, con algo de comer.

                -Jul, quiero que comas algo antes de dormir.

                -No. No quiero.

Dejó la bandeja sobre la mesita y se acercó a ella.

                -Bueno… Por lo menos, métete en la cama. Hace frío-Le rogó Elliot, pero no ella no se movió-Vamos, nena… No pasa nada. Es solo un periódico.

Pero siguió callada e inmóvil. Él la abrazó, acariciándole el pelo y la empujó contra el colchón, oyendo sus sollozos en su hombro. La arropó con las mantas y se quedó junto a ella, sentado al borde del colchón, observándola respirar. Ese gestó la reconfortó y se rindió ante él, hasta que sus ojos se cerraron.


Y pasaron uno, dos y tres días, sin salir de esa habitación. Incapaz de levantarse y hacer frente a las cartas que iban a llegar, a las llamadas que no quería responder y a los periodistas hambrientos de explicaciones.

Desde que conoció a Elliot tenía totalmente olvidado quien era. O como decía ese periódico, Julieta Pope, la heredera del multimillonario James Pope. Por eso, a todo el mundo le impresionaba su estado de salud. Todos estaban preocupados por esa muchacha joven y guapa a la que veían trabajando en los casos más importantes de Nueva York a temprana edad, y que ahora podía morir. No conseguía entender su fama, por mucho que se hubiera esforzado en ocultarla, ahora sabía que estaba en plena efervescencia. 

Julieta no quería despertarse y hacer frente a la pesadilla. Ignoraba la preocupación que había en el piso de abajo. Elliot, sus padres, Alice, Charlie y Teresa se pasaban por allí a menudo, alarmados por el revuelo. La situación actual conseguía que se olvidara la desaparición de Elliot, así que todos se comportaban con normalidad con él, menos Alice, que hablaba poco, o casi nada, con su hermano. Todos sabían lo doloroso que era todo para él, tanto que era absurdo recriminarle acciones pasadas.

Al tercer día, la locura se había hecho insoportablemente grande. Llegaron más regalos, demasiados artilugios de bebés y flores, muchas flores que se apilaban en el hall del ático. Con cada sonido del ascensor, Elliot transformaba su rostro y compungido, recogía los bultos empaquetados en cajas o en vistosos papeles de regalo con motivos infantiles que ni siquiera se molestaba en abrir.

                -Elliot, deberías hacer algo con todo esto… El bebé debe dormir en algún sitio cuando nazca. Tu padre y tú podéis reformar alguna habitación… Aquí hay cosas preciosas-Comenzó a decir su madre, Helen.

                -Cállate mamá. No voy a hacer nada. Por dios… ¡Mira como está ella! ¡Tenemos que parar esto!

                -Hijo, tranquilízate... Sólo quiero distraerte.

Elliot estaba desesperado. Julieta no comía, no se levantaba y no había hablado con nadie y todo por aquél circo del que no se sabía nada del promotor. Por lo menos, era mejor mantener a raya las simples sospechas.

                -Voy a hacer algo, mamá-Dijo con calma y miró a Charlie-¿Crees que habrá periodistas abajo?

                -Está mañana me han perseguido con el coche. Tienen que estar aquí ahora. Esa gente no descansa-Respondió Charlie y se asomó a la ventana.

                -No, no vais a hacer nada-Sentenció la voz débil de Julieta en el umbral-Voy… Tengo que... hacerlo yo.

Los presentes la vieron aparecer junto a ellos como un fantasma. Su aspecto, fue lo que más les impresionó; Delgada, demacrada y vestida con sudadera y vaqueros. No había nada que quisiera esconder.

                -Jul...-Pronunció Elliot, acercándose despacio, temiendo que fuera a romperse allí mismo.

                -Voy a hablar con ellos.



5 comentarios:

  1. Aix! Que mal lo he pasado en este capitulo: primero la transfusión y luego lo de los periodistas. ¿Y quien ha podido ser tan capullo para hacer eso a Julieta?
    Uff me muero por el siguiente capitulo
    Un besazo!

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  2. Siento no haberme pasado antes he estado muy liada porque me fui de viaje. Bueno la verdad es que como siempre tus capítulos son impresionantes y me he puesto nerviosa al leer todo ese alboroto tan intrigante sabiendo que tendré que esperar al próximo capítulo! Un beso cielo!

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  3. Que capítulo más intenso con todo lo del hospital y la transfusión. Eso si a mi la madre esta que aparece derrepente no me da buena espina, yo creo que incluso fue ella la que avisó a todos los periodistas para tener más fama. A ver lo que les suelta a los periodistas que una vez que se decide a ir será por algo...
    Besos ;)

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  4. Buitres eso es lo que son... ¬¬ ¿No podrían simplemente dejarla en paz? :@ En fin... Por lo menos el susto de la sangre se ha pasado :) Pero lo que ahora me preocupa es lo que va a pasar con la prensa/carroñeros sin corazón ¬¬ Por cierto, me ha gustado mucho cómo está redactado el artículo de periódico. Es muy muy muy realista :)
    Besos Jane

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  5. Empezaré diciendo lo que creo que ya sabes, al menos por mi parte... un capítulo perfecto, como absolutamente todo lo que escribes. Mientras lo leía, me imaginaba el agobio que tiene que suponerle a Julieta todo esto... Pobrecita :c

    ADSDFDEGFFEHWFGHJREGFHJRGFJHG ¿POR QUÉ EL SIGUIENTE NO ESTÁ SUBIDO AÚN?

    No me veo capaz de aguantar mucho, necesito saber qué pasa... Y espero de verdad que todo se arregle y Julieta pueda estar tranquila, porque vamos, pobrecita...

    Un besazo, cielo, y espero de verdad que puedas subir el siguiente pronto ^^

    (¿Te ha quedado claro que me ha encantado y que es perfecto?)

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