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"Una novela debe mostrar el mundo tal como es. Como piensan los personajes, como suceden los hechos... Una novela debería de algún modo revelar el origen de nuestros actos" Jane Austen.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Capítulo 43





Las fuerzas no eran suficientes para soportar a Mathilde y Alice en su momento pre boda. Estaban frenéticas probando los postres y enseñándole a Julieta los vestidos que habían escogido para llevar en la boda.

                -¿Qué te parece esta?-Preguntó Mathilde.

                -Fresa y coco-Susurró Jane en su oído.

                -Parece fresa y…. ¿Es coco?-Repitió Julieta.

                -¡Disimulas muy bien!-La animó la alucinación de su amiga.

Alice le chocó la mano a Mathilde, orgullosa. Julieta llevaba más o menos media hora con los ojos tapados, intentando adivinar los sabores de cada pastel para elegir uno sin tener en cuenta la apariencia. Así que llevaba más o menos diez minutos deseando descansar de esa locura y dejar de escuchar a Jane.

                -Vale… La última-Dijo Alice.

                -Me habéis dicho lo mismo en las últimas cuatro y no puedo más. Estoy saturada de azúcar y dado que es lo primero que como desde hace dos días, no debería empacharme y… Bueno ¡Las doctoras sois vosotras! ¿¡No deberíais regañarme por esto!? ¡Me estáis incitando!

Las dos se echaron a reír y le quitaron el pañuelo de los ojos. Julieta suspiró y se unió a sus risas.

                -Por favor, parar de reír-Suplicó entre carcajadas-Duele.

                -Lo siento, cariño ¿Quieres que te enseñemos los vestidos?

Asintió y Alice le acomodó los almohadones de la cama.

                -Como aún no puedes probártelos tú, hemos pensado en que yo sea tu modelo-Dijo Mathilde-Primero de todo, decir que todos los diseños son de Vera Wang.

                -¡¿CÓMO?!-Exclamó Julieta, que no daba crédito a lo que había escuchado.

                -Vera Wang, una diseñadora de vestidos de novia que…

                -¡Sé quién es, la conozco! Pero… ¡Madre mía! ¡Dios mío, Vera Wang en un hospital!

                -Lo sabemos, somos fantásticas. Tu estado está siendo muy mediático y sobretodo en las altas esferas, entre dónde casualmente… Te encuentras tú. Por eso, hablamos con la diseñadora, sabiendo que fuiste su abogada en un proceso de demanda... Ella quería que llevaras un diseño suyo.

                -¿La prensa sabe que estoy aquí ahora?-Preguntó Julieta, temerosa.

                -Por supuesto que no… ¡Julieta! ¡Te estoy hablando de que una diseñadora quiere que lleves un diseño suyo y tú…!

                -Lo siento. Lo siento… Estoy en Shock-Les sonrió y empezó a emocionarse.

                -No llores, por favor-Le rogó Mathilde.

                -No lloro, es que no me esperaba que… ¡Vera Wang!

Julieta se agarró el pecho, intentando calmar su respiración. Estaba radiante. Cada paso a la boda era un paso hacia algo que no llegaba a entender. Un sentimiento un tanto amargo que la alejaba de la realidad, la cruda realidad. Notaba que no estaba dándole tanta importancia como debía a lo que acababa de pasarle, que estar tan feliz resultaba peligroso.

Y que de preocuparse por ella, estaba preparando una boda.

                -¿Qué pasa aquí?-Preguntó entonces Elliot, entrando por la puerta. Parecía alarmado e igual de pasmado que Julieta.

                -¿No creías que íbamos a dejar que tu boda fuera una basura no?-Le soltó Alice.

                -No, pero Julieta aún no está en condiciones de que…-La contradijo él.

                -No pasa nada, cariño… Me lo estoy pasando muy bien-Lo cortó Julieta.

Elliot le lanzó una mirada de reproche y bufó. A Julieta le preocupó su rostro crispado, en el que sus facciones se oscurecían por segundos.

                -No lo dudo, pero hace dos días. Sólo dos días.

                -No seas tan sobreprotector-Le regañó Mathilde-Deja que disfrute de esto.

                -No pasa nada, chicas ¿Podemos seguir esta tarde?- Murmuró Julieta, intentando que no comenzara una discusión innecesaria.

Por suerte, ella no parecía la única sin ganas de guerra. Alice y Mathilde aceptaron volver a las seis y después de refunfuñar un rato sobre la conservación de las flores, los dejaron solos.

                -Elliot, ¿Qué pasa?

                -Nada, déjame que te ponga la cánula.

Se percató de que no la miraba a los ojos y de que cada movimiento lo hacía con brusquedad.

                -No la necesito…

                -Si la necesitas, vamos.

                -¿Quieres decirme que mierda te pasa?-Volvió a preguntarle.

                -Julieta ¿Quieres dejar de moverte y de hacer preguntas?

                -Creo que te conozco lo suficiente para saber que si no me llamas nena, es que pasa algo.

                -Enhorabuena por la averiguación.

                -Elliot Evans, no me hables en ese tono.

                -Perdona.

Él le acarició la mejilla y le besó la frente.

                -No pasa nada-Dijo Julieta-Pero cuéntame lo que pasa porque voy a pegarte si no lo haces.

En su mirada esquiva apareció un resquicio de una sonrisa, pero se apagó en cuanto se dirigió a ella.

                -Quizá haya que posponer esto, esperar a que te recuperes y podamos…-Empezó a explicarle.

                -¿Qué? ¿Por qué?

                -Bueno, dentro de una semana vas a estar mal, muy mal. Tu cuerpo va a sufrir porque los fármacos son agresivos. Créeme, no vas a tener ganas de ningún tipo de fiesta.

Podía tener razón y ella lo sabía, aunque la posibilidad de no tener tiempo pesaba más que la sensatez de su prometido médico.

                -No. Elliot, sé perfectamente hasta dónde puede aguantar mi cuerpo. No vamos a posponer nada.

                -¡¿Pero por qué no puedes esperar unas semanas más?! No me voy a ir a ningún sitio… ¿Crees que voy a volver a marcharme? ¿Es eso?

                -No seas imbécil. Por supuesto que no es eso lo que pienso. Claro que no…

Elliot frunció el ceño y apretó los labios.

                -¿Entonces qué es?

                -Qué sé que tú estarás, pero no es esa la parte que me preocupa. No sé si hay tiempo porque hace dos días estaba muerta y quiero casarme contigo…-Cogió una bocanada de aire que entró y empujó a sus pulmones para seguir hablando-Antes de irme.

                -¿De irte? ¿De qué hablas?

Se armó de valor para soltarlo, esperando que sirviera de algo derrumbarse y confesar el mayor de sus miedos

                -Esto no va a terminar bien. Ya me he reído suficiente de la muerte, no hay más oportunidades. Me has dado tiempo, mucho tiempo. He vivido y he amado tanto que ni siquiera sé qué hacía antes de esto… Era sólo una persona y ahora soy tú persona. Y tenemos un bebé precioso. No pasa nada por rendirnos a la naturaleza.

Elliot no habló, sacó algo de su bolsillo y se lo dio a Julieta. Era su anillo, el  mismo que le recordaba al mar, a las noches cálidas, al amor… Y sobre todo a una promesas.

                -Creo que te has olvidado de esto, así que recuérdalo ahora que tienes miedo. No vas a irte tan pronto.

                -Elliot…

Pero no pudo seguir. Había tocado una fibra sensible y ya no podía seguir hablando. Agradeció que en ese instante, la abrazara y que su pecho, fuera un lugar lo suficientemente seguro como para desahogarse.

                -Puedes llorar, nena-Susurró en su oído.

                -No quiero llorar, quiero que me dejes que decida la fecha.

Y la risa de Elliot fue la respuesta que necesitaba.

                -Bien… Está claro que estoy en desventaja.

                -Cuanto antes te des cuenta, mucho mejor-Bromeó ella.

                -Sólo te pido que no te rindas aún ¿Vale? Eres Julieta Pope, nena. Hazlo por nosotros.

                -No quiero rendirme, pero es tan complicado no hacerlo…

                -Tonterías. Dentro de unos meses recordaremos este día como el momento en que tus hormonas te jugaron una mala pasado. Ha debido de ser el exceso de azúcar.

-Claro, habrá sido el exceso de azúcar-Repitió con tono irónico.

*

Y así se quedaron horas, hablando sobre detalles sin importancia, detalles que consiguieron dejar en un tercer plano el drama personal que con cada sonrisa, se hacía mucho más insignificante de lo que era. Ambos comenzaron a crear el futuro a dos semanas vista y les parecía apasionante poder hacerlo.
Julieta se sentía fuerte, como si nada fuera lo suficientemente desconocido o lo suficientemente difícil para apartarla del camino hacia la promesa del anillo.

*

                -Perfecto, Julieta ¡Te queda perfecto!-Exclamó Alice cuando la vio aparecer con el vestido.

Un diseño de Vera Wang que hacía que se cortara la respiración; De un blanco roto. Corsé palabra de honor ensalzado con encaje en un tono beige oscuro que se extendía por el pecho, recordando al de algún vestido de una época pasada. La falda, desde la cintura, muy vaporosa, con pliegues cortos e irregulares que daban la impresión de querer hacerla infinita.



Julieta se vio con él en el espejo y no supo que decir. Había elegido ese vestido al verlo en el cuerpo de Mathilde, pero no era nada comparado a vérselo puesto.

                -Dios mío-Fue lo único que acertó a pronunciar en un susurro-Es perfecto.

                -Cariño, no puede quedarte mejor. Estás impresionante-Admitió Mathilde-El día de la boda vas a estar preciosa peinada y maquillada.

Mientras que la escuchaba, notó que su cuerpo se venía abajo. Las náuseas subieron con rapidez, como un torrente sin frenos. Entonces le pareció que no había sido una buena idea elegir ese día para probarse el vestido, pero no estaba dispuesta a mancharlo con una vomitona.

Palideció e intentó hablar con rapidez, aguantando como pudo.

                -¡Quítamelo! ¡Quítamelo ahora! ¡Corre!

Las manos de Alice llegaron hasta su espalda y lo desabrocharon en unos segundos, consiguiendo que saliera de dentro justo a tiempo de llegar al baño.

Antes de salir, se refrescó la nuca y se envolvió en la bata. Pronto empezaron los escalofríos y el cansancio que reconocía bien. Eran unos viejos amigos, unos efectos secundarios que la debilitaban de principio a fin del tratamiento.

                -Estoy bien-Murmuró al salir y se agarró al brazo de Mathilde-Quizá debáis retirar el vestido de mi vista durante esta semana.

                -En la primera sesión las náuseas son poco recurrentes. Así que tranquila, quedan siete días-Opinó Alice.

Se metió en la cama y suspiró. Esa idea la reconfortaba y esperaba que se aplicara a ella también.

                -Tiene razón-Añadió Mathilde-Descansa un rato.

                -No… No le digáis a Elliot nada, ya sabéis lo alarmista que es. Bastante que he conseguido que hoy duerma en casa esta noche-Les rogó con una risita.

                -Tu secreto está a salvo. Nosotras nos vamos ya, van a traerte la cena-Dijo Alice.

                -No creo que coma nada está noche, ¿Podéis decírselo a la enfermera al salir?

Cuando se quedó sola, cogió el iPhone y llamó a Elliot. Contestó a los dos toques, pero no se escuchó su voz, sino los sonidos menudos de Isaac.

                -oh… mi bebé. Hola cariño…-Susurró con ternura.

Se limpió las lágrimas frenéticas que caían por sus ojos y esperó a que se pusiera Elliot.

                -Buenas noches, nena-La saludó él.

                -Buenas noches-Contestó con una voz demasiado apagada.

                -¿Estás bien?

                -Sí, genial… Es que acabo de casi ahogarme con el vaso de agua al escucharle-Mintió ella.

                -¿Seguro? ¿Has cenado ya?

                -Sí, papá… Han traído un poco de puré de verduras y pechuga a las finas hierbas. Muy rica-Explicó, volviendo a mentir.

                -Entonces estás bien y no tienes náuseas ¿No?

                -Elliot, que estoy genial, de verdad.

                -Vale, lo siento. Iré por la mañana con Isaac… ¿Seguro que no quieres que vaya esta noche?

                -Seguro, pesado-Dijo en tono cansado.

Casi pudo ver su sonrisa al otro lado de la línea y eso hizo que la suya despertara también.

                -Te quiero, nos vemos mañana-Se despidió Julieta

                -Y yo. Descansa, cariño-Contestó, antes de que la línea volviera a sonar, vacía.


Escucharles provocó que su cuerpo se relajara, que dejara de tener esa sensación angustiosa en el pecho… Hasta que el teléfono sonó otra vez.

Hasta que vio aquel mensaje de texto de un número desconocido.

Cuyo contenido, logró que la desagradable sensación volviera.
               




3 comentarios:

  1. dejenla en paz!!!! por que no le permiten estar tranquila por que molestarla achhhhhh jajajaja por lo demás genial el capítulo saludos.....

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  2. El capi iba genial hasta que le llegó el mensaje
    pero por que quieren hacer le tanto daño agrgrgrgrrg
    Besos

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  3. El capi iba genial hasta que le llegó el mensaje
    pero por que quieren hacer le tanto daño agrgrgrgrrg
    Besos

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