Colgó el teléfono y miró por la ventana. Se fijó en la gente
que paseaba por la calle, tranquila, en sus vidas corrientes, en un día
corriente en la gran ciudad. Así parecía que su problema era insignificante,
que nada tenía sentido entre tantas otras vidas cargadas de amor, de drama, de
muerte o de resignación. Pero después se dio la vuelta, la sensación desapareció y la realidad le pegó un derechazo en el pecho. Fue
decidida a encontrar algo de ropa que ponerse, lo más rápido que podía hacerlo,
antes de que Elliot entrara por la puerta y derribara toda esa valentía, de que
fuera incapaz de escapar sin contárselo todo. Eso era algo que no podía
permitirse. Se puso una camiseta blanca, un pantalón de chándal que apenas se
ceñía a la cintura y sus converse rojas. Entonces, reparó en el carrito… En que
había olvidado que no estaba sola. Se acercó lentamente y se inclinó para besar
la mejilla de Isaac.
-Mi
bebé… Hola, cariño…-Su voz se quebró y las lágrimas comenzaron a derramarse
ansiosas por sus mejillas. Se tapó la boca e intentó calmarse, pero en la
habitación no parecía haber demasiado oxígeno para sus pulmones-Lo siento…
Tengo que irme, cariño. Papá vendrá enseguida… Lo siento.
Volvió a erguirse y su parte lúcida empezó a rebuscar algo
que pudiera usar como arma. No era sensato hacerlo sin algo con lo que poder
defenderse. Abrió los cajones de la mesita y rebuscó en el armario, pero lo
mejor que encontró fue una aguja afilada. Se puso la sudadera que llevaba
Elliot, la roja de la cremallera y metió la aguja en el bolsillo interior.
<< ¿Qué vas a hacer con una
simple aguja, Julieta? ¿Qué vas a hacer? Idiota>>
Al sacar la mano
observó su alianza y la dejó en la mesita. No quería perderla, aunque sabía que
nada de eso importaba cuando se acercaba un fatídico desenlace.
Y esperaba que no fuera así, que estuviera equivocada, que
todo fuera una alucinación.
Finalmente, salió y recorrió el pasillo hasta llegar al
ascensor. A cada paso, estaba más mareada y todo a su alrededor daba vueltas.
Se dejó caer en el espejo, mientras en sus ojos aparecían pequeñas lucecitas
que nublaban su propio reflejo. Se puso la capucha y esperó a que se le pasara mientras
descendía.
-Señorita
¿Se encuentra bien?-Preguntó una señora que se subió en la quinta planta.
-Claro…-Jadeó
y cerró los ojos, intentando que el movimiento cesara.
-No
tiene usted buena cara… ¿Quiere que llame a alguien?-Volvió a insistir,
agarrando su antebrazo.
-No…
Por favor…-Susurró Julieta.
-Julieta-Dijo
la voz de Jane-Julieta. No lo hagas. No estás bien.
-Estoy…
Tengo… Tengo que hacerlo-Contestó ella y abrió los ojos para mirarla.
Jane llevaba puesto un vestido largo de tirantes, blanco,
tan reluciente que dolía mirarlo. Tenía una mirada cargada de tensión y su pelo
estaba húmedo.
-Señorita…
¿Seguro que no…?
En ese instante, el ascensor llegó a la planta baja y las
puertas se abrieron. Salió a trompicones, ignorando a la mujer y a Jane. Chocó
con una silla de ruedas y calló al suelo. Por suerte, nadie excepto la mujer
del ascensor la vio y la ayudó a levantarse. Ya nada era lo suficientemente
real, sino que parecía igual a verse atrapada en una pesadilla. Se deshizo de
la señora que insistía en avisar a un médico, y anduvo deslizándose por la
pared hasta que se encontró con el frío de la calle. Y lo agradeció, una
bocanada de realidad entre tanta desesperación. Llovía mucho y la temperatura
en su cuerpo era glaciar.
<<
¿Dónde estás?>>
Cerró los ojos y esperó a que las gotas la ayudaran a perder
esa sensación de caer al vacío. Sabía que no iba a ser capaz de salir allí, no
antes de perder la consciencia. Y el peso de no saber de qué era capaz Jess si
no cumplía con su parte hacía que se mareara más. Los ojos se le cerraban y
llegó un punto en que aunque los abriera, seguía estando oscuro. El cuerpo
comenzó a pesarle, la gravedad cedió y sus piernas flaquearon cayendo de rodillas.
Después notó un golpe en la cabeza y el caos dejó de serlo.
Al abrir los ojos, vislumbró el cielo oscuro y las gotas
plateadas que caían sobre su rostro. Su cuerpo estaba extendido en el suelo y
apenas tenía consciencia de él. Ni siquiera estaba segura de sí podía llegar a
moverse. Abrió la boca para llamar a alguien, pero el susurro que produjo de
poco le sirvió… Hasta que una figura se acercó a ella.
Una mujer, de cabello oscuro y corto que se inclinó sobre
ella y la miró con unos familiares y tenebrosos ojos oscuros.
Y quiso gritar, correr y salir de allí. Porque allí, medio inconsciente,
no dejaba de pensar que había sido un error.
-Shhh,
pobrecita. Pronto vendrán a por ti. Esta vez no voy a ser yo… Esta vez has
ganado, pero no cantes victoria- Susurró con una sonrisa enjuagada por la
lluvia y una mirada frenética. Después le acarició la frente con suavidad y
suspiró- Supongo que estás peor de lo que yo pensaba y quizá no tenga que mover
ni un dedo para perderte de vista.
Julieta intentó levantarse, pero ella le pinchó algo en el
brazo.
-¿Qué…
es eso?-Balbuceó.
-No
hables, reserva tus fuerzas, Pope-Murmuró y se puso en pie-¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Se
ha desmayado!-Gritó desesperada.
En unos segundos estaba rodeada de gente y Jess había
desaparecido.
-¿Está
bien? ¿Está usted bien? ¿Puede oírme?- Preguntó un hombre con bata blanca mientras
le daba palmaditas en el hombro.
Asintió y su cabeza retumbó al hacerlo.
-¿Puede
decirme su nombre?
-Es
paciente del hospital-Dijo alguien quien Julieta no pudo divisar.
-Soy…
Julieta… Julieta Pope-Jadeó ella.
-La
conozco. Es la novia de Evans-Murmuró una enfermera que le resultaba
familiar-Tranquila, Jul. Estás bien.
Entre dos médicos la subieron a una camilla y la llevaron
dentro. Allí volvió en sí en poco tiempo, a una realidad que cada vez era más nítida.
Tenía frio y era imposible para de tiritar, incluso aunque el médico que le
curaba la herida de la frente insistiera en que estuviera quieta.
Elliot no tardó en irrumpir en la estancia, con el rostro
crispado y un gesto nada amigable.
-¿Qué
ha pasado? ¿Qué hacías…?-Se paró en seco y le echó un vistazo rápido a Julieta,
para después dirigirse a unos de los sanitarios que la atendían-¿Tiene bien la
tensión?
Julieta se quitó la mascarilla de oxígeno para hablar con él
y que se relajara, pero Elliot volvió a ponérsela.
-No
pasa nada…-Murmuró Julieta y le dio la mano.
-La
tensión está baja, doctor Evans.
-¿Qué
coño hacías?-Le preguntó a Julieta bruscamente.
-Elliot
yo solo iba a…-Y pensó en confesárselo todo, pero aquel no era el lugar-Te
buscaba y me sentí mal.
-Me
buscabas- Repitió él dolorosamente-¿Y su temperatura?
-Baja-Repuso
una enfermera-Estaba empapada.
-Elliot,
por favor, tranquilízate-Le rogó Julieta y volvió a quitarse la mascarilla.
El médico calvo de aspecto serio se acercó a Elliot y le
estrechó el hombro.
-Doctor
Evans, está bien. Podemos llevarla a su habitación, ha sido solo un
desvanecimiento, algo normal en un paciente como ella. Aunque recomiendo que
esta noche tome algo caliente, para entrar en calor-Le dijo con gesto simpático
y ella agradeció la ayuda.
-Bien,
la llevaré yo-Sentenció y cogió una silla de ruedas. Se acercó a la cama y
agarró su antebrazo-Vamos-Ordenó, cogiéndola en volandas.
Julieta se rindió y prefirió no hablar hasta llegar a la
habitación. Aunque incluso en la intimidad de ese lugar le resultó difícil
intentarlo. Elliot estaba aún frenético y enfadado y supo que disculparse no
iba a ser suficiente.
-¿Y
Isaac?-Preguntó Julieta al ver el carrito.
-Durmiendo
dentro-Contestó de mala manera.
-Cariño…
Lo siento. Déjame que te explique-Empezó a disculparse con voz apagada.
-Deberías
guardar tus fuerzas, Julieta. Por si decides hacer otra locura-Contestó y
permaneció en silencio antes de seguir-Quizá no sepas lo que significa tener
cáncer… Lo que significa tener a la persona a la que quieres muerta en tus
brazos. Deja de hacer estupideces.
Sus palabras fueron demasiado hirientes para que las soportara,
así que el llanto explotó inevitablemente en pocos segundos. Elliot suspiró y
se acercó a ella, pero ya era tarde y ella estaba hiperventilando, desahogando el
miedo y la frustración que había sentido con Jess.
-Vamos,
nena, respira. No quería decir eso.
-A…
Abrázame, por favor-Le rogó. Realmente lo necesitaba. Hacía unos minutos que
había pensado que no iba a verle nunca más.
-Nena,
no quería decirlo-Volvió a disculparse Elliot.
-No es
por eso, es por lo que ha pasado.
Y fue clara, tan clara como le permitían los recuerdos de
ese angustioso momento. Empezó por la segunda llamada y terminó por el momento
en que Jess la auxilió. Lo contó con pelos y señales, intentando que la dureza
de la expresión de Elliot, no le hicieran arrepentirse de contárselo. Cuando
acabó su relato, creyó que sus palabras lo habían sumido en un trance. No se
movía y miraba un punto fijo en la ventana.
-Ella
no estaba en la cafetería-Dijo finalmente-Lo sé.
-Sí, si
estaba-Julieta recordó entonces, que Jess no era “La misma de siempre”-Ahora
tiene el pelo corto y oscuro.
-Nena,
te diste un golpe-Le acarició la mejilla y negó un par de veces- tienes
alucinaciones ¿Y sí…?
Lo miró horrorizada y apartó su mano.
-¿Crees
que me lo invento? ¿Crees que no sé diferenciar la realidad de… de mi tumor de
mierda? ¡No! ¡Sé perfectamente qué es cierto! Detrás de ti está Jane y sé que
no es cierto, pero está ahí… Pero Jess, Jess pidió auxilio después de dedicarme
unas bonitas palabras y… y-Pensó en el pinchazo, en que hasta entonces no lo
había recordado y el frenesí hizo que se incorporara en la cama de un salto-¡Me
pinchó algo en el brazo!
Le enseñó su brazo para que Elliot lo examinara y él lo hizo
con detenimiento, hasta que paró en un punto.
-¿Te
encuentras bien?-Le preguntó.
-Sí…
Creo que sí.
Sacó una pequeña linterna de su bolsillo y agarró su
barbilla para iluminar sus ojos con ella.
-Mira
hacia arriba-Le indicó-Voy a llamar a alguien ¡No te muevas de aquí!
-¿Qué pasa?
¡Elliot!-Exclamó como atontada, aún con la luz en la retina.
-No te
muevas, Julieta.
Estaba sola y aterrada, sabía que lo que quisiera que le
hubiera puesto no podía ser nada bueno.
-Jul,
tranquila. Estoy contigo-Susurró Jane en su oído y le dio la mano-Cariño… Vas a
entrar en Shock.
Miró a Jane con los ojos muy abiertos, ladeó la cabeza y río
con nerviosismo.
-¿Cómo
sabes eso?-Le preguntó-No eres real… No sabes…
Pero no le hizo falta respuesta. Notó una fuerte presión en
el pecho y la máquina que medía sus pulsaciones, cambió su pitido por uno más
constante.
Eso fue lo último que recordaba.
Despertó al día siguiente, con un tubo en la garganta. Jess
había conseguido que su frágil cuerpo dejara de hacer su trabajo; mantenerla
con vida.
Pero..Pero...¿QUE? Que le ha hecho la p*** de Jess, como le pase algo a Julietta me da algo. Las ultimas dos frases me han dejado en shock. Muy, muy en shock. Espero que cuelgues el siguiente capítulo muy pronto.
ResponderEliminarUn besito
maldita jess!!!!!!!!....que le habra inyectado para que se pusiera tan mal y tan rapido!!!!!....que rabia porque julieta tiebr que sufrir tanto!!! :(
ResponderEliminarAggggggg! que rabia me da, que le habrá inyectado Jess........Espero que no le pase nada mas a la pobre Julieta, yo creo que con lo que tiene ya es mas que suficiente, pobre
ResponderEliminarDeseando que pronto cuelgues otro capi
Besos
PERO CUANTAS COSAS ME HE PERDIDO
ResponderEliminarVamos a ver, y este diseño? cuantísimo has mejorado desde que empezaste, es increíble lo bien que te ha quedado el blog, me encanta :)
Un besito Maria !