La sensación de que no tenía ningún control sobre nada de lo que estaba pasando. El hecho de
estar en esa situación ridícula, tapada con una sábana, subida a una camilla y aparentando ser un
cadáver. Resultaba irónico y ridículo que no fuera la primera vez que se encontraba en
aquellas circunstancias. Aunque las demás veces no fuera real, sino fruto de
las pesadillas que provocaba la medicación y el trastorno del sueño que precedía a las circunstancias. Sueños en las que ella estaba muerta pero escuchaba perfectamente los
gritos de Elliot, suplicándole que volviera. Una terrible pesadilla que terminaba ahogada en sudor, a salvo.
La camilla se introdujo en el ascensor, dónde hubo un silencio caótico seguido del murmullo generalizado que se extinguió en unos pocos segundos. Tan rápido como llegó. Después, el personal del hospital siguió hablando entre sí, y los visitantes y otros pacientes continuaron en su escándalo por la presencia de ambas. Entre sonoros susurros que rebotaban en aquel reducido lugar, invocaban a Dios, tosían con nerviosismo y se lamentaban en silencio por esa
supuesta y desconocida vida perdida. Notaba que cada vez tenía más similitudes con su
pesadilla, por lo que el instinto le apremiaba a que saliese de allí, que echara a correr y no mirara atrás. Julieta cerró fuertemente los ojos y aguantó la respiración, hasta
que escuchó el sonido de las puertas abriéndose.
Aquel ruido celestial.
Aquel ruido celestial.
-¿Por
dónde coño se sale de aquí?-Preguntó Jess, en voz baja-No tengo ni idea de
hacía dónde voy.
-Y ¿Por
qué no lees los letreros que hay en las paredes?-Sugirió Julieta, en un tono apenas audible.
-Ya…
claro… no lo había pensado. Estoy nerviosa.
Escuchaba su respiración agitada, que se mezclaban de vez en
cuando con un “Joder”, o un “mierda”. Así que presuponía que la cosa no pintaba
bien.
-Estoy muerta sin estarlo, así que date prisa.
Por favor-rogó. Lo único que deseaba era destaparse la cara y poder respirar
mejor. Además hacía calor y eso no ayudaba.
-He
encontrado la salida. Vale. Vale… ¡Mierda!
-¿Qué?
¡¿Qué pasa?!
Y allí pensó en hacerlo. Dejar la farsa y confesar. Pero Jess la agarró del brazo y eso la hizo parar.
-¡Calla!
Acaba de entrar una decena de policías… ¡Joder! ¡Joder!
Jess aceleró el paso y dio una curva a los pocos metros. Se escuchó el ruido de
una puerta al cerrarse, seguido de un suspiro de alivio.
-Ya
puedes levantarte-dijo, con voz ahogada.
Julieta se incorporó deprisa y se quitó la sábana de encima, notando
de nuevo las heridas que le había provocado Jess, y que con toda la tensión
había olvidado. Sus manos estaban cubiertas de pequeños cortes. El lugar era una especie de almacén, en una
habitación pequeña y cuadrada, llena de armarios y suministros médicos.
-Mierda…
te has pasado-se quitó un cristal minúsculo, que permanecía clavado en el brazo y le lanzó un gesto de odio.
-Luego
te ayudo a curarte, pero ahora tenemos que salir de aquí. La salida está a unos
diez metros ¿Puedes seguir a pie?
-Claro,
estoy bien.
Jess la observó unos segundos y se acercó a ella deprisa. La
agarró del brazo con violencia y respiró con lentitud a unos pocos centímetros
de su rostro. Julieta se mantuvo firme, manteniendo la mirada, aunque por
dentro estuviera aterrada. Nunca sabía cuál iba a ser el siguiente paso si se trataba de ella.
-Si le
cuentas a alguien que estoy viva o… aquí en Nueva York, volverás a
hacerlo-dijo, sin apenas pestañear-Me sentenciarás. Mira, he jurado no volver a
hacerte daño pero sí…
-Deberías
haberlo pensado antes de lanzarme contra una pared-sugirió Julieta, apartándose
de su agarre.
No supo de dónde sacaba la valentía, ni lo que vendría
después. Así que pensó que sería mejor jugar a su juego: Agarró su brazo y
sacando una fuerza invisible que no sabía que tenía, la empujó contra un
armario lleno de cajas.
-Vaya,
has salido peleona-bromeó Jess, sonriente.
-No
haré nada, pero a cambio tú vas a ayudarme-le aseguró-Se acabó espiar a nadie,
jugar sucio… Te dedicarás a ayudar, sin amenazas. Si yo hablo, tú saldrás
perdiendo.
-De
acuerdo, rubia-acordó ella-¿Podrías guardar esas fuerzas asesinas para salir de
aquí? ¡Ah! Y dile a tu mierda de cáncer que nos deje tranquilas hasta llegar a
casa. No soportaré otro contratiempo.
Las cosas cayeron por su propio peso, la adrenalina del
momento desapareció y sólo quedaba la realidad. Fría y clara como el agua.
Julieta recordó dónde estaban, lo que les había llevado hasta allí...
<<Mi
mierda de cáncer. No puedo irme de aquí>>
Se dejó caer en la pared y agachó la cabeza, derrotada.
-¿Qué
te pasa ahora? ¡Deberías haberme escuchado!
-Jess…-murmuró-necesito
confirmar lo que me pasa para seguir con esto. Hay unos resultados en algún
sitio del hospital. Quizá… tú podrías…
-¿Robarlos?
¿Ahora?-preguntó, frunciendo el ceño-¡Estás loca!
-Necesito
verlos. Es el único sitio en el que
nadie me conoce. En Nueva York todos conocen a Elliot, a mí, a Sam...
Los ojos agresivos de Jess se apagaron un momento, y sus
músculos se relajaron.
-Puedo
jaquear el sistema, conozco a alguien que puede hacerlo. Pero no ahora.
-¿Cuándo?-inquirió
Jul, casi suplicante.
-Mañana,
quizá en dos días-se oyó un ruido fuera, seguido de varios pasos que alertaron
a ambas- ¡Julieta, mírame! Cómo nos pille la policía por tu bloqueo mental…
-Lo
siento, es que…
-Lo sé.
Pero ahora tenemos que correr ¡Me importa una mierda lo demás!
Salieron aparentando la mayor normalidad posible. La salida
estaba en la zona de urgencias, así que la gente no prestaba mucha atención a
Julieta, aunque tuviera la cabeza cubierta de sangre. Una vez fuera, caminaron hasta el callejón dónde Jess tenía aparcado su coche, lejos de las
cámaras del hospital o de la vista de posibles testigos de su fuga. Después de un largo viaje, llegaron a Nueva York sin más incidentes. Julieta no dejó de
darle vueltas al iPhone durante todo el trayecto, sopesando a quien debía llamar, quien debía estar más histérico... y
la única respuesta, era que todos necesitarían una explicación. Vio varias
llamadas perdidas de Andrew y decidió escribirle un mensaje. Uno sencillo y directo, que no hiciera
presagiar nada importante.
Eran las ocho. Llevaba diez horas en paradero desconocido y
no tenía ninguna excusa plausible para
explicarlo.
Para Andrew:
Estoy bien, te llamo en un rato cuando llegué a casa. No te
preocupes.
Pulsó enviar y espero unos minutos. Después miró a Jess,
concentrada en la carretera, la única persona que podía facilitarle las cosas
en aquel momento. Aún no tenía claro si podía fiarse, pero debía hacerlo… por
el bien común. Por encima de ella misma, aunque la estremeciera la idea de tenerla a pocos centímetros, como en aquel coche. Pero en ocasiones, las posibilidades se reducen a unas pocas, así que las agarras y te aferras a ellas, esperando que en aquella minúscula estabilidad halles una salvación.
-Déjame
en mi apartamento. La dirección es…-empezó a explicarle.
-¿En
serio?-preguntó Jess-¿Crees que no sé dónde vives?
-Ah… ya
claro-contestó con tristeza.
-Siento
lo de tu ataque de pánico y lo que ha venido después-reconoció, seria.
Aún le sorprendía que de su boca salieran ese tipo de frases suaves -sin ironías-, por lo que tuvo que hacer un esfuerzo y no sonar cortante.
Aún le sorprendía que de su boca salieran ese tipo de frases suaves -sin ironías-, por lo que tuvo que hacer un esfuerzo y no sonar cortante.
-No
pasa nada, es que hoy no era el mejor día para soltarme la bomba de que quieres
redimirte-se sinceró, sin saber muy bien por qué-Además, tenía resaca de anoche
y no había dormido bien.
-Yo
también me lo pase bien en la gala. No estuvo mal, para ser una puta fachada
del cáncer…
Jul sonrió, haciéndose un ovillo sobre el asiento. El aire acondicionado estaba demasiado alto, o era la tensión, tampoco estaba segura.
-Fue
horrible, sobre todo por la conversación que tuvimos.
-Eh,
oye, sólo quería intimidarte para no dártelo todo tan fácil.
-Claro…
que un año y medio de amenazas no te bastaran dice mucho de tu persona-dijo
Julieta, que recordó porque la odiaba hasta la saciedad.
-Lo
hice por mis cicatrices… no te lo tomes como algo personal.
-Bueno,
todo ha terminado.
-Puedes
estar contenta, tener tu cuento de hadas con Elliot, con vuestro bebé y comer
perdices, así que tampoco dramatices. Tú tendrás una vida-añadió Jess, con voz
ronca.
Notó un pinchazo en el pecho, seguido de un nudo en el
estómago que le hizo respirar hondo para seguir entera. Estaba cansada y deseaba
abrazar a Isaac, dormir y fingir que todo tenía sentido, que las cosas eran
diferentes, de un tono más suave.
-No voy
a tener ningún cuento de hadas… no con Elliot-reconoció, apoyándose en la
ventanilla.
Jess la miró y permaneció callada.
-Pensaba
que yo era la única razón para…
-No. No
lo eres.
Agradeció que la conversación terminara. Su teléfono sonó,
haciendo que diera un salto sobre el asiento.
De Andrew:
Tuve que inventarme que tenías un asunto de trabajo cuando
llamó Elliot. Tu secreto sigue conmigo.
Leer la última frase hizo que no pudiera aguantar más la
angustia de su garganta. Se limpió las lágrimas con la chaqueta y agradeció que
Andrew la hubiera salvado de tener que dar más explicaciones. Explicaciones que
requerían un descanso mental que no tenía.
Era simple: Todo el día había estado trabajando.
Y sabía que tenía que contarle muchas cosas a Andrew y que
eso iba a ser complicado. Pero además de la ayuda de Jess, necesitaba la de él.
La de esa persona capaz de mejorar un día sin esfuerzo. Porque no iba a ser
fácil teniendo en cuenta cuál era su objetivo.
Jess aparcó junto a la entrada del edificio. Ya era
completamente de noche, pero la calle estaba abarrotada y repleta de vida.
-Tendrás
noticias mías cuando acceda a tus resultados-dijo Jess, mirando hacia ambos
lados con miedo.
-Bien.
Dos días- contestó Jul, saliendo del coche con dificultad.
El pecho le ardía por el golpe, así que se llevó la mano al
costado y anduvo con lentitud hacia la entrada. Empezaba a costarle caminar,
como si sus piernas no obedecieran después de explotar su cuerpo durante horas.
Necesitaba sentarse y cerrar los ojos unos minutos, así que agradeció que Jerry
el conserje no estuviera, porque iba a querer acompañarla y a hablar sobre la
causa por la cual parecía sacada de una película de Tarantino. Así que se metió
en el ascensor y tecleó el número. Las puertas se cerraron y ella se dejó caer
en la pared, deslizando su espalda hasta sentarse en el suelo.
Suspiró y miró al techo, dándole vueltas a las horas que
habían transcurrido y que parecían mucho más que eso. Resultaba surrealista que
estuviera en ese punto; enferma y agotada, después de haberse fugado de la
policía. Con la compañía inapropiada de Jess, que seguía siendo igual de
peligrosa dado su comportamiento en la huida.
Como un fogonazo recordó el momento en que cayó al suelo, tan confuso como la primera vez.
Volvió a pensar en la doctora amable que había recibido un
golpe brutal por querer ayudarla. No era justo, aunque fuese la única salida,
por lo que creyó que debía pagárselo de alguna manera… Quizá podía averiguar
algo de su vida gracias a su nueva “aliada”, saber que necesitaba y dárselo sin
más. Si había algo que tenía de sobra era el dinero, con aquella enorme
herencia, su trabajo a jornada completa y sus múltiples propiedades en todo el
país y en el extranjero. Y sabía que a su padre no iba a importarle un poco de
ayuda, siempre que fuera en beneficio de alguien inocente.
Alguien que no merecía un golpe brutal con una barra metálica.
Entonces la puerta se abrió y cerró los ojos, saboreando la
calidez del hall de su ático en pleno centro de Nueva York. Se puso en pie y
llegó hasta el sofá, dónde dejó se dejó caer, atrapado por la suavidad de los
cojines.
-Por
fin-susurró, casi flotando.
La realidad cada vez era más lejana y en aquel punto, nada
importaba: Ni quien estaría en la casa, ni cómo explicaría estar hecha un
cromo…
-¿Julieta?
¿Jul… eres tú?-preguntó una voz familiar y lejana.
Elliot. Tal vez fuera fácil haber olvidado que vivía allí
provisionalmente, que aún no tenía un horario normalizado de trabajo, que no
estaba en África… Pero saber qué era él quien estaba en el hall, provocó que su
corazón empezara a trabajar a la velocidad del rayo. Dio un saltó sobre el
sofá, levantándose de golpe. Se sujetó a la mesita para no caerse de bruces y se
dio la vuelta para buscarle.
Allí estaba, a unos pocos metros, observando la escena, con gesto confundido.
Levantó las manos y abrió la boca, en un ademán de hablar, aunque estaba claro que no sabía que decir. Julieta ni siquiera atendió a su reacción, estaba hipnotizada, observando su aspecto: Aún tenía
esa barba de varios días y el pelo alborotado, llevaba una camiseta roja
holgada y unos bermudas vaqueras. En
apenas un segundo, se puso a pensar en África, en la comida y en su delgadez,
como si aquello importase demasiado.
-Elliot-pronunció
con lentitud.
Eso hizo que él se moviera en su dirección, con el rostro
crispado.
-Julieta,
¿Pero qué… te ha pasado?-preguntó, arrugando la frente. Le rodeó la cintura con
ambas manos y la miró fijamente.
Y ella quiso besarle en aquel momento, acabar con el pasado,
las mentiras y el dolor. Pero de repente, apareció Andrew como si se
materializara delante de sus narices. No estaba bien, nada de todo aquello. Cerró los ojos y deslizó sus manos hasta
los brazos que las sostenían.
-No es nada... me caí-mintió, sin mucho convencimiento.
-¿Cómo
que nada?-él subió las manos hasta su cabeza y le acarició el pelo-Estás hecha una
pena. Tienes un corte muy feo… ¿Cómo te has caído? ¡Joder! ¿Es que has caído
encima de un espejo?
<<Pregúntale
a tu ex novia…-pensó, mostrándole las manos>>
-Sobreviviré.
Es que… cogí varias carpetas… y llevaba un vaso de agua. Ya sabes que soy muy
patosa-explicó, frotándose la frente.
-Siéntate,
voy a curarte eso-dijo, desapareciendo.
Julieta volvió a sentarse en el sillón y se quitó la chaqueta vaquera que le había comprado Jess. Cuando Elliot volvió con el botiquín, parecía enfadadísimo. Se limitó a pasar una gasa con alcohol por sus manos, sin mirarla.
-Podías
haberte pasado por urgencias ¿Perdiste el conocimiento?
La pregunta la pilló por sorpresa. Tardó en darse cuenta de
que se refería al golpe en la cabeza y no a lo demás.
-Creo
que no, me di con el suelo, pero no recuerdo perder el conocimiento. Estaba
sola y decidí volver a casa-Elliot paró y levantó la mirada, escudriñándola con
los ojos entornados. Debía mentir mejor para convencerlo, así que sonrió -Me
sentí tonta… y torpe. Preferí no esperar a que viniese una limpiadora a reírse
de mí.
-No se
hubiera reído. En todo caso te hubiera ayudado-rectificó él, aún serio,
volviendo a la mano que se llevaba la peor parte-Te llamé al despacho pero no
me atendió nadie.
Ella palideció, incapaz de seguir soltando mentiras como una
máquina expendedora. Así que ladeó la cabeza e intentó por todos los medios
hacer algo que aún estuviera entre sus posibilidades.
-¿Qué
tal Isaac?-preguntó. Elliot puso los ojos en blanco y se encogió de hombros-¿Te
apañas bien?
-No lo
sé, Julieta. Llevo tres días en Nueva York, supongo que no puedo responder a
eso ahora mismo. Aunque supongo que es algo normal en esta casa... Lo de eludir las preguntas. Ya
sea por falta de información… o de una explicación razonable.
Estaba demasiado cansada, demasiado para el interrogatorio y las indirectas.
Lo miró con cansancio y suspiró, descubriendo partes de su cuerpo que no
pensaba que tendría, pero allí estaban, tan doloridas como el resto. Haciéndose
notar. Cerró los ojos y se rascó la cabeza, ganando algo de tiempo.
-No sé qué
buscas… pero me acabo de dar un golpe en la cabeza. Además, llevo todo el día
teniendo que lidiar con…-hizo una pausa, mordiéndose la lengua para no soltarlo
todo-con demasiados problemas. Y anoche
bebí. No sé si lo recuerdas.
La expresión de Elliot se endureció y soltó el alcohol para
tener las manos libres. Se llevó una a la comisura de los labios y los rozó con
las yemas de los dedos. Bajó la mirada y
cogió otro algodón limpio.
-No deberías
beber-se limitó a decir-No te sienta bien. Además es malo para la salud.
-Elliot,
¿En serio?-preguntó, como ida. Él la miró fijamente-¿Quieres discutir ahora?
Su silencio le dolió. Más que otra respuesta sarcástica o
una defensa a las acusaciones. Quería dormir, pero a la vez necesitaba
gritarle, sentir que su relación seguía teniendo chispa, aunque fuera de manera
destructiva. Un comprobante de que algo seguía vivo, agonizando por mantenerse
en aquellas circunstancias hostiles.
Su orgullo hizo que se levantara del sofá, que lo dejase en
aquella posición: Sentando de cuclillas, enfrente del sofá. Y que le diera la
espalda, caminando hacia las escaleras, que deseara no volver a verlo en lo que
quedaba del día. Porque ya era demasiado para sólo ser eso. Un día. 24 horas.
-Aún no
he terminado de…
-No
sangró. ¡Sobreviviré!-la última frase la soltó con una fuerza desmesurada, que
se escuchó en todo el piso.
-Vas a
despertar a tu hijo-refunfuñó Elliot, que la seguía a unos pocos pasos.
-¿Ahora
es MI hijo?-preguntó, con una risa sarcástica. No sabía el porqué de esa rabia,
pero la sentía, creciendo y alimentándose de cada silencio silenciado-¿O estar
en África te hace perder los privilegios de padre?
-¿De
verdad me estás soltando eso?
Las palabras cada vez eran más sonoras, formando heridas cada
vez más profundas.
-No lo
sé-repuso Jul, encarándole en mitad de las escaleras- supongo que eso hago,
además de beber. Tengo veinticinco años.
La excusa le salió como un sollozo. Una argumentación infantil
y digna de una niñata rica que le produjo asco. Elliot frunció el ceño y sonrió,
mirando hacia todos lados.
-Oh, ya
veo. Los veinticinco años-repitió con un tono insultante- Así que tu plan es
comportarte como alguien que tiene veinticinco años. Y eso implica excesos y…
no sé… ¿Escaparte con tu nuevo novio? ¿Desaparecer y no tener la decencia de
avisar?
Observó con dolor sus ojos azules, juzgándola. Quería
gritarle la verdad, pero sabía que él no merecía la verdad, ni edulcorada, ni
adornada con cojines para que fuera más suave. Porque aun así seguía siendo una
mierda. Por lo que se dejó caer en el escalón y enterró la cabeza en sus
rodillas, llevándose las manos a la cabeza. Ahí volvieron los puntitos en sus
ojos, rogando que durmiera y acabara con aquello que no tenía ni principio ni
fin, que era un sinsentido de ataques mutuos que no llevaban a ninguna parte.
Al menos, una parte sana.
Y se preguntó si su relación había divagado hasta el punto
de no tener en común más que discusiones.
-Por
favor. Para ya-murmuró, observando sus converse negras, vacilantes-Lo siento,
quería despejarme por un día-levantó la cabeza y lo miró. Él estaba cruzado de
brazos, molesto- Un puto día. Así que si, puede que necesitara un
descanso porque el hecho es que Isaac es un bebé con una tendencia deliciosa a
la vida nocturna y que llevo unos días locos. Por ti, por él y mi vida
ajetreada. Y necesito dormir.
Su mirada se ablandó. Por fin.
-Podemos
hablar mañana-propuso él, después de un largo silencio-Comer algo, aquí en
casa.
<<En casa>> Esa expresión le revolvió el
estómago e hizo un esfuerzo por no vomitar. Pero asintió y se levantó deprisa,
apoyándose en la pared para no caerse encima de Elliot.
-Buenas
noches-se limitó a añadir, sin volver a fijarse en él.
Porque el hecho era, que seguía siendo demasiado. Él, sus
ojos...
Que dolía.
Hasta no poder más.
Siento mucho la irregularidad que tengo, pero el verano es lo que tiene. Así que lo mismo subo muy seguido... que no lo hago, pero de nuevo, la culpa es de la estación. Gracias por seguir ahí, espero vuestros comentarios.
ResponderEliminarUn besito, amado lector
Jane
Que sepas que ya me he puesto al día con tu blog y esta increíble historia... Y qué decirte que o bien no sepas ya, o bien no hayas oído antes... Increíble. En serio. Siento no haberte comentado antes... De hecho, hace poco lo intenté y te escribí un parrafazo y creí que se había enviado pero ahora que lo busco, veo que no y lloro T_____T Necesito que subas ya el siguiente capítulo, por mi bien y por el tuyo. Estoy que me subo por las paredes, ¿vale? NECESITO DESESPERADAMENTE SABER QUÉ OCURRE ENTRE ELLIOT Y JUL Y QUÉ OCURRE CON JESS Y JUL... DIOS MÍO EN SERIO SUBE RÁPIDO POR NUESTRO BIEN. Sobre tu forma de escribir, que sepas (como ya sabes xD) que lo adoro, que es increíble y maravillosa y que tienes un don, sin duda. La forma de expresar lo que sienten... Y jope, por no decir una palabrota, pobre Jul, en serio, cada vez que le pasa algo (que es a todas horas) me entra un no se qué... Me agobio tanto al leerlo.. Pobrecita en serio, ojalá todo empiece a ir mejor.... :( Y la verdad es que Andrew me gusta bastante, pero Elliot también... El caso es que como no sé aún qué pasó exactamente entre ellos pues no puedo decirte si quiero que acabe con uno o con otro JAJAJAJAJAJA Qué indecisión... Andrew mola, pero Elliot es Elliot... jajajaja
ResponderEliminarMuchísimas gracias por pasarte por mi blog y comentar siempre que subo capítulo, me anima muchísimo...
Por favor, siguiente rápido, cuando puedas, pero rápido. Así, sin presiones eeeeh.
Un besazo Jane!!!