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"Una novela debe mostrar el mundo tal como es. Como piensan los personajes, como suceden los hechos... Una novela debería de algún modo revelar el origen de nuestros actos" Jane Austen.

miércoles, 23 de julio de 2014

Capítulo 12




El ruido era estridente y constante, como el motor de un barco. De nada servían los tapones. Hasta que el cuerpo se acostumbrada y entonces, lograba volverse soportable, algo que simplemente acompañaba a ese espacio reducido y circular. Julieta se esforzó en mantener los ojos cerrados, como si hacerlo pudiera transportarla lejos de allí… fuera de la sensación claustrofóbica de permanecer inmóvil en un aparato que hacía fotos de su cráneo. Intentó pensar en otra cosa en el tiempo que transcurrió desde el inicio de la prueba, al final, cuando el técnico lo anunciara por el altavoz, pero eso no hacía sino que ampliar la ansiedad. Lo único que le venía a la mente, eran las horas que habían transcurrido estando con Jess, o inconsciente y lo preocupados que debían estar en Nueva York. Se planteó algunas de las situaciones catastróficas que podían estar imaginando por su extraña desaparición. Después de todo, ya tenía antecedentes psicópatas y sólo les haría falta unir un par de pistas para comprender que estaba enferma y que podía llegar a ser capaz de cualquier cosa.

Pensó en Andrew, sentado en la cama, con la mirada perdida en algún lugar de sus pensamientos… ¿Cuánto tiempo habría tardado en llegar Mathilde y en llamar a su puerta? ¿Cuánto tiempo entre ese momento y en el que los dos, sin noticias, llamarían a Elliot? O a Charlie…

Quizás unos cuantos minutos que supondría una gran diferencia.

Allí tumbada, con manos sudorosas, rezó en silencio para que eso no hubiera sucedido y que siguieran ciegos un poco más de tiempo.

                -Ya está, señorita Robbins, voy a sacarla-surgió una voz, llamándola por su nombre falso.

Aún no se hacía a la idea de seguir al pie de la letra la historia que había trazado Jess. La de dos extranjeras que vienen a Estados Unidos con el único propósito de probar suerte con la carísima y experimental medicina de un sistema cerrado, apto para unos pocos bolsillos. Que casualmente, se les hubiera extraviado la documentación y el dinero en el aeropuerto... y que eso hubiera llevado a la crisis de una pobre chica enferma.

Hubo un segundo sonido, más leve, acompañado de un movimiento que desplazaba su cuerpo hacía el exterior lentamente. Una vez fuera, un enfermero bajito, de pelo canoso y gesto serio le ofreció su mano para ayudarla a incorporarse. Julieta le sonrió, acostumbrándose a su nuevo nombre. Melissa Robbins.

                -Gracias.

                -¿Se encuentra bien?-preguntó el hombre, escudriñándola detenidamente.

Se hizo la pregunta a sí misma porque hasta ese momento, los acontecimientos no le habían dejado un momento de desahogo para hacer un balance de daños. Así que frunció el ceño y reflexionó un momento, mirando al suelo.

                -Bien, creo que bien. Estoy algo cansada-hizo una pausa y se tocó los brazos-me pesa todo el cuerpo… pero ya he tenido otros episodios parecidos a este. No soy nueva en esto-bromeó y el enfermero le sonrió.

                -En ese caso está en el lugar correcto. Aquí tenemos camas de sobra para descansar.

                -Sí, menos mal.

                -Han hecho un viaje muy largo… Inglaterra está al otro lado del charco-reconoció el enfermero.

Jess la había advertido. Dos mujeres sin documentación eran objeto de interrogatorio, sobre todo si una de ellas aparecía inconsciente en un hospital, recién llegada de un supuesto aeropuerto, en un supuesto vuelo de varias horas desde el otro lado del atlántico. Así que se limitó a asentir y no entrar en una conversación sin salida.

                -Entonces deberán recuperarse del vuelo… ¿Y a que han venido?-volvió a cuestionar.

Julieta conocía lo que debía decir. Lo difícil era resultar creíble.

                -Eh… bueno… hemos oído hablar de un médico de Nueva York que, ya sabe… se dedica a experimentar con algunos casos imposibles. Es muy bueno.

Le vino a la cabeza Elliot en su primera consulta, justo cuando se conocieron. En aquel momento, eran dos desconocidos que no tenían ni idea que iban a compartir sus vidas para siempre. Eso la entristeció, por todo lo que habían perdido y lo que su relación dejaba atrás. Por un par de mentiras. 

                 -Ya verá como dan con él, de momento no se preocupe, sólo tiene que pensar en tumbarse en su habitación y dormir.

Julieta asintió, sabiendo que descansar era lo único que no podía hacer. Se fijó más profundamente en el individuo que tenía delante. Una actividad basada en pensar en un desconocido, destinada a distraerse de sí misma.

Así que le observó mientras recogía la silla de ruedas que estaba aparcada en la habitación contigua, separada de la del escáner por una pared transparente. El hombre tenía arrugas en la frente y alrededor de los ojos, como si durante un largo periodo de su vida hubiera estado enfadado. Pensó en algunas explicaciones posibles a ese estado: Un familiar enfermo, un matrimonio infeliz, problemas para llegar a fin de mes o quizá solo genética y una gran exposición al sol. Cuando volvía, se percató de que llevaba un pequeño pin de Los Lakers de color morado enganchado en el bolsillo del pijama de enfermero. A su lado, un bordado en color rojo en contrastaba con el verde de la tela, que dibujaba en letras cuadradas el nombre de “William”. Eso le hizo tener una opinión más humana de aquella persona desconocida: Una mujer cariñosa y ama de casa, un perro que se sentaba los domingos a su lado mientras veían algún partido de baloncesto… una casa a las afueras… un huerto de zanahorias y un jardín grande.

Posibilidades que, posiblemente, nunca conocería, pero que la apartaban de lo demás un rato.

                -Aquí está su transporte-dijo, sonriente.

                -Gracias, William-repuso Julieta.


Al llegar de nuevo a la tercera planta, encontró a Jess sentada en uno de los asientos cercanos a la puerta de la habitación. Estaba impaciente; cruzada de piernas y brazos, moviendo constantemente el pie izquierdo en el aire. En ese instante, dirigió la mirada hacia el pasillo, emitiendo un bufido. Su gesto cambió de repente al verla aparecer. Puro alivio. Sonrió y avanzó decidida hasta ella.

Aquel resquicio de felicidad por verla aparecer la dejó conmocionada. Todo en el comportamiento de Jess resultaba fuera de lugar… por muy teatral que fuera.

                -¡Por fin!-exclamó al llegar a su lado. La miró con los ojos como platos, agarrándole el hombro y formando una macabra sonrisa-¿Estás bien? ¿Sí?

Recordó con desagrado su nuevo estado de “pareja lesbiana”, lo que no ayudaba a esclarecer aquella confusión después de su charla. Ahora eran aliadas. O eso es lo que llegaba a entender después de escuchar su arrepentimiento. Aún estaba como en una nube, ajena a que realmente estuviera pasando. No podía creerlo del todo, dado quien era ella y su turbio pasado. Esperaba preparada a que de nuevo saliera una bestia de su interior, la antigua y familiar, y que arrasara todo a su paso. Pero por lo pronto tenía que confiar en que fuera cierto y que esa nueva Jess la estuviera ayudando con lo que le había prometido minutos antes.

Secretos.

                -Estoy bien, cariño-la tranquilizó con una mueca de agrado y le dio la mano-quiero dormir un rato.

                -Sí, dormir le vendrá muy bien-aseguró el enfermero a Jess, sin ni siquiera apreciar en un ápice que no era amor incondicional lo que se procesaban la una a la otra.

                -Ya la llevo yo a la habitación-insistió Jess, bordando el papel-Y ya has oído, tienes que hacer una cura de sueño.

Julieta sonrió y suspiró, mirando con gesto cómplice al enfermero William.

                -Ella siempre tan atenta. Me deja en buenas manos-mintió, fingiendo esa confianza irracional que ni de lejos podía ser real.

                -Desde luego, hacen un dúo adorable. Nos veremos mañana, Julieta-se dirigió a Jess y le estrechó la mano-encantado.

                -Lo mismo digo-contestó Jess, dibujando una sonrisa radiante sobre sus labios, lo que provocó un escalofrío a Julieta.

Cuando llegaron a la habitación, Jess cerró la puerta y bufó cansada, observándola con un gesto indescriptible. Julieta se levantó y la miró de reojo, antes de meterse en la cama.

                -¿Qué pasa ahora?-preguntó, arrastrando las palabras.

Sacudió la cabeza a modo de respuesta y cogió su bolso.

                -Te he comprado lo que querías-dijo, sacando una bolsa con el logotipo de Apple-Toma, te he hecho un duplicado de tarjeta y la he metido en el iPhone. Es nuevo, así que despreocúpate de que lo haya pinchado o colocado un… micrófono. Se tarda algo más, por si te interesa.

Julieta abrió el paquete y sacó el teléfono de su interior. Lo miró con recelo antes de encenderlo y poder examinar una larga lista de llamadas perdidas y mensajes desesperados.

                -Gracias-dijo, levantando la cabeza en su dirección-No voy a preguntar de dónde sacas el dinero… no creo que sea bueno para mi salud saberlo.

                -Si haces bromas es que estás mejor, no quiero que te de otro ataque de pánico que me acabe perjudicando.

Allí estaba, la misma persona egoísta del pasado. Desde luego, prefería tenerla a ella delante que a otra tan diferente e impredecible. La escudriñó un instante, descansando sobre las almohadas. Los párpados le pesaban, los ojos le escocían, agotados de todo aquel trajín… pero se esforzaba por permanecer despierta en su presencia.

Aún le quedaban cosas por hacer para poder descansar.

                -Ah, te he comprado ropa y unas zapatillas-exclamó Jess, sacando unas bolsas del armario-La otra ropa estaba manchada de sangre… y asquerosa, así que he pagado a una mujer de la lavandería para que la limpiara en una hora. Espero que te quede bien y podamos largarnos de aquí.

Se quedó petrificada mientras sacaba un pantalón de pitillo negro, junto con una camiseta del mismo color. Después le enseñó una chaqueta vaquera y unas zapatillas Vans azules. La ropa, a pesar de ser muy discreta, constataba un cierto buen gusto que se alejaba mucho de la opinión de Julieta sobre el estilo de Jess.

                -Es…-murmuró, con los ojos fijos en las prendas. La mirada se le nubló un momento, así que volvió a tumbarse y se llevó las manos a la cabeza.

                <<Demasiado para un mismo día. >>

                -¡Eh! ¿Qué te pasa? ¿Llamo a alguien?-cuestionó nerviosa, zarandeándole el hombro.

                -No… no. No es nada-se río para sí y negó varias veces-Bueno, a decir verdad si es algo. Es definitivamente algo. Anoche me aterraste en la gala benéfica y hoy… ¡Hoy te arrepientes de todo! ¡Te portas bien y me compras ropa!

No imaginaba que podía haberle hecho cambiar de opinión con esa rapidez… Tanto que la tenía en un lugar con el que simplemente sólo podía haber soñado en los últimos meses: Arrepentida y cansada de su lucha contra ella.

                -Ya lo sabes,-contestó al fin, dándole la espalda-te lo he dicho claramente. Se acabó.

                -Está bien… así que nosotras,… Bueno, quiero decir-balbuceó Jul, confusa-tú vas a ayudarme con lo que te he pedido.

Jess volvió a encararla y negó con la cabeza.

                -No. Vamos a ayudarnos-la miró fijamente unos segundos y se sentó a su lado en el colchón. Julieta se removió, alerta, esperando algún movimiento brusco-Me quitaste la idea de un futuro. Cuando apareciste en la vida de Elliot, yo misma desaparecí. Comencé un agotador camino de excesos e… ideas psicóticas que deseaban terminar contigo. Antes yo siempre había sido un poco… obsesiva con Elliot. Por eso terminamos. Ni siquiera seguía enamorada de él cuando te conoció a ti. Era un mero capricho, una pequeña llama que prendió un incendio por los celos. Celos de ti y de una vida que yo no podía tener… por el simple hecho de ser yo. No quiero justificarme con esto-la convenció, con una media sonrisa-pero cuando estás tan lejos de la realidad, todo se distorsiona. Los problemas te condicionan. En esos meses nunca estuve sobria más de unos minutos seguidos. Llegué a un punto en el que al despertar no recordaba que había hecho.

Julieta la escuchaba atentamente, observándola con lástima. No imaginaba ser lo que describía, llevar una vida vacía de sentido, en la que algo tan insano como el odio te empuja a cometer acciones  tan inmorales. Ahora la veía como una persona diferente: Una chica enferma buscando una salida.

                -¿Cuánto llevas sobria?-le preguntó en un hilo de voz.

                -Un mes.

                -¿Y por qué has cambiado de opinión ahora? Con respecto a mí…

                -Porque que perdiera mi futuro fue culpa de las dos. Pero yo era la que tenía un arma.

Una punzada de dolor la atravesó al escuchar la última frase. Encogió su cuerpo hasta apoyar la cabeza en las rodillas y suspiró.

                -No quería que te pasara eso-susurró, enjuagándose las lágrimas-Me arrepiento cada día, sé que fue… un error.

                -Yo si quería matarte… Con todas mis ganas-reconoció Jess, inexpresiva-hasta aquellos meses de rehabilitación.


Los interrumpió el sonido de la puerta. Era la doctora que la había atendido, llevaba una carpeta debajo del brazo y ya no lucía la misma sonrisa de antes. Entró prudentemente, haciendo que sus labios formaran una fina curva hacia arriba.

                -Hola de nuevo, chicas. Siento interrumpir ¿Cómo estás, Jul?

                -Mejor-contestó ella, aguantando la respiración.

                <<Malas noticias>>

                -Bien… bueno tus resultados estarán en un rato, no es eso de lo que venía a hablaros-Jess y Jul se miraron instintivamente- venía a informaros de un problemilla.

                -¿Va todo bien?-preguntó Jess.

La doctora suspiró y se frotó la frente, consultando su carpeta. Parecía incómoda.

                -No tenéis documentación y tenemos problemas para garantizar el seguro que nos habéis dado. Ya sé que no sois de aquí, y que estás cosas van algo despacio…

                -¿Nos está acusando de ser una especio de… estafadoras?-cuestionó Jul, frunciendo el ceño.

                -No, claro que no… pero seguridad quiere haceros unas preguntas antes de hacer tu ingreso formal en el hospital-hizo una pausa y desvió la vista a la ventana-ya sabéis que las pruebas son caras y que no hay mucho dinero para…

                -No se preocupe, entendemos perfectamente la política del hospital-repuso Jess, sonriente, agarrándole la mano-Llamaré a la compañía y podrá confirmárselo. Deme unos minutos. Gracias por todo lo que están haciendo por mi prometida.

                -Oh, Ana, no hay de qué. Perdonad este malentendido…Esperaré fuera-dijo la doctora, aliviada.

Una vez solas, Jess se transformó en algo distinto. Una mente calculadora y perversa. Sus ojos se abrieron como platos y en su boca se dibujó una fina una línea recta que no hacia presagiar nada bueno.

                -¡Vamos vístete!-exclamó en un susurro-Levántate de la cama, tenemos que salir.

Julieta negó varias veces, saliendo de la cama. Empezaba a aterrarle la idea de lo que podía suponer para Jess escapar de ese sitio.

                <<Vamos a huir>>

                -¿Qué…? ¿Qué vamos a hacer? ¡La doctora nos espera fuera! ¡Ha llamado a seguridad!-le recordó en voz baja, mientras se desnudaba.

                -Mira, bonita. Aquí tenemos que hacer las cosas como yo diga o nos encerrarán a las dos. Somos unas estafadoras… ¿Recuerdas?-Dijo con frialdad-No les dará pena tu cáncer o nuestra historia de amor… ¡Joder, eres abogada! ¿Acaso no sabes cómo condenan un fraude? Acaban de gastarse su dinero en unas pruebas que no hemos pagado… ¿No querrás decirle quien eres y que me encierren de por vida, verdad? Porque ya me has jodido demasiado. Eso es lo que pasará cuando empiecen a hacernos preguntas.

El corazón de Julieta iba a mil por hora, procesando cada una de las palabras que salían de su boca. Pero llevaba razón. No entendía como había pasado de desmayarse en un coche a violar la ley con su enemiga por excelencia. Y allí estaban, intentando huir de todo aquello, con el presentimiento de que al final algo iba a acabar explotando.

                -Está bien… ¿Qué vas a hacer?-preguntó con cautela. Intentaba que su respiración se ralentizara, pero cada segundo que pasaba, lograba ponerla más nerviosa.

Jess se quedó en silencio, con el cuerpo pegado a la puerta, mientras Julieta se ponía las zapatillas con manos temblorosas.

                -¡Contéstame! ¿Qué vas a hacer?-volvió a preguntar Jul, sin obtener respuesta.

                -Lo siento-susurró Jess, separándose de la puerta.

Julieta bajó la vista un segundo, colocándose la chaqueta. Justo en ese momento, Jess se abalanzó contra ella, golpeándola contra la pared. Sintió un dolor horrible en la cabeza, seguido de otro golpe, está vez en las costillas. Acababan de aterrizar sobre la mesita de al lado de la cama, que cedió y se partió al suelo, haciendo que ambas acabaran en el suelo. Estaba confundida, no tenía ni idea de que estaba pasando, pero abrió los ojos y observó miles de cristales debajo de su cuerpo, esparcidos por el suelo.

Los pies de Jess, alejándose.

Estaba segura de que había mentido, de que iba a acabar con ella. Era lo único en lo que podía pensar.

Entonces, la puerta de la habitación se abrió.

                -¡Se ha caído de repente!-gritó Jess, histérica-¡No responde!

Quería gritar, explicarle a alguien que la había agredido ella, que era capaz de todo, pero no podía moverse.

Otra persona se acercó a ella. La doctora.

Acercó su rostro amable y su pelo rubio hasta el suelo, al lado de sus ojos.

                -¿Julieta, me oyes?-preguntó tocando su frente, de la que emanaba un líquido caliente-¿Qué ha…?

La pregunta quedó en el aire. Julieta vio como la doctora se desplomaba delante de ella. Inconsciente.

Y a Jess, con una barra metálica en la mano. Abrió la boca para gritar, pero solo logró un quejido.

Jess cerró la puerta y se arrodilló junto a Julieta. Ella notó como agarraba sus brazos y le daba la vuelta. Emitió un grito e intentó forcejear para separase de ella y con suerte, escapar. Entonces, la miró un segundo y pudo ver en los ojos de Jess algo que nunca había visto. Miedo. La miraba horrorizada, fijándose en la herida de la cabeza, como si aquello le doliera también.

                -¡Julieta! Tranquila. Lo siento, tenemos que salir de aquí, es lo único que se me ha ocurrido.  Lo siento.

Eso la calmó un momento. La cabeza le dolía horrores y estaba exhausta. Vio el cuerpo inmóvil de aquella mujer y comprendió cual había sido su plan desde el principio. Podía ser genial o una completa locura.

                -Estás loca-susurró con rabia-¿La has matado?

Jess frunció el ceño y negó.

                -¿Qué coño dices? Está echándose una siesta-bromeó y la miró por encima del hombro-Ahora, escúchame bien. Te llevaré  a casa, sólo quiero que te subas a esa camilla, cierres los ojos y confíes en mí…

Julieta sonrió con ironía, llevándose la mano a la cabeza.

                -Me acabas de estrellar con una mesita…

                -Por favor-rogó Jess, poniéndose el uniforme del hospital

Así que lo hizo y cerró los ojos, esperando… hasta que ella cubrió su cuerpo con una sábana. La camilla se movió y salieron, pasando desapercibidas por los pasillos del hospital, un lugar que no se inmutaba al ver esa clase de cosas.

                -Muerta es la única manera de que salgas de aquí sin preguntas-susurró Jess en su oído.





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