Datos personales

Mi foto
"Una novela debe mostrar el mundo tal como es. Como piensan los personajes, como suceden los hechos... Una novela debería de algún modo revelar el origen de nuestros actos" Jane Austen.

domingo, 16 de junio de 2013

Capítulo 28





Respiró con fuerza, embriagada por el contacto que aun sentía sobre la piel de sus labios. Le veía ahí delante, inmóvil… Tan conmocionado que su mirada hacia ella era violenta, cargada de tensión. En ese momento, Julieta solo pudo desviar su mirada hacia la ventana, deteniéndose en la lluvia y el cielo oscurecido por las nubes grises. Tuvo una sensación extraña, como si de pronto, la habitación hubiera igualado la temperatura de fuera. Sentía frío y él único movimiento que logró articular, fue para frotarse las manos heladas.

Entonces observó el pecho de Elliot, que subía y bajaba con desasosiego. Sus labios estaban apretados y sus puños blancos por la fuerza.

No podía quedarse quieta, parada, sin más que decir. Formuló algunas frases en su mente, antes de que se formaran en sus cuerdas vocales, aunque ni siquiera estaba segura de poder pronunciarlas. Esa situación era aterradora y la estaba aborreciendo, y aunque barajó la opción de darse la vuelta y correr, huir de él… Pensó que eso implicaría una fuerza de la que no disponía.

Había que enfrentarse.


                <<No eres una niña. Habla-Pensó para sí, obligándose a romper el silencio>>

                -Ten… Tengo hambre ¿Podemos ir a desayunar?-En su mente sonaba menos ridículo de lo que estaba pareciendo en ese momento.

Elliot abrió la boca para hablar, pero ella actuó presa del pánico, formulando otra pregunta con rapidez:

                -¿Tendrán tarta? De esa que tiene tres chocolates diferentes y le ponen un poco de nata y fresas encima… ¿Sa-Sabes cuál es?-Mientras lo decía, esquivaba sus ojos penetrantes. Él la observaba con desconcierto, aún con la boca entreabierta... hasta que suspiró y se encogió de hombros.

No había momento para seguir hablando de ellos. Los dos lo sabían.

                -Puede que la tengan, si nos damos prisa. Aunque si no hay, puedo ir a comprarla-Respondió él, en un hilo de voz.

Julieta asintió con energía, abrió la puerta de la consulta y salió, seguida de Elliot. Caminaron hasta el ascensor, uno al lado del otro, pero manteniendo una distancia prudencial y en absoluto silencio. Una vez dentro, el ambiente se podía cortar con un cuchillo.

En ese pequeño espacio no había nadie más. Ambos estaban callados, impacientes mientras miraban como descendían los números de color azul, a la vez que sonaba el timbre en cada planta.

En ese tramo horario, por la tormenta, el hospital estaba tranquilo, sin actividad, así que aparentemente nadie necesitaba coger el ascensor.

Julieta suspiró y se apoyó en la barra lateral de la pared del aparato, sin dejar de fijarse en esos números azules, mientras contaba mentalmente los segundos entre uno y otro. De vez en cuando, miraba de reojo a Elliot, inmóvil, con los brazos cruzados y la vista en un punto infinito.

Solo pensaba en que Elliot volviera a hacerlo, en ese estrecho lugar. Que la rodeara con sus brazos y la besara con furia, estrechándola en la pared del ascensor… Otra vez. Imaginarse eso era como obligar a su corazón a latir a máxima velocidad, a sentir los nervios aflorando su piel en forma de sudor… Pero era difícil apartar esa ilusión teniéndolo al lado, mientras respiraba y aspiraba su olor.

Ese olor que ni en cien vidas podría olvidar.

Ralentizó su respiración. Tenía demasiado calor… Y podía notar como su garganta ardía, al igual que sus mejillas. Volvió a entrelazar los dedos con su cabello para peinarlo hacia atrás. Era agobiante, una tortura.
Ni siquiera se fiaba de sí misma, de las ganas de lanzarse hacia su pecho… Abrazarlo, besarlo.

Las puertas se abrieron al llegar al piso cinco, inundando el cubículo con aire fresco que Julieta agradeció.
Scott Lewis, su ginecólogo apareció en la escena. Un hombre mayor, de pelo canoso, cejas pobladas y ojos pequeños y azulados.  Sonrió al ver a Elliot, que le devolvió el gesto mientras se metía en el ascensor. A continuación, le estrecho le dio un buen apretón de manos.

                -Doctor Evans, un placer volver a tenerlo en nuestras filas. Escuché que había…-Posó sus ojos en Julieta y su sonrisa se volvió más grande-Oh, Señorita Pope… Perdone, no le había visto… Su atuendo no es al que me tiene acostumbrado-Bromeó fijándose en su ropa.

Estrechó su mano con cariño, dándole palmaditas en el hombro con la otra. Julieta dejó escapar una risita. El doctor Lewis era un hombre que le recordaba mucho a su padre y que en su delicada situación, se había portado muy bien con ella.

                -Desde luego no. He llegado empapada por la lluvia-Le explicó Julieta y miró a Elliot de reojo.

Él sin duda estaba disfrutando de la escena.

                -¿Ha venido sola?-Se extrañó, frunciendo el ceño. Ella asintió con timidez-No deberías haber venido hasta aquí.

                -Eso es lo mismo que le he dicho yo-Añadió Elliot.

Los dos le miraron. Scott Lewis volvía a tornar un gesto en duda sobre sus pobladas cejas.

                -¿Se conocen?-Preguntó a ambos, señalándolos con un gesto rápido de la mano.

Julieta tragó saliva. No podía contestar de nuevo a la pregunta, y menos después de la escena de la consulta. Sus mejillas se encendieron aún más. Estaba en blanco. No sabía cómo salir de allí. Se mordió el labio y miró sus manos sudorosas que empezaban a temblar.

                -Es mí prometida-Dijo Elliot y le cogió la mano, agarrándola con fuerza. Julieta se quedó sin aliento, tanto por sus palabras, como por ese contacto. Le observó perpleja, y hasta tuvo que parpadear para volver a centrarse.

Guardó la compostura e imitó una mueca de felicidad, como si no le hubiera sorprendido… Como si viviese con esa condición todos los días, con el anillo de su dedo como símbolo de felicidad, y no como lo que era, un recuerdo de unos días de calma antes de la tempestad.

                <<Prometida>>

                -Dios mío, Elliot, no tenía ni idea… Julieta me dijo que su novio estaba de viaje, pero nunca hubiera pensado que fueras tú-El anciano doctor estaba entusiasmado con la noticia-Recuerdo cuando estudiabas aquí, y ahora mírate, a punto de tener un hijo. Que por cierto, está muy sano.

                -Soy el hombre más feliz del mundo, sabiendo que los dos están bien-Contestó Elliot y acaricio el abdomen de Julieta con su mano libre.

No estaba segura de haber escuchado bien esas palabras, sabía que era poco creíble y que sus alucinaciones debían estar volviendo en forma de sonidos que quería escuchar. Nunca había hablado del bebé así…

<< ¿Acaba de decirlo?>>

El ascensor se detuvo y los tres se bajaron. Elliot todavía le sostenía la mano.

                -Espero verte en la eco-Se despidió el doctor Lewis de Elliot.

                -Por supuesto-Respondió él, con amabilidad.

Le vieron alejarse por el pasillo, hasta que Elliot tiró de Julieta en dirección a la cafetería.


                -Mira, tarta de chocolate-Murmuró él con satisfacción, señalando la vitrina llena de postres. Julieta aprovechó el momento para deshacerse de su mano.

                -¿Puedes ir a pedirla? Voy… Voy a sentarme.

Le dio la espalda y anduvo hacia la mesa más cercana, donde se sentó con calma. De pronto estaba muy cansada y la cabeza le daba vueltas, asimilando cada detalle de lo que había pasado.

Le estaba dando mensajes contradictorios. Llevaba una semana evitándola, ocupado en el trabajo, durmiendo cuando era de día... Había tenido que venir al hospital para verle, porque la realidad era que no soportaba esa situación.

Pero lo que había pasado, la acababa de desarmar.

                -Aquí tienes-Dijo Elliot, poniendo el plato de tarta y un vaso de zumo de mango delante de ella.

                -Gracias-Respondió con frialdad y le observó mientras se sentaba, con su café en la mano-¿Sólo un café?

                -Voy a comer de tu tarta-Le aclaró, cogió el tenedor y se metió un trozo en la boca-Dios, ese bebé tiene buen gusto.

El impacto de esas palabras fue como un balazo, directo al objetivo. Julieta negó para sí con una falsa sonrisa y se aclaró la garganta.

                -¿Te estás riendo de mí?-Preguntó ella, manteniendo la sonrisa. Se acercó un poco más a la mesa para decirlo en voz baja- Es que no lo entiendo, perdona mi ignorancia… ¿Puedes explicarme a qué juegas?
El interpelado se acomodó en la silla y respiró hondo.

                -Simplemente, estoy intentando ser mejor, enmendar lo que te he hecho.

                -¿Y la mejor forma de hacerlo es estar una semana esquivándome?-Formuló Julieta de nuevo, queriendo permanecer calmada.

A Elliot le cambió la cara, sus ojos se ensombrecieron y sus labios formaron una línea muy delgada.

                -Tenía que reflexionar, que recuperarme…

                -¡¿Recuperarte?!-Julieta no daba crédito a sus palabras, estaba conmocionada.

                -¿Acaso me conoces tan poco como para pensar que lo que he hecho no me ha afectado?-Respondió Elliot y agarró su mano.

                -A penas duermes, tus ojeras son enormes y has perdido peso. Lo que piense yo es lo de menos, puede verse a simple vista-Dijo Julieta con franqueza, observando sus ojos azules.

                -Tienes razón. Y quiero que me perdones. No es que lo hagas hoy, ni mañana, pero espero que me ayudes y no te encierres en una respuesta negativa-Elliot estrechó su mano con fuerza. Ella acaricio la suya, tranquilizándole.

                -¿No ves que estoy aquí?-La voz de Julieta se quebró al formular esa pregunta retórica.

                -Vale cariño, eso es lo que necesito… ¿Puedes acabarte eso? Voy a llevarte a un sitio-Dijo con impaciencia. Julieta se metió un trozo enorme de tarta en la boca y por primera vez en bastante tiempo, la comisura de sus labios se elevó hacia arriba.

Era una sensación de bienestar, como la noche que Elliot apareció. Ese día, pudo dormir medio día gracias a ese sentimiento de tranquilidad.

Elliot la guio hasta la planta de cuidados intensivos. Una zona de gran extensión, en la que las habitaciones eran trasparentes, separadas del resto de la planta por enormes cristales y puertas automáticas. Las camas estaban rodeadas de máquinas con luces y ruidos de las que colgaban cables y tubos que se conectaban a los pacientes. No había mucho personal, pero con un solo sonido fuera de lugar, la habitación se llenaba de enfermeras y médicos en cuestión de segundos.

A Julieta se le cortó el aliento al ver ese lugar. Era como una pesadilla y se empezó a preguntar el porqué de la visita.

Ya había estado en un sitio así. Le había dejado una bonita cicatriz en el pecho.

Apretó la mano de Elliot y se paró en seco. Él la miró con extrañeza.

                -¿Qué hacemos aquí? No, no me gusta este sitio…. Es, es…-Se abrazó a sí misma, frotando sus brazos con energía para mitigar los escalofríos que sentía. Elliot se acercó a ella y le rodeó la cintura.

                -Eh… ¿Estás bien?-Julieta negó con la cabeza-Estás un poco pálida… Sentémonos.

Una presión comenzaba a aplastar su pecho. El recuerdo de aquél día estaba fresco, escondido en un rincón de su cerebro… Amenazando con volver.


                -Estoy bien, Elliot-Le convenció cuando llevaban un rato en una pequeña sala de espera-Es… Simplemente he sentido ansiedad. Este sitio me ha recordado a la noche en que mi padre murió, y el accidente.

                -Lo siento- Se disculpó él, afligido, rodeando sus hombros- No hablas de eso nunca, no había caído.

                -Es más fácil no hablar, que hacerlo. Pero bueno, estuve dos semanas en un sitio como este y fue horrible. Eso es todo-Intentó finalizar la conversación con contundencia, sin opción a dudas y se puso en pie-¿Y bien? Ya que me he repuesto… ¿Qué ibas a enseñarme?

                -Ven.

La condujo hasta una de esas habitaciones cristalizadas. En ella, había una mujer en la cama, con la cabeza parcialmente vendada y un tubo en su garganta. Estaba totalmente calva y Julieta imaginó porque... No era muy mayor, de hecho pensó en que tendría unos cuarenta años, como su madre biológica.

                -Está en coma desde hace trece días-Le explicó Elliot, observándola desde detrás del cristal con tristeza-¿Recuerdas los dos últimos pacientes de los que te habló Mathilde? ¿Los de riesgo?
Julieta permaneció en silencio. Sabía perfectamente a lo que se refería.

                -Y así ha acabado-Concluyó ella con cansancio- No quiero tener un tubo en la garganta durante trece días. Seguro que está sufriendo…

                -No digas eso, se está recuperando… Fue una operación muy fuerte. Ya estaba débil, aun así quiso asumir el riesgo. Espero que salga de esta, porque si lo hace, ya no tendrá ese tumor. Se lo quitamos todo, y eso que era mucho peor que el tuyo.

                -Eso es genial, si despierta…

                -Lo hará.

                -¿Crees que se me caerá el pelo como a ella?-Esa cuestión tan infantil salió de su boca como un torrente.

Hasta ahora, no había pasado, pero las cosas cambiaban y últimamente la balanza de decantaba por el lado terrible y desafortunado.

Elliot la miró con una mezcla de lástima y resignación.

                -Seguro que no… Ya habría pasado. Aunque si sucede, no pasa nada, seguirás igual de guapa.

De un momento a otro, se formó un nudo en la garganta de Julieta. Los ojos empezaron a escocerle, reprimiendo las ganas de vaciarse en forma de lágrimas.

                -Elliot…-Comenzó a decir, cambiando de tema-Si quieres que te perdone, empieza por cambiar tu horario de… Batman-Se atrevió a bromear, arrancando una risita de Elliot-Creo que es justo.

                -Pensaba hacerlo. Necesito dormir-Admitió con franqueza y acto seguido bostezó y se frotó los ojos.

                -Puedo ir sola a la ecografía…-Miró su reloj para asegurarse de que no llegaba tarde, aunque en realidad, intentaba disimular las ganas de que dijese que no.

                -No, claro que no. Me lo he perdido durante tres meses-Sentenció Eliot, de forma rotunda, en actitud muy seria. Su rostro era imperturbable, inexpresivo, mirando hacia la cama de esa mujer.

Cuando llegó la hora, ambos fueron hasta la consulta del doctor Lewis. A Julieta le temblaban las manos y tenía los nervios a flor de piel. Estaba allí con Elliot, por primera vez. Y aunque él parecía un niño asustado a punto de ver algo prohibido, estaba haciendo un esfuerzo por continuar hasta conseguir su perdón. Eso le bastaba a Julieta.

Mientras se tumbaba en la camilla, pensó en su situación actual, en ellos. Aún había temas de los que tratar, cosas que Julieta seguía sin comprender, como la ayuda de Jess. Comenzaba a estar harta de esa mujer, que se estaba acostumbrando a aparecer en cada etapa de su vida, dramatizando su relación con Elliot.

Luego estaba el tema médico, lo que lograba estremecerla y quitarle el sueño cada noche. Aunque no era un miedo al dolor o a la muerte… Era a la inseguridad del mañana.

                 -¿Aún no has sentido el movimiento?-Preguntó el doctor, poniendo la sonda en su abdomen. Ella negó, un poco preocupada.

De repente, escuchó el sonido veloz de otro corazón. Mucho más lento que el suyo, aunque ambos estaban en su interior. Como todas y cada una de las veces que lo había escuchado, se quedó sin aliento y sus labios formaron una sonrisa tonta.

Observó la pantalla, ignorando sus propios nervios y su respiración agitada. Un bebé, su bebé… Perfecto y tranquilo, dormido con el puño sobre la cara. Observó con detenimiento sus pies, sus brazos, su minúscula nariz y sus preciosos labios…

                -Está perfecto, Julieta… Muy sano-Murmuró Scott Lewis, mirando hacia la pantalla, lo que la sacó de ese ensimismamiento.

Como un acto reflejo, giró la cabeza para examinar a Elliot, que estaba a su lado, pegado a la camilla. Tenía los ojos brillantes, fijos en el monitor, como a punto de llorar… Permanecía con los brazos cruzados y se tapaba la boca con la mano.

Miró a Julieta y sonrió, de oreja a oreja. Seguidamente se inclinó y besó su frente.

                -Es… increíble-Balbuceó Elliot con voz ronca.

Ella cerró los ojos y suspiró, disfrutando de aquél momento de felicidad.

                -¿Tenéis nombre ya?-Volvió a formular el doctor Lewis a ambos.

Sus miradas se cruzaron y negaron con la cabeza, conscientes de que era la última cosa en la que habían pensado después de estar tres meses separados.
               

5 comentarios:

  1. Un capítulo precioso Jane, muy tierno. Parece que por fin Elliot está dispuesto a aceptar a su hijo. Quiero saber si el bebé será niño o niña, como le llamarán y todo eso.
    Un beso enorme

    ResponderEliminar
  2. si que va hacer niño o niña???
    muy bonito capítulo :-) ojala las cosas entre ambos vayan mejorando y esperando el próximo !!!!

    ResponderEliminar
  3. Ya han pasado 12 días sin subir capitulo, lo quiero ya ya!. Me meto todos los días mínimo dos veces y no esta :(, porfi sube lo dentro de poco o me voy a desesperar . Un beso :)

    ResponderEliminar
  4. Leí el capítulo el mismo día que lo publicaste Jane, pero se me olvidó comentarte :S ¡Qué cabeza tengo! :(
    Me da esperanza ^^ Parece que Elliot y Julieta empiezan a entenderse de nuevo y a confiar en el otro. Sea cual sea el nombre para el bebé, seguro que me encanta ^^ ¡Que todo salga bien porfiiiiii! *.*
    PD: Te he nominado a un premio en mi blog, ¿te pasas? ;)
    http://sieltiempollegatarde.blogspot.com.es/2013/06/lovely-blog-award.html
    Besos

    ResponderEliminar

.

.