Esa noche se
planteó como habían llegado ahí. Al extremo de la línea telefónica. A África, a
video llamadas con interferencias, a miradas frías y gestos educados… A ser dos
desconocidos. O más que eso, extraños.
El porqué era más
complicado que todo eso.
Y allí, en la
cama, se puso a pensar en ese día agotador de hace unos meses, que aún era
fresco y doloroso, como cualquier recuerdo amargo que se graba a fuego en la piel.
<<Mathilde
no había puesto objeciones a operarla en menos de 48 horas y tampoco a que no
hablase con nadie antes de hacerlo. Algo dentro de Julieta sabía que no estaba
bien hacerlo, que ya habían tenido demasiado con la boda, las heridas de Elliot
y las acusaciones en su contra… pero no le importaba lo que estuviese bien o
mal. No estaba segura de lo que había hecho en las horas anteriores, de las
alucinaciones, de lo que era real y de lo que podía ser capaz. De una Jess que
parecía haber salido de la nada.
La habían puesto
en ese extraño dilema y la única manera de acabar con él, era extirpándolo de
raíz.
Aunque como todas
las acciones importantes, no iba a ser fácil. Tenía miedo, un miedo atroz a que
sus últimas horas hubieran sido tan traumáticas, a que lo último que viese de
Elliot fuera un charco de sangre, a que no pudiera despedirse de nadie, a no
ver nunca más a Isaac.
Pero por más que
encontraba razones para no hacerlo, era incapaz de buscar alguna que le
apartara de la idea de seguir adelante con su plan… Así que finalmente, se vio
en el interior del quirófano, otra vez.
Sin embargo, fue
distinto a otras veces. Resultaba reconfortante saber que si sobrevivía,
volvería a tener constancia de la realidad, de que Jane desaparecería, al igual
que todo lo negativo…
Era extraño que
después de pasar por tanto con esa enfermedad, nunca hubiera tenido tanto miedo
como esa noche en el hospital, mientras dos policías la interrogaban. Podía
sonar como algo egoísta, pero ella era abogada, una mujer segura de sí misma,
de ideas fijas, dueña de su vida. Y en un segundo, con un par de deducciones de
un inspector, esa mujer se había
reducido a la nada. A otra diferente, débil y atemorizada.
-Dile a Elliot…. Que lo
siento-Le dijo a Mathilde, justo antes de que la anestesia la durmiera.
-Puedes decírselo tú, te veo en
unas horas-Se despidió ella y tras una débil sonrisa, vislumbró la mascarilla
que se acercaba a su rostro. >>
El sonido del
llanto de Isaac la despertó de repente. Bufó, incorporándose de la cama y miró
el reloj de la mesita de noche. Eran las dos de la mañana y tenía que
despertarse a las siete para volver al bufete. Se puso en pie, agotada y se colocó la
bata mientras los alaridos subían de volumen.
-¡Ya voy, ya voy!-Gritó,
avanzando por el pasillo.
Cuando llegó al
dormitorio, él le esperaba como de costumbre, de pie en la cuna, lleno de
lágrimas y pucheros.
-¿Qué pasa,
cariño? ¿No puedes dormir?
Lo cogió en
brazos y lo abrazó durante un rato, susurrando We never Change, de Coldplay. La
única de su repertorio que conseguía tranquilizarle. Después de unos minutos,
volvía a estar completamente dormido. Julieta lo dejo en la cuna con sumo
cuidado y bajó a la cocina.
Uno de los
problemas de que la despertase en mitad de la noche, era que después no podía
conciliar el sueño… Así que después de servirse un café cargado, fue hasta el despacho y se puso a repasar un caso que le
daba dolor de cabeza.
Cogió un taco de
post-it del cajón y empezó a apuntar lo que debía hacer por la mañana.
Normalmente no le hubiera hecho falta, pero últimamente disfrutaba de un estrés
que provocaba olvidar tareas importantes.
-Llamar al señor Harris, comprar
una grabadora que le cante sola a Isaac… Contratar una niñera, o una bruja para que lo
hipnotice por las noches…
Sonrió para sí y
arrancó el Post-it. Para su sorpresa, el siguiente papelito de amarillo pálido
estaba usado. Y era la letra de Elliot.
<<Análisis
previo de Amanda James>>
Lo observó,
volviendo a tenerle en la mente y lo arrancó del taco. Lo examinó en alto, segundos eternos, y lo
arrugó con fuerza entre su puño, aguantando unos segundos la respiración, como si aquello controlara la respiración de su pecho.
-Dios-Murmuró cansada y volvió a
alisarlo.
Tenía que pensar
en él muchas veces al día. Cada vez que miraba a su hijo, cuando se levantaba
por la mañana y hacía la cama, cuando entraba al vestidor, cuando buscaba algo
en el joyero y se encontraba con algo suyo. En el salón, en la cocina… Era
imposible de borrar, sobre todo por el hecho de que vivía en una casa que él
mismo había transformado para ella.
Sabía que el
siguiente paso era mudarse, abandonar aquella casa, vender su ático y comprar
algo nuevo, lejos de los post-it y el olor del mar. Y quizá eso le facilitaría tener que olvidarle.
Aunque una parte, sensata y resignada, sabía que era imposible por mucho que se esforzara.
¿Por dónde podía
empezar?
Dejó caer la
espalda en el respaldo de la butaca del despacho y cerró los ojos, visualizando
otra vez aquel día en el hospital.
<<Llevaba
tres días dormida, recuperándose de la operación, cuando despertó. Elliot
estaba sentado en el sillón de su habitación, mirándola fijamente. Cuando vio
que abría los ojos, se levantó con dificultad, agarrándose el costado, y llegó
hasta su lado. Julieta empezó a vislumbrar la realidad a partir de él. Y resultaba irreal.
Quien era ella,
quien era él, que hacía allí. Lo que había pasado, lo que había hecho, lo que
les había ocultado… Y que no estaba muerta.
Y entonces, se
fijó en el rostro que tenía delante… El que tanto le gustaba, algo más enfadado
que de costumbre. Pero al margen de todo eso, parecía sano, recuperándose de
aquella herida y de ella misma.
-Jul, ¿Me oyes?-preguntó, como a
cámara lenta. O al menos, así le parecía.
-Te oigo-contestó e intentó
abrir algo más los ojos.
-¿Sabes quién soy?
Esa pregunta le
resultó absurda y sonrió un poco. No tenía ni idea de porqué estaba tan feliz,
y tampoco de porqué le apetecía bailar de repente. Pero estaba viva y sabía quien era él. Claro que lo sabía
-Estás algo drogada-explicó
Elliot, aún con gesto serio-¿Te duele la cabeza?
Al decir eso, se tocó el vendaje que empezaba en su frente… Y tuvo que repetirse a sí misma
dónde estaba y que había pasado. Le dolía la cabeza, y no era solo porque
hubieran entrado a rebuscar en su cerebro, sino porque le habían dado una
paliza no hacía mucho.
Recordó a Jess,
al barco, a su cabellera pelirroja, a Elliot en el suelo. La sangre brillante sobre sus cuerpos.
-No te toques el ojo, aún se
está curando-le indicó él, cogiéndole la mano.
-Estás… ¿Enfadado?-susurró,
incapaz de decirlo más alto-Quiero agua.
Elliot le dio a
beber con una pajita, después suspiró y se cruzó de brazos.
-Las drogas dan sed, o eso me
han dicho-le soltó Elliot, intentando sonar irónico.
Ese comentario
volvió a sacarle otra sonrisa.
-Elliot…
-Sí, estoy enfadado. No sé qué
ha sido toda esta mierda de ocultarme esto, operarte a contracorriente… ¿Y si
hubieras…? ¿Crees que me hubiera gustado? No despedirnos…
-Suerte que no he muerto-Bromeó
y le observó en silencio, a sus facciones endurecidas por la preocupación, a
sus ojeras pronunciadas-Lo siento. Me asusté.
-Bueno, la próxima vez asústate
como las personas normales. Puedes gritar o llorar, o correr… ¡La gente normal
no se asusta e intenta acabar con un cáncer terminal en menos de veinticuatro horas!
-No soy normal, doctor Evans.
-¿Te hace gracia? Vale, podemos
hablar de esto cuando estés más centrada.
Ahora sí que
estaba realmente enfadado. Pero lejos de hacerla sentir mal, le hizo gracia ese comportamiento
malhumorado.
-¿Ya no hay tumor?
-No, nena, no hay tumor-dijo
Elliot, rindiéndose y elevando un poco los labios hacia arriba, conteniendo el
gesto>>
-¡JULIETA EVE POPE!
El grito logró
despertarla.
Seguía en la
misma butaca. Con el pijama puesto. Eso significaba que el despertador no había
cumplido su cometido porque ella no estaba en la cama, un piso más arriba.
Y que llegaba
tarde.
Se levantó dolorida
y miró hacia la ventana, cegándose por la cantidad de luz que entraba.
Normalmente, cuando salía de casa, seguía siendo de noche.
Por lo que debía ir unas horas tarde...
Por lo que debía ir unas horas tarde...
Escuchó el ruido
de tacones y pensó en Helen, en que ella había sido la que la había llamado en
gritos para sacarla de su sueño profundo…
<<Mierda>>
<<Isaac>>
-Joder… ¡Joder!-Se quejó
mientras salía del despacho-Lo siento Helen...
-¿Qué formas son esas las de
recibir a una amiga? ¡Estás hecha una pena!-Le espetó Mathilde desde el sofá.
Julieta se quedó
con la boca abierta al verla, tanto que tardó en reaccionar y correr a
abrazarla. Llevaba un mes sin verla, su buena amiga que tenía que visitar a su
familia en Francia y cuya ayuda y compañía, había echado tanto de menos… Hasta
el punto de pensar que tal vez podía secuestrarla para que nunca pudiera volver
a irse.
-¡Idiota! Me has asustado-Le
gruñó Jul, apretándola con fuerza contra ella.
-Me estás ahogando, Julieta…
Aunque reconozco que me encanta volver.
-Perdón. Estás preciosa-Murmuró
mientras echaba un vistazo a su aspecto.
Llevaba el pelo
más corto y claro que la última vez, además de un increíble vestido verde que
le sentaba como un guante.
-Lo sé, París le sienta bien a
cualquiera. Tenemos que ir un día de estos, ya verás la cantidad de tiendas y
de glamour que se respira…
Al oír las palabras viaje, tiendas y París en la misma frase, supo que ese era un sueño imposible, al menos por ahora. Y la razón no medía más de un metro. De repente, se llevo las manos a la cabeza y abrió mucho los ojos, debido a esa misma razón.
<<Julieta, tienes un hijo
hambriento al que no le estás prestando nada de atención>>
-Mierda, me he olvidado de
alguien-Le explicó, mientras corría a las escaleras.
-¡Eh! ¡Para, amiga! ¿Te crees que
tu dulce bebé está durmiendo arriba?
-¿Qué…? ¿Dónde está?-Preguntó
Julieta, con el ceño fruncido, sin entender ni una sola palabra de lo que
decía.
-Cariño, lo llevé con Emma hace
horas. Son las once de la mañana. Y tú estás oficialmente en tu día libre-Dijo
entusiasmada, dándose un pequeño aplauso al final.
-Pero, ¿El bufete? ¿Has hablado
con ellos?
-Todo está hecho.
-Dios mío, te quiero.
Oficialmente,
Mathilde se había convertido en su heroína, y no solo por salvarle la vida,
sino por salvarle el día. Si algo había aprendido Julieta, era el
valor de unas horas de liberación cuando tenías un bebé quejica, equivalente a dos
semanas de vacaciones en solitario para alguien normal.
Empezaron con el
desayuno. Sin prisa y sin galletas en el pelo. Un enorme cuenco de fruta fresca
que Mathilde se había encargado de cortar y colocar junto a una bandeja de
tartaletas de fresas y chocolate derretido.
-Con que me hubieras hecho café
ya me tendrías en el bote-Admitió y le dio un sorbo al café, que claramente no
era el suyo de todas las mañanas, el que se preparaba con demasiada prisa en un
par de minutos en los que Isaac le daba una tregua.
-Sabes que siempre aspiro a más.
Empezó a engullirlo todo, bocado a bocado, escuchando los sucesos más importantes de
Mathilde en París. Había conocido a alguien, una persona especial... y Julieta sabía que esa
persona era la responsable directa de la versión mejorada de su amiga. Estaba
resplandeciente y casi brillaba mientras lo contaba.
-Bueno, cuéntame tú-Dijo Mathilde, finalmente-¿Qué le ha pasado a tu aspecto de millonaria con los pies en la
tierra y tan buen gusto para vestir?
-¡Eh! ¡Qué aún estoy en pijama!
-Dudo mucho que esas ojeras te
las quites después de ducharte.
Había dado en el
clavo y estaba deseando desahogarse con ella y despotricar de cómo odiaba las noches sin
dormir. O sin él.
-Va a terminar con mi paciencia.
Mírame, tengo veinticinco años y parece que tuviera treinta y tantos. Y eso no
es lo peor, porque resultaba que soy una de las abogadas más duras y despiadadas
de Nueva York… Pero casi me duermo en el último juicio. Por no decir que tengo
a todo el bufete cabreado. Llego tarde, me olvido de las cosas… ¿Esto durará
mucho? Porque me veo incapaz de seguir el ritmo mucho tiempo sin convertirme en
un zombi.
-Oh madre mía… Realmente me
necesitabas-Bromeó Mathilde.
-Sí, claro que si-Reconoció con
tristeza-Imagina que hoy no hubieras venido… Ni siquiera me habría despertado.
-Bueno, basta de hablar. Tenemos
que estar en el centro a las una para nuestra tarde de compras. Después iremos
a la peluquería y a un Spa, más tarde he reservado en un restaurante turco que
se ha puesto de moda. Me han hablado muy bien de él.
-Lo que dices es música para mis
oídos-Admitió encantada- ¿Qué haremos hasta las una?
Mathilde cambió
su expresión y se irguió en su asiento. Y Julieta supo inmediatamente el porqué.
-Bueno, he visto el sobre encima
del microondas. Tienes que abrirlo, Jul. Cuanto antes mejor.
Volvía a tener la
realidad delante… Y no le gustaba lo más mínimo. Porque ¿Y si era mejor la
incertidumbre de no tener ni idea, a la verdad cruda y sin parches? Tragó saliva y
cogió oxígeno. Lo necesario para volver a hablar de él.
-¿Has hablado con…?-Empezó a
preguntar con prudencia, evitando pronunciar su nombre.
-Claro. Claro que he hablado con
él.
No necesitaba más explicaciones y tampoco tenía que alargar el proceso.
-Bien-Murmuró y fue hasta la
cocina.
Allí estaba, el susodicho sobre blanco con el sello del hospital. Tranquilo y muy quieto sobre el microondas, al margen de todo lo que conllevaba
su contenido; Cáncer, vida, liberación. Evitó pensar más de la cuenta y lo
cogió. Al volver lo dejó sobre la mesa y se sentó, mirando suplicante a Mathilde.
-Me ayudaría mucho si lo
hicieses tú. No… No puedo-Le rogó, apretando las manos con fuerza la una sobre
la otra.
-Vale.
Mathilde no le dio
muchas vueltas. Lo abrió y leyó su contenido en silencio. Mientras, el corazón
de Julieta trabajaba a velocidad de vértigo, haciéndole sudar. Además, el papel tapaba el gesto de Mathilde, no dejando intuir nada. Estaba segura de
que si tardaba tanto, significaba que era malo, que volvería a aquel infierno… Y que iba a desmayarse si no lo decía en voz alta.
-Por favor, habla, va a darme un
ataque.
Dejó caer el
papel en la mesa y lo deslizó hasta ella. Julieta observó su sonrisa y no tuvo
que leerlo para saber que no se había reproducido en seis meses.
Que estaba bien.
Que estaba bien.
Sintió
una confortable sensación de tranquilidad, de alivio… No pudo evitar llorar de
emoción y saber que tenía unos meses más, hasta la próxima prueba, que quizá
pudiera confiarse, relajarse y esperar a que sus células no volvieran a rebelarse nunca.
El resto del día
fue tan bueno como el comienzo. Después de las compras, la peluquería y los masajes,
Julieta se sentía de nuevo una mujer normal. Ambas eligieron un modelo elegante para
el restaurante, con idea de que no fuera la última parada del día. Julieta se puso
un conjunto blanco, de pantalón de pinzas y blusa de corte minimalista que
quedaba muy bien con su nueva melena recta, por encima de los hombros. Combinado
con una chaqueta también blanca, con detalle en negro y unos tacones de vértigo
de color fucsia. El remate fue uno de los regalos que Mathilde le había traído
desde París. Un colgante dorado en forma de pirámide hueca, y cuyos bordes
estaban rematados con pequeños brillantes plateados. No era muy grande, pero
resultaba extravagante al ponerlo bajo un fondo blanco. Alice, por el
contrario, iba de riguroso negro, con un vestido corto y ajustado y unos maxi
pendientes de cristales de colores.
El restaurante
estaba repleto de gente de la élite de Nueva York. Actores, músicos,
celebrities, abogados, escritores famosos… Todos mezclados en lugar acogedor y
moderno, lleno de negros y dorados, cuyo techo, repleto de cientos de lámparas
de cristal de muchos colores, dejaba un tono en el ambiente que resultaba atrayente
para toda esa gente que dejaba de esconderse del mundo por unas horas. Al
parecer, la gran mayoría había escogido el mismo escondite.
-Hoy me siento una estrella aquí
dentro, gracias. Además de guapa con este conjunto ¿Sabes cuánto llevaba sin ir
de compras?-Reconoció, sonriéndole a Mathilde, que brindó con su copa de vino,
orgullosa de su trabajo.
-Te lo mereces, ni siquiera sé
porque has vuelto a trabajar… Podrías cuidar a Isaac durante la semana y
descansar los fines de semana. Dejar el bufete en otras manos. No sé de qué te
vale ser tu propia jefa si trabajas tantas horas.
Julieta soltó una
carcajada y abrió mucho los ojos, para contestarle.
-Me gusta mi trabajo. Y tener un
bebé antes de los veinticinco no implica que tenga que dejarlo todo y ponerme
un mandil. Adoro lo que hago, ¿Por qué me hablas tú de esto? La doctora Amette,
la que vive por y para su estudio y no tiene problema en trabajar en turnos de veinticuatro
horas en el hospital.
-No es lo mismo. Yo necesito
trabajar…
-Sí, si es lo mismo. Que mi
padre me dejara algunos millones no quiere decir que me vuelva una Paris
Hilton-Explicó Julieta.
-Bueno, sí, llevas razón-Aceptó
Mathilde, riendo por el comentario-Cambiando de tema, dos mesas a tu izquierda
hay un rubio guapísimo que no deja de quitarte la vista de encima ¡No mires
ahora!
No pudo evitar
sonrojarse. Mathilde siempre tenía momento para un comentario que la hiciera
sentir incómoda de miles de maneras diferentes, pero esta vez, era distinto.
Pensó en Elliot y la noche dio una bajada en picado. Bufó y se acabó la copa de
vino.
-¿En serio, Mathilde? ¿Cuánto tiempo
crees que ha pasado desde…?
-El suficiente. Tenéis que empezar
a rehacer vuestras vidas-Le soltó con dureza.
No tuvo tiempo de reflexionar sus palabras. La imagen de Elliot en África, con aspecto sucio y sexy
le puso de mal humor.
-Seguro que Elliot ya ha
conocido a alguna doctora en el hospital de campaña. Alguien bueno… Guapa,
quizá morena…
-¡Definitivamente estás mal de
la cabeza! Un buen paso para que se olvide de ti es hacerle ver que tú lo
haces. Sólo así encontrará a una voluntaria que le haga dejar de pensar en ti.
Claro que lo
haría. Lo sabía desde el mismo día que le dijo a Mathilde que no sentía nada
por él. Que se lo había dicho a él, el día que decidió partir su corazón. Los
había engañado, a todos y cada uno, y aún lo hacía. Así debía de seguir, hasta
que pudiera olvidarlo y con él, las circunstancias externas. Por el bien de todos.
Ciertamente, el bien de todos se alejaba de ella. Y el día en que las palabras de Mathilde
se cumplieran, tendría que lidiar con los celos. Algo que aún no se había
planteado.
Así que giró la
cabeza hacia la izquierda para mirar a su observador misterioso. Sonrió al ver
a Andrew, en una mesa con más personas. Después volvió la cabeza hacia Alice y
le hizo un guiño.
-Trabaja para mí. Me mira porque
come con lo que le pago-Le explicó divertida y volvió a mirar. Pero está vez,
Andrew también lo estaba haciendo. Y sus miradas se encontraron un segundo, antes de que Julieta
la apartara.
-Podrá trabajar para ti, pero
esa mirada no significaba eso…
-Mierda, me ha visto. Joder, ¿Qué crees que va a...?
-Viene hacia aquí, cariño-La
informó Mathilde, conteniendo la risa.
-¡No voy a liarme con un abogado
de mi bufete…Nunca!-Dijo en voz baja, fulminándola con la mirada.
Julieta se puso
recta y se aclaró la garganta, muerta de vergüenza. Examinó a Andrew mientras
se acercaba. Era guapo y agradable y además tenía un gusto exquisito para la
ropa. Esa noche llevaba un traje gris oscuro con una camisa blanca que le
sentaba como un guante. Sabía exactamente como vestir y de qué manera llevarlo.
Además, sus facciones eran insultantes; Labios gruesos, mirada sexy y nariz
perfecta… grande y en su sitio. Aunque hasta esa noche, no se había fijado en
él de esa manera.
¿Qué tenía que
perder? Y la verdad era mucho, pero era lo que necesitaba.
Que paso?? Por que mintio?? :( si lo quiere con todo su ❤️
ResponderEliminarMi Dios!!!!!! Leí tu novela en menos de 24 horas, fue absolutamente avasallador me la pase con le corazón en la mano al final de cada capítulo. Admito ser una romántica empedernida, y he llorado como una boba con esas situaciones tan dramáticas y tristes. Sinceramente no me gustaría que después de todo lo que pasaron esta linda pareja tengan que terminar separados, seria devastador para mi pobre corazón, aunque admito que me parece una idea genial pinchar un poco a estos encantadores y complicados personajes con una pizca de celos, pero solo para que entiendan los estúpidos que pueden llegar a ser y no darse cuenta de lo mucho que se aman. Espero no estropear nada. Y bueno solo te felicito por tu maravillosa manera de escribir. Tratare de estar al pendiente de cada nuevo capitulo. Un abrazo enorme.
ResponderEliminarComo si se acababan de casar, que paso, que me perdi, por mug enojado que estuviera no es para separarse.
ResponderEliminarI el otro capitulo ? Lo espero con ansiaas
ResponderEliminarHola. Publico los sábados, pero he estado ocupada. Publicaré pronto :)
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