<<-Señora Evans, tiene algo en el vestido-Dijo la enfermera con una
sonrisa. Julieta bajó la mirada para examinar su vestido de novia, mojado y
lleno de sangre.
Levantó la vista
y observó el desierto pasillo del hospital, en el que sólo había sillas vacías.
Al final de él, un cuerpo sin vida descansaba en el suelo de un ascensor.
El instinto le
hizo correr con desesperación hacia él, mientras las puertas se cerraban poco a
poco, y ella las observaba con impotencia, incapaz de hacer nada para pararlas.
Cuando llego al ascensor, ya era tarde. Presionó el botón con urgencia, esperando que volviera. Lloraba impotente... ahogada por una presión constante en el centro del pecho. Si no podía ayudarle, todo acabaría allí mismo.
Pero entontes, se
oyó un delicado timbrazo y las puertas se abrieron de par en par.
El cuerpo que llacía en el ascensor había desaparecido. En su lugar estaba Elliot, de pie,
apoyado en la pared, mirándola con gesto vacío.
Su expresión
cambió y la tranquilidad dio paso al horror. La cogió de los hombros y la
escudriñó con lágrimas en los ojos.
-¿Qué has hecho?-Preguntó,
bajando la cabeza.
Todo era confuso
y doloroso. No sabía de qué estaba hablando, pero bajó la mirada de nuevo a su
vestido.
Lleno de sangre.
Ahí estaba, un
cuchillo, clavado en su abdomen. La sangre no era de nadie más que de ella
misma.
-Elliot…-Murmuró, jadeante.
Él apretó más su
agarre en torno a ella y se acercó para susurrar en su oído:
-Te dije que no lo hicieras.
>>
Despertó de un
sobresalto, jadeante y confusa. Su corazón bombeaba con tanta intensidad que
parecía que había sido real. Estaba en el sofá de su apartamento, al lado de
Isaac, que dormía como un tronco. Su mano fue hasta su abdomen
inconscientemente y se levantó con lentitud, intentando recuperar el aliento.
Acarició el pelo
rubio del niño y lo miró unos segundos antes de preguntarse que hora era. Cuando echó un vistazo al reloj, cerró los ojos y suspiró. Tarde. Lo
trasladó al cuarto de Mathilde con cuidado y fue hasta la cocina. Se sirvió un
vaso de agua, intentando aguantar las ganas de llorar, sin olvidar esa visión
agónica, sintiendo que Elliot iba a agarrarla en cualquier momento. Entonces,
se oyó el ascensor y el ruido de unas llaves cayendo sobre el cristal de la
mesa.
-¿Jul? Acabo de terminar el
turno… ¡Adivina! Son las siete y llegas tarde-Dijo la voz entusiasta de
Mathilde, acercándose a la cocina.
Julieta se limpió
las lágrimas y se aclaró la garganta, antes de formar una sonrisa y darse la vuelta. Mathilde estaba apoyada en el marco de la puerta, cruzada de brazos. Aún llevaba la parte de arriba del pijama de cirujana.
-Buenos días-Murmuró sin
mirarla-Si, llegó tarde… resulta que no me ha sonado el despertador, ya que lo
apagué a las cuatro, cuando mi querido hijo empezó a berrear. Pensé en que
podía dormir media hora más, pero en vez de atrasarlo lo apagué… lo apagué y
ahora llego tarde. Aunque mi jefa soy yo así que supongo que no pasa nada…-Hizo
una pausa, tragando saliva, percatándose de lo desquiciada que parecía-Necesito
un café.
-¿Eh, estás…?-Pregunto Mathilde,
cogiéndole el brazo.
-Muy bi…-Empezó a decir, dejando
la taza con violencia sobre la piedra. La frase quedó en el aire cuando sus
miradas se encontraron. No podía ocultar que la reciente pesadilla le había
afectado hasta el punto de sentir que la angustia estaba allí, en aquella cocina-Estoy
cansada. He tenido un sueño horrible.
Los labios de
Mathilde se elevaron hacia arriba, formando una sonrisa tierna.
-¿Quieres que lo hablemos?
Negó varias
veces, pero finalmente aquella cuerda usada y maltrecha,
acabó por ceder y liberarse. Se apretó el oyente de la nariz y suspiró.
-Echan unas películas
aterradoras de madrugada y supongo que no debí verla, dados mis antecedentes.
-No, no debiste…-Reconoció con
una sonrisa-Llevas una semana maratoniana, ni siquiera he visto a Andrew por
aquí.
Su nombre hizo
que se espabilara completamente. Llevaban varias semanas saliendo juntos,
pasando los días libres entre su ático del Upper East Hyde y la casa de
Brooklyn, cenando en sitios caros, conociéndose y divirtiéndose mientras
empezaban algo que sabía mejor que bien. Pero esa última semana, sólo habían
quedado para comer un par de veces. El resto del día, jugaban a ignorarse
dentro del bufete.
Aunque el trabajo
no era la única razón para que las cosas se enfriarán, por mucho que Julieta se
esforzara en que así fuera.
-Llevo unos días muy liada.
Además hoy tengo el reportaje para Vogue.
-No me pongas excusas. Sé en qué
día vivo-Dijo Mathilde, frunciendo el ceño-Pesadillas… te vuelcas en el
trabajo, estás de un humor de perros. Es normal que lo pases mal en el
aniversario… de lo que pasó aquel día.
Acababa de dar en
el clavo. De nuevo recordó la imagen de la pesadilla y lo doloroso que era,
tanto como aquel día. Miró a su amiga y se encogió de hombros, dándole un sorbo
al café. No quería hablar de eso. Nunca, a ser posible.
-Da igual-Contestó con un
suspiro-¿Hoy te quedas tú con Isaac hasta la hora de comer?
-Sí… y después viene tu madre a
por él. Está todo controlado por aquí.
Se quedaron en
silencio, saboreando el café, como si fuera la única cosa que podía consolar el
sueño del prematuro día.
-Tienes unas ojeras horribles,
no te ofendas-Bromeó Julieta.
-Seguro que no peor que las
tuyas. No te asustes al mirarte al espejo.
-¡Oh vaya! Estás muy ingeniosa
por las mañanas-Exclamó con ironía-Intenta dormir algo antes de que ese niño
llorón no te deje. Puede ser muy convincente.
Mathilde bufó,
levantándose de la silla. Se acercó y le dio un beso en la mejilla.
-Me lo llevo a mi habitación.
Intenta bajar el ritmo, anda-Le dijo, acariciando su pelo despeinado-Buenas
noches.
-Buenas noches.
Cuando llegó al bufete, pasó por los pasillos con la cabeza gacha, evitando conversaciones innecesarias que le acentuarán la jaqueca que tenía. Saludó a su secretaria con un movimiento rápido de
la mano y se metió en su despacho con rapidez. Respiró hondo y miró abatida la
mesa llena de papeles, antes de dejar el maletín encima. En unos segundos,
llamaron a la puerta.
-Julieta, te has dejado el
café-Le dijo Lydia, asomándose con prudencia.
-Ah, sí. Lo siento,
pasa-Contestó Jul-¿Sabes si han llamado de la revista?
-No, no han llamado, supongo que
mantienen la cita… ¿No estás ilusionada? ¡Es Vogue!-Exclamó con entusiasmo-Y
llevarás un alucinante vestido de Prada. Será tan elegante… ¿Cómo dijiste que
se llamaría el artículo?
-Los márgenes del éxito en la
veintena.
-Madre mía ¿De verdad que no
estás nerviosa? Es una portada. De Vogue-Repitió pausadamente, moviendo la
cabeza con cada frase.
Estaba empezando
a cansarle tanta expectación. No es que no se sintiera afortunada, era un sueño
salir en la revista de moda más prestigiosa del mundo… pero era incapaz de
ponerse a saltar con la mañana que llevaba.
-Lo sé…-Murmuró, con una sonrisa
demasiado entusiasta-¡Es genial!
-Bueno, tengo trabajo. Ahora te
traigo los informes que me pediste.
-Gracias Lydia.
Antes de que se
cerrara la puerta, se oyó de nuevo el sonido de los nudillos en la madera.
Volvió a suspirar con cansancio, poniendo los ojos en blanco.
-Pasa…
-Tu entusiasmo tan temprano es
admirable-Murmuró Andrew, cerrando la puerta.
Julieta pegó un
salto, dirigiendo la mirada hacia él. Sonrió, está vez con gusto y observó cómo
se acercaba con pasos elegantes. Tenía ese aspecto fresco de todas las mañanas,
esa vitalidad infinita que conseguía agotarla. Se inclinó y la beso con rapidez
sobre los labios, apoyando sus brazos en la silla.
-Buenos días-Susurró Julieta en
su oído-No deberías estar tan cerca, señor Baker.
-Ah, cierto. Secretos…-Reconoció
él, retrocediendo. Se sentó enfrente de ella, separados por la enorme mesa del
despacho-¿Cómo estás? Anoche no me cogiste el teléfono.
-¿Anoche?-Repitió y se quedó
pensativa-¡Ah! El móvil… Soy un desastre. Anoche lo dejé en el bolso. Murió… y
no me he dado cuenta hasta esta mañana, que no aparecía. Lo siento.
-¿Otra noche de juerga?-Preguntó
él, con gesto cómplice.
Asintió, apoyando
la cabeza sobre su mano.
-Ya van unas cuentas. Hoy mi
madre llevará a Isaac al pediatra… espero que me digan que han legalizado los
sedantes para bebés y que puedo darle uno esta noche-Bromeó Julieta.
-Crucemos los dedos-Añadió
Andrew. Permaneció un rato en silencio, antes de hablar otra vez-En realidad
quería invitarte a cenar… o a dormir. Míralo como quieras.
No pudo evitar
reírse ante esa invitación. Andrew le hacía reír con facilidad y esa era una de
las maravillas de él.
-Esta semana Mathilde trabaja
por la noche… y mi madre tiene que estar agotada también. Así que…
-¿Y si hacemos un trato?-La
cortó- Yo preparo la cena y cuido a Isaac esta noche, mientras tú duermes.
Tengo sobrinos y dotes de niñera profesional.
El plan sonaba a
música celestial en los oídos de Julieta.
-¿Y qué te llevas tú?
-Verte con mejor cara. Te
confundirían con un doble de The Walking Dead.
Julieta abrió
mucho los ojos y le lanzó un boli con fuerza, que fue interceptado antes del
impacto.
-No te pases-Murmuró ella con
enfado. Después bajó la mirada a su agenda, meditando sus posibilidades- Puede
que sea una buena oportunidad para que os conozcáis.
Las mejillas de
Andrew se encendieron. Sonrió con plenitud y se acercó con rapidez besarla.
-¡Eh! Lydia puede venir en
cualquier…-Murmuró Julieta, intentando que sus labios le dejaran terminar la
frase.
-Calla. Estamos repasando
cuentas. Tengo que concentrarme-La cortó él, poniéndole el dedo índice sobre la
boca.
-Andrew…
-Julieta.
-Para-Sentenció, apartándose de
su lado con un giro de la silla-Soy tu jefa…
-Uh, golpe bajo.
-Tienes que dejarme terminar
esto. Después soy toda tuya, podemos ir a comer a esa cafetería que hace “las
mejoras hamburguesas de la manzana.”-Exclamó, imitando su tono orgulloso- Según
tú.
-No te atrevas a jugar conmigo,
Pope. Nos vemos a las doce y media.
Después de comer,
Andrew insistió en acompañarla a Vogue para el reportaje. Se presentó como su
asistente personal, un puesto creíble, dado el aspecto físico que presentaba
con ese traje gris.
La revista estaba
abarrotada de gente que corría de un lado para otro por los pasillos blancos,
llenos de retratos que algún día habían ocupado una portada. Julieta sintió por
primera vez que estaba nerviosa. Era Vogue, un lugar que desde niña había visto
tan lejano y maravilloso. Ahora, ese mismo lugar la quería a ella como imagen y
eso empezaba a hacerle cosquillas en el estómago.
Mary Cole, una
asistente de aspecto muy del sitio donde trabajaba, los recibió con una gran
sonrisa. Una mujer joven y muy, muy delgada, de aspecto sofisticado que se
paseaba como si tal cosa con unos zapatos que le otorgaban varios centímetros
de altura. Llevaba un impecable traje negro que hizo que Julieta cuestionara lo
que había elegido para llevar aquel día.
-Hola, señorita Pope. La
estábamos esperando-Dijo con entusiasmo, después se fijó en Andrew, como si su
presencia hubiera pasado desapercibida hasta ese momento- Y usted es…
-Andrew Baker, asistente
personal de la señorita Pope-Se presentó, estrechando su mano.
-No habíamos hablado nada de
asistentes, espero que no nos dé mucho la lata-Bromeó, mirando a ambos-Pasen
por aquí, tienen que conocer al equipo.
Cuando acabaron
las presentaciones pertinentes, todo se transformó en idas y venidas de
expertos maquilladores, peluqueros y asesores pegados a sus teléfonos. Todo
parecía perfectamente milimetrado para que nada se les escapara. Después de la
sesión de maquillaje, a Julieta le costó reconocerse en el espejo. Habían
eliminado todo rastro de cansancio de su rostro e intensificado sus facciones
hasta el punto de ser misteriosamente dramáticas. Su pelo no había cambiado
mucho. Quizá algo más despeinado de lo que ella acostumbraba.
-Dios mío…-Susurró, algo mareada
y abrumada.
-Lo sé, muchas tienen esa
reacción cuando acabamos con ellas-Contestó William, uno de los
maquilladores-Tienes que esperar aquí hasta que te traigan el vestuario.
-Vale.
No tardó mucho en
llegar. Un perchero hasta arriba de prendas de alta costura que haría que
cualquier mujer se replanteara su integridad para conseguirlas. Lo llevaban dos
chicas un poco despistas que sonrieron tímidamente y salieron deprisa de la
habitación. De nuevo estaba sola. Se permitió echar un vistazo a la ropa, pero justo
cuando sus manos rozaban el metal, entró el director de imagen. Un tipo cuya
imagen, lograba llamar la atención de cualquiera. Calvo y bajito, asombraba con
sus pantalones verdes, camisa estampada y pajarita roja.
-Hola querida, estás fabulosa.
Déjame que te diga que he hablado con Mary y no debes preocuparte por
eso-Murmuró muy cerca de su oído.
Julieta no tenía
ni idea de lo que hablaba, pero luego recordó la conversación a la que se
refería y le sonrió, asintiendo varias veces.
-Sí, claro… No estaba segura del
vestido tan… abierto. Ya sabes, se me ve un poco la cicatriz y…
El hombrecillo de
pantalones verdes la cortó con un ligero movimiento de su mano.
-Una palabra, querida;
Photoshop-Exclamó, con acento marcado, abriendo la funda del alucinante Prada.
Largo y de escote simétrico en V, de color plateado.
-Madre mía, es
alucinante-Exclamó con asombro Julieta, quitándose el albornoz.
La prenda quedaba
perfectamente ajustada a su cuerpo, haciéndole un favor a su figura y al
maquillaje, que ahora cobraba sentido, enlazándose con los brillos metálicos.
Julieta se quedó con la boca abierta al ver su aspecto. Se río con nerviosismo
y dejó de observar su reflejo.
Ahora notaba la
transcendencia de todo aquello, que la verían miles de mujeres, que leerían sus
palabras con expectación.
Al quedarse sola,
tuvo la sensación de que le retorcían las tripas y quiso vomitar.
-Guau-Exclamó Andrew, entrando
silencioso a la habitación. Se dio la vuelta y lo miro con angustia. De pronto,
notó frío, recorriendo cada parte de su cuerpo y corrió a abrazarle. Se quedó
en silencio, temblorosa, mientras sus brazos la estrechaban en su pecho-Eh,
¿Qué pasa? Vas a estropear…
-Es demasiado. No me ha dado
tiempo a pensar lo que quiero decir. Y es Vogue… ¿Sabes cuantas personas leen
esta revista? Se supone que quieren oír lo que tengo que decir… pero no sé lo
que debo decir-Se separó de él y lo miró fijamente-Van a corregir mis…
imperfecciones-Siguió, mirándose el escote-Creo que no deberían, no quiero
engañar a nadie. Y hoy no es un buen día, no he dormido, he tenido una
pesadilla… este vestido es…
-Respira, venga-La cortó él,
cogiéndola por los hombros-Respira hondo. No pienses en nada. Eres tú, y tú
siempre sabes que decir. Así que acaba con esto… después cenaremos con
tranquilidad y descansaremos de este día tan agotador ¿Sabes la cantidad de
personas extravagantes que hay por aquí, para reírnos luego?
Encontró en sus
palabras algo de ánimo. Asintió con una sonrisa y decidió dejarse llevar
durante las horas que le quedaban en las oficinas de Vogue, que fueron menos
agónicas de lo que esperaba. La sesión de fotos resultó divertida, no le costó
mucho dejar de lado la timidez y posar a la cámara con las instrucciones que le
daban los expertos, con toda esa cantidad de prendas de verano. La entrevista,
por otro lado, fue algo agónica. Tocaron todos los temas posibles; trabajo,
vida personal, enfermedad… No en profundidad, pero si lo suficiente para que
las preguntas se alargaran en minutos interminables.
El resultado, un
reportaje “sin demasiado Photoshop” para el mes de Julio que consiguió dejarla satisfecha.
De camino a casa
de Emma, Julieta se quedó dormida en el taxi. Al despertar, Andrew seguía allí,
con Isaac en brazos, mientras le hacía carantoñas que le provocaban dulces
carcajadas. Sonrió, aún con los ojos entreabiertos, disfrutando de la imagen.
Hasta ese día no había
visto clara la idea de Andrew siendo algo para Isaac. Pero ahora, se arrepentía
de no haberlo descubierto antes. Sin embargo, una parte de ella, pequeña y
tímida, no podía dejar de sentir miedo, porque ese algo no pudiera durar, de
que ese sentimiento maravilloso de olvidarse del pasado y sonreír, acabara.
¿Y si estaba
acercándose a algo maravilloso, con fecha de caducidad?
-Hola, bella durmiente. Isaac y
yo estábamos riéndonos de tus ronquidos-Bromeó Andrew, entregándole al bebé.
Isaac le sonrió y
la abrazó con fuerza por el cuello.
-Parece que has hecho un nuevo
amigo ¿Verdad, cariño? Hola!-Dijo Julieta, con voz infantil.
Después levantó la cabeza para dirigirse a Andrew con pesadez-Y no, yo no
ronco.
-¡Mamá!-La llamó Isaac con un
grito, declarando que necesitaba toda su atención.
-Eh, tranquilo colega, no quiero
quitártela-Susurró Andrew, acercándose más a los dos-Es alucinante, Jul.
Julieta frunció
el ceño y le dio un manotazo en el pecho.
-Venga, no me digas que te has
emocionado por un bebé…-Se burló, consiguiendo que se riera.
-¿Me vas a hacer esto siempre?
-¿El qué?
-Derrotarme en cuanto tienes
oportunidad.
Ella le sonrió
con timidez, negando para sí. Andrew deslizó la mano hasta la suya y la
estrechó con fuerza.
-Pensaba que querías dejarme,
esta semana has estado tan fría… Creí que habías reflexionado mejor lo de las…
relaciones laborales.
-No, claro que no… Es que… Hace
un tiempo que…
Antes de que
terminara la frase, el taxi paró frente al edificio. Julieta esperó a llegar al
ático para retomar la conversación, aunque Isaac no era el único obstáculo que
tenía por delante. Allí estaba Mathilde, sentada sobre el sillón, con los ojos
muy abiertos, fijos en ellos.
-¡Hola! No esperaba tanta
compañía para cenar-Exclamó divertida, levantándose-¿Dónde está mon petit?-Arrancó a Isaac de sus brazos
y lo sostuvo, dando saltitos- ¿Qué tal en Vogue?
-Agotador…-Empezó a explicar Jul,
dejando escapar un suspiro.
-Ha estado preciosa y encantadora-Terminó
Andrew, dedicándole una sonrisa.
-¡Genial! ¡Lo sabía, claro que
lo sabía!-Exclamó, pellizcándole el brazo-Iba a pedir pizza, ¿Queréis?
Julieta se tumbó
en el sofá, al lado de Andrew, que sostenía sus pies y cerró los ojos.
-Suena bien-Admitió-Pizza para
todos.
Estaba agotaba,
sentía que su cuerpo se alejaba, atrapado en las garras de los confortables
cojines. Abrió los ojos de nuevo para vislumbrar el rostro de Andrew,
observando el televisor…hasta que sus párpados se rindieron y volvió a cerrarlos,
ésta vez lejos del ruido y la consciencia.
Fue como un
fogonazo; Rápido, efímero... De repente, volvía a estar en ese pasillo,
corriendo para llegar a ese ascensor que se cerraba inevitablemente.
Y de nuevo vacío.
Como las
anteriores veces, se miró el vestido y descubrió la sangre, el cuchillo… La
consecución de la misma pesadilla, repetida una vez más.
Pero algo cambió.
Unas manos la agarraron. Otras manos. Sintió frío y luego miedo. Quería correr,
aunque era imposible, dado que realmente no estaban en ningún sitio.
No era Elliot.
Era algo siniestro… Un fantasma que hacía su primera aparición en esa escena
macabra.
Abrió los ojos,
dando un salto en el sofá. Estaba de vuelta. Miró a Andrew, jadeante, mientras
su corazón se esforzaba por bombear con velocidad. Él la observó confundido una
milésima de segundo, antes de reaccionar.
Otra vez esa angustia,
ese frio… La pizca de tranquilidad al descubrir que no era real, las lágrimas
silenciosas intentando borrar la imagen de ese espectro.
-Jul ¿Qué te pasa? ¿Estás…
bien?-Inquirió él, asustado, sujetando sus hombros-Eh, ¿Qué te pasa? Tranquila…
Pero era
imposible que le hiciera caso. No había sido como la vez anterior, como cuando
la imagen de su retina era la de Elliot. Esta vez era incapaz de controlar sus
instintos. Se apartó de Andrew, poniéndose en pie.
-No…es… nada-Jadeó.
Todo le daba
vueltas, y la cabeza le dolía horrores. Tanto que se sintió tan enferma como
hacía unos meses.
-Julieta…-La llamó Matilde, saliendo
de su habitación. Llegó hasta ella y la cogió por los brazos- ¡¿Qué pasa?!
Jul la abrazó,
llorando, incapaz de contenerse.
-Ha sido una pesadilla… una
pesadilla…-Explicó, pausadamente, haciendo un esfuerzo por volver a respirar.
-No pasa nada, no pasa nada-La tranquilizó
ella-Andrew, coge a Isaac, por favor. Está llorando.
Ambas se sentaron
en el sillón, sin separarse un momento. Julieta descansó la cabeza en el pecho
de Mathilde, esforzándose por borrar esa imagen. Pero era algo imposible.
-La maté…-Susurró, mirando a un
punto en el infinito.
Pasaron segundos
silenciosos, hasta que volvieron a hablar. Mientras tanto, las ideas se
apelotonaban en su mente. Lo que creía que había pasado esa noche, lo que realmente había pasado. Lo que nunca tenía que haber ocurrido.
-Cariño, dime si estás teniendo
una alucinación. No pasa nada ¿Vale?-Siguió Mathilde, acariciándole la frente.
-No lo sé… Elliot ya no estaba,
no estaba allí. Ha sido una pesadilla… aunque parecía real-Balbuceó, confundida.
-Está temblando-Dijo la voz de
Andrew, por primera vez-Deberíamos…
Su voz hizo que
despertara completamente, que empezara a vislumbrar esas imágenes como algo
lejano y falso. Estaban en su apartamento y su comportamiento era el de una
loca. Se sintió avergonzada y se llevó las manos a la cara, separándose de
Mathilde.
-Lo siento… lo siento. Creo que
he tenido un ataque de pánico o algo así… debe ser… el cansancio... la falta de sueño-Explicó,
alterada. Dirigió la vista a Andrew, cuya expresión resultaba difícil de
descifrar-Lo siento tanto.
Él no respondió
inmediatamente. Fue hasta su lado y le besó la frente, rodeando su cara con
ambas manos.
-No hagas eso más, o me
replantearé lo de dormir contigo más veces. Es un aviso, Pope.
Los labios de
Julieta se elevaron hacia arriba con timidez.
-Estoy genial, de verdad.
Mathilde se puso
en pie, inquieta y la observó unos segundos.
-Y mejor que vas a estar… Tengo
algo con lo que dormirás como un tronco, sin sueños-Dijo, desapareciendo en la
habitación-¡Lo guardaba para alguna venganza personal, pero ahora también podemos usarlo!
-Vaya, drogas gratis-Bromeó
Andrew, acariciando su rodilla.
-¿Y Isaac?-Preguntó Julieta, con prudencia.
-Jugando en esa especie de jaula
blandita.
La abrazó,
acomodándola en su pecho, logrando reconfortarla con ese contacto, incluso por difícil
que resultara cuando no podía más que pensar en Elliot y sus fantasmas.
Mathilde volvió
con algodón y una aguja, que introdujo en su brazo sin decir nada más.Sintió un ligero pinchazo. Nada a lo que no estuviera a costumbrada.
-Te veo mañana-Susurró él, junto
a su oído.
-No, quédate aquí, conmigo…
No pudo escuchar
su respuesta, porque el sedante pronto hizo efecto, y tal como había prometido
Mathilde, no hubo sueños, ni pesadillas… Sólo descanso.
Como siempre, siento el retraso, pero tengo otro trocito para este finde, en compensación.
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